Legislación Ambiental

Aspectos clave que frenan el desarrollo del sector agropecuario mexicano

Después de 4 décadas de laborar en el sector agropecuario de México, me permito hacer algunas consideraciones ante la preocupante situación del productor nacional, llámese pequeño propietario, ejidatario o inversionista nacional o extranjero, grande o pequeño. Nuestro sector pasa por una de las peores crisis.

Para la resolución de un problema, dicen los que saben, debemos de reconocer que éste existe y con eso ya ganamos el 50 por ciento en la búsqueda de su solución. Pero, con lo complejo que es el agro, ¿cómo reconocerlo? La problemática del campo es el resultado de varios años durante los cuales se acumularon vicios y esquemas inadecuados, que han interactuado hasta formar el círculo vicioso de la pobreza, algo muy difícil de erradicar, mas no imposible. Requeriremos de mucho esfuerzo y la participación de técnicos realmente identificados con los conceptos de patria y país, y con nuestros productores.

Los problemas

Con baja productividad, ante la competitividad internacional a la que estamos expuestos, no es posible subsistir. Algunos ejemplos: en producción de naranja el rendimiento medio en el país es de 10 a 15 toneladas por hectárea (tons/ha), nuestros competidores logran de 20 a 30 tons/ha; en piña es de 40 a 60 tons/ha, en Costa Rica, Hawai, Ecuador de 90 a 120 tons/ha; en caña de azúcar seguimos con producciones de 40 a 80 tons/ha, en países competidores como Estados Unidos o Perú se manejan cifras de 120 tons/ha.

La ausencia de una organización integral de los productores ocasiona que sean presa de un voraz sistema comercial, que castra al agricultor y perjudica al consumidor. En este aberrante sistema, el comercializador obtiene en uno o dos días el doble o más que un productor, sin tener que esperar cuatro, seis o más meses.

En Veracruz, por ejemplo, se paga al productor 300 pesos por la tonelada de piña escogida arriba del camión. Los productores que estuvieron manifestándose en la ciudad de México  remataron dos piñas por diez pesos. Con esto se dieron cuenta que vendieron su producto (que ya no tiene valor para el coyote en Veracruz) en alrededor de 2,500 pesos por tonelada. Una diferencia de 2,200 pesos por tonelada por no saberse organizar para vender sus productos del campo al consumidor. La organización dentro de nuestro sector agropecuario, es una urgente necesidad de supervivencia.

También sufrimos de una oferta pobre, atomizada y generalmente de poca calidad como para ser competitiva en un mundo globalizado. En el caso de la naranja, un empacador de la región citrícola de Nuevo León tiene que comprar 100 toneladas «primera» para poder seleccionar y exportar de éstas sólo 25 toneladas, puesto que las demás no pasan los estándares internacionales.

En México tenemos investigación pero poca difusión de tecnología nueva hacia el productor. ¿Con qué dinero el productor se hace de esta nueva tecnología? Los recursos al campo son relativamente escasos en comparación con los países competidores, además de que el costo del capital en nuestro país lo hace inaccesible; en los países competidores están subsidiados.

A todo esto debo añadir la escasa inversión del capital tanto nacional como extranjero en el campo, además de continuos fracasos de inversionistas por falta de personal técnico preparado en el «aterrizaje» de los proyectos destinados al campo.

Con el uso de tecnología avanzada en el sector financiero, nos preparamos a desarrollar proyectos en el escritorio haciendo múltiples «corridas» financieras, puntos de equilibrio, apalancamientos, curvas de factibilidad. Todo extraordinariamente hermoso, hasta que queremos «aterrizar» el proyecto en el campo. Pero hay tantos fracasos de inversionistas bien intencionados, tanto nacionales como    extranjeros. ¿En qué fallamos? Simplemente no consideramos que la    cibernética sea sólo una herramienta más en el proceso de desarrollo de proyectos. Creímos que podíamos manejar un proyecto agropecuario desde una oficina. Y el campo requiere atención directa.

Otro de los problemas es que deslumbrados por el esplendor del dólar, en los últimos 10 años tratamos de orientar nuestros esfuerzos hacia el mercado internacional para aprovechar en lo posible la moneda fuerte y tratar de ser competitivos en este mundo cada día más globalizado, pero cometimos el error de abandonar el mercado interno, dejando las sobras a este mercado pauperizado por las condiciones socioeconómicas que ahora nos agobian.

Pero cuando nos dimos cuenta que no somos lo suficientemente competitivos en el ámbito internacional y que las condiciones para los productos agropecuarios en el mundo no son favorables, se dice que no tenemos mercado, a pesar de que hay 80 millones de mexicanos que requerimos de alimentación diaria. ¿Qué nos pasa?

Las propuestas

Hasta cierto punto es muy fácil criticar y hablar de los problemas, y se hace más difícil proponer soluciones. Esto realmente es complejo. Como no es posible prever el futuro y plantear el remedido adecuado, sólo nos queda reconocer los problemas, con lo que ya ganamos 50 por ciento, el restante 50 por ciento se llama trabajo.

Dejémonos de críticas destructivas que sólo nos llevan a rumiar nuestras penas y desaciertos, y pongámonos a trabajar para romper ese círculo de pobreza vía mejoramiento de la productividad; promover una mejor educación socioeconómica de nuestros productores y promover la organización integral del sector orientándola hacia la mejor comercialización de sus productos; hagamos realmente accesible a nuestros productores la tecnología y el capital para que pueda haber desarrollo tecnológico y competitividad en los ámbitos nacional e internacional.

Además, tenemos que hacer eficientes al máximo todos los recursos (tecnológicos, humanos, de capital) dedicados al campo; promover organizadamente el desarrollo de un mercado tanto nacional como internacional, de acuerdo con las demandas, y no producir por producir, sino sólo lo que podamos vender bien, y preparar técnicos con un enfoque multidisciplinario que permita una eficiente elaboración y «aterrizaje» de proyectos, además de hacer eficiente el uso de nuestros recursos naturales de acuerdo con su vocación productiva.

Quizá todos estos comentarios suenen muy románticos, pero a mis 60 años de edad, 40 de éstos relacionados directamente con el campo, la investigación y la enseñanza, créanme que no son puras habladas. Son la herencia de una enseñanza que recibimos de nuestras familias y con nuestros maestros, quienes nos inculcaron la esencia de nuestra patria, procurando siempre el beneficio de nuestro país. ¿O qué, la globalización nos dice que ya no pensemos en nosotros mismos?

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