Energía

Energía a partir de cultivos agrícolas

El alcohol de caña, maíz o agave, es un combustible renovable que si se aprovechara beneficiaría a toda la industria que emplea motores de combustión interna. En el sector de energía eléctrica, por ejemplo, las termo-eléctricas podrían utilizar alcohol en vez de petróleo para la generación de 60 por ciento de la electricidad que requiere el país.

Además, el alcohol grado carburante deshidratado, que se utiliza en mezclas con gasolina, podría tener otras aplicaciones industriales ya que puede servir como base para pinturas, para mezclas con solventes industriales, para recubrimientos y un uso más amplio en cosmética y perfumería.

En este sector existe la tendencia a usar alcohol derivado de las rutas fermentativas, porque se presume que no tiene compuestos sintéticos tóxicos como otros solventes que se han empleado para ese mismo fin y que provienen de la síntesis orgánica.

Desgraciadamente, las posibilidades de México para reconvertir su industria y sus vehículos a un funcionamiento que no requiera de combustibles líquidos contaminantes, es todavía remota.

No obstante, según investigaciones del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), el alcohol tiene la ventaja de ser un combustible renovable. Siempre habrá campos de caña, de maíz o de agave, que dependen de la energía solar (fotosíntesis), la cual permite la transformación de una parte de ese material vegetal en alcohol. Por lo tanto, no es aventurado decir que se trata de un recurso renovable, el cual puede ser considerado como energía alternativa ecológica y económica de largo plazo.

En otros países han tenido buenos resultados, sobre todo en el sentido macroeconómico. Denver, Colorado (EU), fue uno de los primeros lugares donde se experimentó con alcohol carburante en mezclas con gasolina y se logró que los niveles de contaminación en la ciudad disminuyeran en forma notoria. Esto trajo buenos dividendos para una importante zona productora de trigo en Colorado y Kansas, al tiempo que se creó y desarrolló una tecnología emergente que benefició a una ciudad, con todos sus mecanismos urbanos, y al sector más rural de Estados Unidos.

Brasil, país que no produce gasolina, logró sustituir su importación de petróleo por la aplicación de alcohol. Actualmente, se encuentra en una fase de equilibrio, en donde utiliza una mezcla de etanol o gasolina. El etanol tiene más o menos un 22 por ciento de concentración en gasolina y permitió mejorar la atmósfera de Sao Paolo de manera notable.

En la ciudad de Estocolmo, Suecia, se emplea alcohol de desechos de la industria maderera, uno de los motores agroindustriales del país y que a partir de aserrín, transforman el material en azúcar, fermentándolo y produciendo alcohol. Entonces, gran parte del servicio de transporte público de la ciudad opera a base de alcohol.

En el caso de este país nórdico, las mezclas llevan una mayor concentración de etanol, ya que por el frío se necesitan combustibles con mayor poder de combustión y el alcohol así mezclado se quema mejor.

Reconversión de la industria automotriz

Hay variables como la temperatura que deben tomarse en cuenta para efectuar las mezclas. De esta manera, la composición óptima para Brasil, desde un punto de vista económico, debe ser de 22 por ciento de alcohol y el resto de gasolina.

Para vehículos automotores en general, la utilización de más de 25 por ciento de alcohol provocaría un problema de infraestructura, porque ningún motor de gasolina está construido para soportar niveles mayores de alcohol. Tal es el caso de México.

Suecia, por su parte, cuenta con motores muy distintos para sus vehículos y éstos operan con concentraciones de 85 por ciento, mientras que en Brasil los motores pueden quemar gasolina con 22 por ciento de alcohol y son muy parecidos a los que hay en la ciudad de México.

Para el uso de este energético hay muchos retos. Dos son los más importantes y centrales. Por el momento, no existe una tecnología simple y económica, que permita transformar residuos agrícolas con celulosa en azúcares y que no sea mediante la utilización de enzimas industriales.

México prácticamente no produce enzimas de este tipo, por lo cual se tendrían que importar pero serían muy caras. Entonces, según el Conacyt, el primer gran reto es producir las enzimas con microorganismos o con plantas por medio de biotecnologías que produzcan diferentes tipos enzimas: celulolíticas, celulasas, gilanasas, las cuales permiten transformar celulosa en azúcar.

El otro gran reto consiste en que muchos de los azúcares que se obtienen de un proceso de transformación de este tipo, no los puede producir una levadura para elaborar alcohol. Son azúcares extraños que sólo existen en los tallos de las plantas y que la naturaleza no previó que existieran en forma simple y no se pueden transformar en alcohol.

Grupos de investigación en biotecnología y genética de Estados Unidos, Suecia y Francia, han obtenido microorganismos capaces de consumir estos azúcares raros y los transforman en alcohol.

Por desgracia, México tiene un retraso de 25 años en ese campo de investigación, pero si desde ahora comenzamos a desarrollar dichas tecnologías, podríamos recuperar ese tiempo perdido y producir alcohol carburante a partir de la transformación de residuos agrícolas.

Hay que tomar en cuenta que los productores de caña atraviesan por una situación muy difícil, pues su producto tiene un destino exclusivo (en los ingenios azucareros), que son industrias muy grandes, muy caras, de mano de obra intensa y con el agravante de que son empresas estacionales que sólo operan en cierta época del año. Sin duda alguna, a los cañeros les gustaría saber qué hacer con su producto, al margen de los ingenios azucareros. Por ello, una posibilidad es que los cañeros monten pequeñas destilerías, las cuales necesitan una infraestructura simple y muy fácil de adquirir para la producción de alcohol.

De ponerse en marcha esta actividad, se generaría un efecto de ampliación de la producción de caña a zonas donde actualmente no se cultiva, pero donde habría un alto potencial, creándose miles de pequeñas empresas basadas en la transformación de caña integral.

Un ejemplo es la mixteca poblana (en el sur de Puebla), que históricamente produjo caña, pero que con el paso de los años quedó fuera de las rutas de comercialización del país, por lo que los ingenios azucareros desaparecieron, ello provocó el empobrecimiento de la mayoría de los pobladores del lugar. Las tierras agrícolas de la zona son potencialmente cañeras y la siembra de caña dejó de ser rentable por otras razones.

Con un esquema de producción de alcohol, estas zonas empobrecidas podrían generar una agroindustria emergente, basada en pequeñas empresas familiares. Así ocurrió en Brasil y podría también ocurrir en México.

Suscríbete al Boletín

PAÍSES QUE NOS ESTÁN VIENDO