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Un mundo sin hambre es posible

El hambre crónica y la pobreza alimentaria generan un círculo vicioso que se traduce en rezago y un déficit de desarrollo para los países

Teorema Ambiental/Redacción

El Día Mundial de la Alimentación, que tiene lugar el 16 de octubre, es una fecha que nos convoca a reflexionar sobre la vital importancia de contribuir a la meta global de #HambreCero para 2030, que forma parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas y se ha convertido en toda una misión para países, empresas, organismos y sociedad civil.

El hambre crónica y la pobreza alimentaria generan un círculo vicioso que se traduce en rezago y un déficit de desarrollo para los países. Esta situación, que se agudiza en zonas rurales, se relaciona con diferentes factores como loshambre-cero01 sucesos violentos de los últimos años.

Hablar de erradicación del hambre es hablar de sustentabilidad. Invertir en sistemas alimentarios sostenibles y en el desarrollo de comunidades en situación vulnerable se ha convertido en el objetivo de diversas organizaciones de la sociedad civil, alineadas a los ejes establecidos por autoridades globales que están impulsando el cambio.

En lo que respecta a la iniciativa privada, la manera de sumarse a esta causa es mediante: la eliminación del desperdicio de alimentos, abastecerse localmente y de manera responsable, la optimización de la gestión de recursos por medio de estrategias de economía circular, la donación oportuna de alimentos perecederos, entre otros ejes rectores.

De acuerdo con cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en 2016 se registraba un total de 53.4 millones de mexicanos en situación de pobreza, de los cuales 9.4 millones atravesaban pobreza extrema. El estudio de la institución sobre la Medición de la Pobreza en México refiere que 24 millones tienen carencias de alimentación.

 

Obesidad, el otro extremo del problema

Uno de los problemas más preocupantes a los que se enfrentan los mexicanos es la obesidad. La mala alimentación tiene consecuencias en millones de mujeres, hombres y niños en el país, afectando gravemente a la salud, provocando diabetes, hipertensión, incluso infartos.

Estudios oficiales indican que México ocupa el segundo lugar mundial en obesidad, solo después de Estados Unidos, y es considerada una epidemia que afecta al 72.5 por ciento de los adultos, al 36.3 por ciento de adolescentes y al 33.2 por ciento de los niños entre cinco y 11 años.

Uno de los principales factores que ha generado esta realidad tiene que ver con el fácil acceso a alimentos con bajo valor nutrimental. La proliferación de puestos callejeros y restaurantes de comida rápida ayuda a propiciar malos hábitos alimenticios, ya que desde amas de casa, hasta oficinistas, ven en estos lugares una opción barata y que les “ahorra” tiempo.

En el caso especial de los oficinistas, sus elecciones no suelen ser las mejores. Durante su jornada laboral se inclinan por todo tipo de comida procesada como galletas, jugos, panes, papas fritas, etc. Esto, aunado a la falta de ejercicio y las horas que pasan sentados, resulta en trabajadores con sobrepeso.

La comida baja en nutrientes es popular en este sector de población ya que liberan una sustancia en el cerebro llamada dopamina, la cual genera una sensación momentánea de saciedad y felicidad, pero después provoca cansancio y sueño.

En los entornos laborales es imperante que se creen acciones encaminadas a resolver el tema de la obesidad, impulsando mejores hábitos alimenticios, así como el ejercicio regular. La contribución de las organizaciones puede ser a través de pequeñas tácticas en las que se instruya a todos los empleados sobre cómo balancear los alimentos, opciones de menús sencillos para hacer en casa y rutinas de deporte.

“Por eso, creamos un programa enfocado en fomentar una vida saludable, dentro y fuera de la empresa, con actividades físicas, talleres de nutrición, revisiones médicas, etc. Además, ofrecemos en la cafetería botanas saludables para evitar que se consuman productos azucarados o demasiado grasos”, explicó Victoria Balboa.

Una dieta sana consiste en aportar a nuestro cuerpo los nutrientes necesarios, evitando alimentos procesados, azúcar, harinas y el sodio, comiendo más frutas, verduras y fibra. Debemos empezar nuevos hábitos por nosotros, por nuestra salud; solo así nuestra calidad de vida será mejor.

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