Energía

Energías alternativas

Al parecer, en esta época las personas se sienten indignas o pobres cuando trabajan con su fuerza metabólica.

Cada vez vemos más la tendencia de usar la mente en el trabajo y no el cuerpo; sin embargo, si no lo utilizamos en nuestros 70 años promedio de vida se nos atrofia. No vemos mal hacer deporte para gastar energía y evitar que un cuerpo se deforme y si vemos mal el hacer trabajos productivos como: horticultura, limpieza, construcción, restauración, jardinería, etcétera; desde mi punto de vista, si es que se le puede dar un valor de porcentaje, el estado de pobreza y riqueza de las naciones y personas en un 80 por ciento es mental, ¿pobre ante quién y rico ante qué?

En los foros, conferencias, congresos y exposiciones que tratan lo concerniente a la energía renovable y sus diferentes formas y conversiones para usarla, la mayoría no ha vislumbrado y tratado la energía metabólica como una energía renovable por excelencia. Por eso mi interés con este estudio es crear conciencia, dándole la importancia que tiene el trabajo físico en armonía con la mente para conservar la naturaleza tan necesaria para los humanos.

Energía metabólica: Energía renovable por excelencia

En este estudio doy por hecho que los que pensamos en energía renovable entendemos una energía limpia y la única que debería usar el ser humano, conscientes de que las demás que son transformadas inadecuadamente con productos no renovables están contaminando el planeta directa o indirectamente.

Pero para que este uso y transformación de energía renovable pueda beneficiar a la sociedad es preciso hacer ciertos cambios en nuestro modo de vida, ya que la actual hace imposible que la energía renovable cumpla con la demanda de los seres humanos en el planeta insostenible, pues cada vez demandamos más energía no renovable. En este punto deseo aclarar que la demanda de energía no es más porque seamos más seres humanos en la Tierra (6,000 millones) sino por basar nuestro actuar en la vida en una productividad económica y no humana que cada vez quiere más y más cosas materiales, en donde la mayoría de éstas, aproximadamente 80 por ciento, podían no ser necesarias y que si ahora lo son es para mantenernos activos en trabajos que nosotros mismos provocamos para sobrevivir en las zonas urbanas, demandando cada vez más energía, y, por efecto, más contaminación.

La contaminación es la respuesta de la naturaleza que alerta al hombre cuando se equivoca o abusa con sus actos. La contaminación que actualmente padecemos en el mundo y más en nuestro país, no es otra cosa que lo mismo de aquellas épocas, pero por desgracia cada vez son más graves los daños. Puede ser que si no recapacitamos a tiempo, el deterioro ambiental sea inevitable y no habrá una vida sana para nuestros descendientes; en cambio sí habrá cada vez más dolor, hasta que se extinga la raza humana.

Está comprobado que la gravedad de la contaminación es exponencial al «desarrollo» o «progreso» del hombre; «desarrollo» o «progreso» que hemos confundido con poder adquisitivo, escolaridad, alta tecnología e industrialización. ¿Pero podríamos decir que un país es desarrollado si no sabe qué está pasando, o qué va a pasar a causa de la tecnología? En caso contrario, sería un país deshonesto; que vive controlando al mundo por un verdadero enriquecimiento injusto. Creo que no hay país desarrollado, todos estamos en desarrollo.

¿Cómo es posible hablar de progreso o países desarrollados, si tienen que inventar barcos adecuados para tirar residuos tóxicos o radiactivos al mar, o incineradores flotantes en aguas no territoriales para destruir desperdicios peligrosos con el sistema de plasma, al no querer tenerlos en tierra por la contaminación que causa en su territorio?

¿Cómo es posible hablar de progreso o países desarrollados si, por su ansia en ser poderosos, demuestran con su fabricación de armas (que al hacerlas, usarlas o destruirlas son inhumanas y contaminantes), una total debilidad y falta de respeto hacia los seres humanos y hacia todo lo demás de la naturaleza?

En el mundo ya se rompió el equilibrio entre el que produce y el que controla. Ya hay cada vez más personas queriendo controlar y cada vez menos queriendo producir. Esto es muy grave porque para que sobrevivan 6,000 millones de seres, donde todos quieren controlar, es necesario hacer cada vez más industrias para producir lo que nosotros ya no queremos hacer: usar nuestra fuerza física en el trabajo.

Y si aceptamos que no hay industria que directa o indirectamente no contamine, esperemos, aparte de la contaminación, más pérdida de recursos naturales con más demanda de energía.

A pesar de las escuelas que hemos introducido en el campo, no han servido mucho realmente para mejorar la calidad de vida, sino para llevar conocimientos que no necesitan; por profesores que ni siquiera son del campo, o que siéndolo, reniegan de ello.

Estos conocimientos que tenía el campesino heredados de sus padres y abuelos, ya no los heredará a sus hijos porque cree que en las escuelas se los están dando, o peor, porque cree que no sirven para el mundo «moderno».

¿Pero de qué sirve tanto conocimiento adquirido si no mejoran realmente su calidad de vida?

Estamos haciendo cada vez más profesionales, especialistas, «sabios» (aunque sabios aparentemente porque son memorizadores) que justifican, con sus conocimientos adquiridos y que suelen no ser prácticos, poder consumir más en lugar de producir.

Y todo porque no hemos querido entender que si tenemos una energía metabólica, es para usarla en el trabajo y sentirnos felices, en armonía con la naturaleza y con nosotros mismos al sentirnos útiles y capaces, «porque servimos».

Ésta es una de las razones por las cuales el hombre se hace urbano. Pero hay que saber que la mayoría de los hombres en la gran ciudad no produce riqueza sino trabaja para controlar, consumir o intercambiar servicios. Y si sobrevivimos así, se entiende que es de lo ahorrado (o lo acumulado por la naturaleza y nuestros antepasados).

Recapacitar

El industrial no puede limitarse únicamente a fabricar o transformar sin hacerse estas preguntas:

1. ¿Qué está pasando con la materia prima que estoy comprando? ¿De dónde viene? ¿Qué sucede cuando se obtiene? ¿Se está renovando?

2. ¿Qué está pasando con el producto a la hora de ser transformado? ¿Qué desperdicios produce, hacia dónde van esos desperdicios, qué problemas ocasionan?

3. ¿Qué está pasando con mi producto a la hora de venderlo?

¿Resolví el problema? ¿Proporcioné un beneficio? ¿Cuando ya no sirve, se puede reparar o reciclar? ¿Y si no se puede reciclar, cómo o en qué lo puedo transformar?

4. Y sobre todo preguntarnos «¿mi trabajador, al transformar el producto mejora su poder adquisitivo tanto o más que la sociedad controladora demandante de su energía metabólica transformadora de recursos?».

La ética de los industriales no termina en la transformación del producto si no toma en cuenta las respuestas a estas interrogantes.

¿Qué no es más desarrollado un país que vive en armonía con su medio ambiente, que un país que tiene que industrializarse para resolver problemas de su abuso humano?

Mahatma Gandhi dejó el traje inglés para trabajar con su cuerpo y dar ejemplo, pero no pudo prescindir de los lentes. Los lentes, como muchas otras cosas inventadas e investigadas por el ser humano, han subido su calidad de vida, pero el exceso o abuso de industrias generadoras por la ley del menor esfuerzo, nos están asfixiando.

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