Colaboraciones

Olas de calor en la ciudad de México

Norma Sánchez Santillán*

Durante los meses de abril, mayo y junio se registraron altas temperaturas en la ciudad de México. Incluso, la prensa escrita y varias radiodifusoras mencionaron que en el Metro capitalino se habían registrado temperaturas de 50 grados centígrados. Sin embargo, ¿es esto cierto? Es algo que exploraremos en el presente texto.

Características de una ola de calor
Como ola de calor se define al periodo de tiempo que abarca más de tres días, durante los cuales las temperaturas alcanzan o superan los 32°C. Este fenómeno se presenta en las grandes ciudades o centros urbanos, donde los edificios de concreto y el asfalto de las calles, por las características físicas del material con que está elaborado, acumulan durante el día el calor proveniente del sol y, en la noche, lo desprenden o disipan lo que contribuye a elevar las temperaturas nocturnas. Por otro lado, el calor generado por la inmensa cantidad de aparatos, maquinaria y autos, así como los gases que estos últimos emiten, aunado a la falta de áreas verdes, hacen que las temperaturas se incrementen proporcionalmente al tamaño de la mancha urbana provocando una situación de estabilidad atmosférica en la masa de aire adyacente, lo que dificulta la disipación del calor durante las horas nocturnas.

Dónde y cuándo se han registrado olas de calor
Las primeras olas de calor registradas en el mundo ocurrieron entre los años de 1934, 1935 y 1936, en diversas ciudades de Estados Unidos, donde fallecieron más de 15 mil personas y se alcanzaron temperaturas de 49°C, aunado a una pérdida de 80 por ciento de las cosechas de ese país.

Durante el verano de 2003 Europa marcó un récord en la historia, tanto por la intensidad de la ola de calor como por su duración; afectando Alemania (37.9°C), Dinamarca (32°C), Inglaterra (37.9°C), diversas ciudades de España, como Badajoz (44.8°C), Barcelona (37.3°C), Huelva (43.4°C) y San Sebastián (38.6°C), Portugal (47.3°C), Italia, Suiza, Austria y, particularmente, el sureste y este de Francia, donde las temperaturas alcanzaron valores superiores a los 40°C. En París, por ejemplo, durante el día se registraron 39°C, y durante la noche, 25.5°C.

En Francia se calcula que los fallecidos alcanzaron la cifra de 15 mil personas, inicialmente considerada la mayor cifra de Europa. España, por su parte, publicó en el informe emitido por el Centro Nacional de Epidemiología la cantidad de seis mil 500 decesos; Portugal reportó mil 316 e Italia 20 mil. Las muertes ocurrieron entre junio y septiembre, periodo durante el cual hubo reiteradas olas de calor. Globalmente, la ola de calor propagada por toda Europa dejó tras de sí más de 150 mil muertos.

En el verano de 2005, apenas dos años después, se registró otra ola de calor acompañada de una sequía considerable que afectó España, Francia e Italia. En estos países se decretó una alerta nivel 3 (máximo nivel en la escala), debido a que las sensaciones térmicas oscilaban entre los 38 y los 40°C, implementándose, por parte de los departamentos de protección civil de los gobiernos, mecanismos de información, además de un seguimiento exhaustivo a la población más vulnerable, para evitar las terribles pérdidas humanas ocurridas dos años atrás.

Hoy en día en el año 2010, la vulnerabilidad ante las olas de calor en las urbes a escala mundial se ha incrementado 50 por ciento, simple y llanamente por el crecimiento de la mancha urbana y la pérdida de áreas verdes, es decir, el cambio de uso del suelo. Estudios recientes efectuados por la Universidad Oxford, en el Reino Unido, señalan que las olas de calor responden en un 50 por ciento al cambio en el uso del suelo, como consecuencia de un cambio local en el comportamiento de las masas de aire adyacentes a las urbes, el 50 por ciento restante se debe a la variabilidad natural del clima cuya característica principal es la ciclicidad vinculada a, por lo menos, uno de los 18 grandes patrones de circulación de la atmósfera entre los que se encuentran los ciclos de actividad solar, El Niño y la Oscilación del Atlántico Norte.

Este esquema es el más eficaz para entender el comportamiento cíclico del clima y los efectos que las acciones humanas generan con el cambio de uso del suelo. El punto de partida es el conocimiento de la variabilidad natural del clima y, en segundo lugar, el efecto que la actividad humana provoca sobre las áreas naturales al transformar los ecosistemas en zonas urbanas. Sin embargo, la información que más está a la mano, es decir, la que los medios de comunicación nos brindan, en la gran mayoría de los casos está sacada de contexto, esto provoca un daño mayor sobre la población que no tiene los elementos para evitar daños mayores a su entorno.

Límites térmicos de las olas de calor

Nuestro cuerpo se mantiene a la misma temperatura, razón por la cual fisiológicamente se le denomina homeotermo, y es la capacidad que tenemos los humanos para termorregularnos mediante diversos mecanismos como la sudoración. La temperatura normal del cuerpo de una persona varía dependiendo de su sexo, su actividad reciente, el consumo de alimentos y líquidos, la hora del día y, en las mujeres, de la fase del ciclo menstrual en el que se encuentren. La Asociación Médica Americana señala que la temperatura de los humanos puede oscilar entre 36.5 y 37.2°C en condiciones sanas. El encargado de controlar la temperatura es el sistema nervioso, en partes específicas ubicadas en el encéfalo y en el cerebelo.

Golpe de calor

Las personas sufren de un golpe de calor cuando el sistema que controla la temperatura del cuerpo se sobrecarga y se desencadena el mecanismo de sudoración. Durante dicho proceso, los poros distribuidos en toda la piel liberan pequeñas gotas de agua mezcladas con sales que se encuentran en el cuerpo; cuando dichas gotas entran en contacto con el aire se evaporan y el cambio de estado de líquido a vapor libera calor, proporcionando una sensación de frescura y una disminución térmica. El promedio de pérdida de sudor durante una ola de calor puede llegar a ser de hasta 1.5 litros por hora, respecto a los 800 mililitros de agua que se pierden al día bajo una temperatura normal. Otro mecanismo de pérdida de calor es la vasodilatación; cuando la temperatura corporal aumenta, los vasos periféricos se dilatan y la sangre fluye en mayor cantidad cerca de la piel para enfriarse; por eso, después de un ejercicio fuerte y prolongado, la piel se enrojece ya que está más irrigada.

El primero aspecto que debe considerarse a la hora de evaluar las condiciones de confortabilidad es el carácter homeotérmico del cuerpo humano y la existencia de ciertos umbrales de tolerancia, fuera de los cuales se incrementa la sensación de malestar y pueden producirse efectos negativos para la salud; en el caso de las olas de calor, cuando se sobrepasan 0.6°C respecto a la temperatura normal del individuo. Para evitar esto, el organismo cuenta con un complejo sistema de regulación, que se encarga de corregir las desviaciones que se producen como consecuencia, bien sea de las condiciones externas al cuerpo humano, o de la propia actividad del hombre que pueda generar un exceso de calor en el interior de su organismo. Existen en nuestro cuerpo diversos sensores capaces de captar las variaciones térmicas que se producen en el medio ambiente y transmitir señales al cerebro con la finalidad de que se activen los mecanismos de corrección pertinentes. Dichos sensores están localizados en el hipotálamo y en la piel; el primero es un sensor de calor que comienza a actuar cuando la temperatura del interior del cuerpo sobrepasa los 37°C; en la piel se localizan los sensores de frío que se activan cuando la temperatura de la dermis cae por debajo de 34°C. Tanto uno como otro envían impulsos al cerebro, cuyo número depende de la intensidad y la rapidez con que se produzca el enfriamiento o el calentamiento. Cuando el aumento de la temperatura es notable (4ºC a 5°C) pueden ocurrir daños irreversibles en el cerebro y en otros órganos vitales.

La mayoría de las desgracias humanas durante una ola de calor se desencadenan porque las víctimas han estado sobreexpuestas al calor o han estado haciendo ejercicio físico demasiado fuerte para su edad y su condición física. Las características que presenta una persona con síntomas de golpe de calor son: una temperatura corporal extremadamente alta respecto a la normal, piel seca, caliente y roja, pulso rápido, dolor de cabeza, mareo, confusión y finalmente pérdida del conocimiento.

Enemigo invisible

Una ola de calor no es un enemigo visible, apenas se conocen sus movimientos y su efecto no se siente hasta pasado un tiempo. Ataca a sus víctimas lentamente, sobre todo a la población más vulnerable.

Ancianos, niños, individuos obesos y personas con determinadas enfermedades, como por ejemplo, con padecimientos coronarios. Sin embargo, también los jóvenes y las personas sanas pueden sucumbir ante una ola de calor. Existen diferentes situaciones durante estos eventos climáticos que pueden poner en riesgo nuestra salud como beber alcohol, hacer ejercicio físico en horas de máxima insolación o tomar medicamentos que alteren la habilidad del cuerpo para regular su temperatura, entre otras.

Formas de tratamiento frente a las olas de calor

Es importante estar informado acerca de cualquier evento natural que pueda ocasionar riesgos en la población, de manera que si además se conocen las medidas que se deben tomar ante ellos se evitarán males mayores e, incluso, irreversibles. En caso de sufrir una ola de calor haga las siguientes acciones:

1) Relájese, evite actividades estresantes y que requieran mucha actividad física, y por supuesto, no haga ejercicio al sol.
2) Beba abundantes líquidos, incluso si no siente sed, y de preferencia agua simple y fresca.
3) Quédese en el interior del inmueble y procure estar en un lugar donde pueda disfrutar de aire acondicionado.
4) Vístase con ropa ligera y con colores claros que reflejan la luz del sol.
5) Protéjase la cara y la cabeza del sol.
6) Evite una exposición prolongada al sol.
7) Cubra las ventanas por las que entre más sol con toldos, cortinas, persianas o productos especiales para evitar los rayos más dañinos del sol.
8) No consuma bebidas alcohólicas y cafeína en exceso.
9) Evite las comidas copiosas y coma más a menudo. Evite las comidas ricas en proteínas.
10) Nunca deje niños o mascotas solos dentro de un vehículo cerrado; esta clase de exposición al sol puede matar en sólo unos minutos.
11) Su familia debe estar informada de cómo actuar en estos casos; converse con ellos sobre este tema, antes que tengan lugar estas emergencias.

Por último, dos respuestas. Primero, en el Metro de la ciudad de México no se registraron temperaturas ni siquiera cercanas a los 50°C como difundieron algunos medios. De haber sido así, las muertes hubieran sido masivas e inminentes. Y, segundo, no es posible adjudicar la ocurrencia de olas de calor al cambio climático. Lo que está ocurriendo es un cambio exponencial en el uso de suelo, derivado de una mala planeación urbana, en el que se están sustituyendo los ambientes naturales por materiales con alta capacidad térmica como el hormigón y el asfalto. Esto no significa de ninguna manera que las actividades antrópicas estén modificando los patrones de circulación del complejo sistema climático del planeta.

* Departamento El Hombre y su Ambiente. UAM-Xochimilco

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