Biodiversidad

El apóstol del bosque

Una tradición de viernes ya constituía la columna de Adolfo Aguilar Zinser en el periódico Reforma. La última de sus colaboraciones en vida fue la del viernes 3 de junio sobre la magnitud de la miseria y la marginación; así como la gravedad de sus consecuencias, resulta significativamente elocuente respecto a su mayor preocupación y por la que lamentablemente no será precisamente recordado: el medio ambiente.

Recordemos que fue Aguilar Zinser quien le metió la idea a Vicente Fox que los bosques y las aguas eran un asunto de prioridad y emergencia nacional y defenderlos era tanto como salvaguardar la patria, y esta inquietud, por cierto, la venía manejando desde su época como senador. El nieto de Miguel Ángel de Quevedo bien lo había aprendido de su abuelo. Un ya legendario forestal, el doctor Jesús Veruete, comentaba en los tiempos de la transición política que no pensaba en un mejor candidato para dirigir la Secretaría de Medio Ambiente que quien fuera consejero de Seguridad Nacional. El otro candidato más que idóneo, perfecto, para el doctor Veruete, era su viejo amigo José Sarukhán. Finalmente, ninguno de los dos fue secretario de Estado como tampoco se concretó la idea de que los bosques son un asunto de la mayor atención para el gobierno.

De cualquier manera el legado, junto con muchos otros, de este hombre brillante tiene que ser aquilatado e integrado en la estructuración de una vislumbrante y reciente escuela de pensamiento: la de las prioridades ambientales sobre las emergencias económicas y políticas para preservar no tanto la ecología sino el propio basamento de la civilización humana.

Y decíamos que su último artículo es premonitorio de un legado que bien ya merecería el inicio de su estudio y organización por parte de los analistas. El Tsunami social es una de esas preciosas piezas de la orfebrería del buen ensayo, aquel que se aleja de la simple opinión, integra las fuentes de mayor soporte y contextualiza no sólo desde la óptica del panorama nacional sino de los paradigmas globales.

Y así parte del hecho de que luego de 10 años en el Banco Mundial su ex director James D. Wolfensohn en entrevista periodística bosqueja su testamento político de quien estuvo al frente de una de las instituciones internacionales más poderosas y mejor informadas del mundo. Wolfensohn asegura que la pobreza es el más grave problema que amenaza a la humanidad ante la apatía de los países ricos y la falta de voluntad política de los líderes de los países en desarrollo.

Aquí se remarcan las cifras y datos que más angustian a Aguilar Zinser ante un panorama mexicano en el que claramente se identifican las fallas sentenciadas por Wolfensohn “que no han asumido la responsabilidad de ubicar en el centro de su mandato la búsqueda de la igualdad y la justicia social”. En los próximos 25 años, dijo Wolfensohn, dos mil millones de personas más arribarán al planeta y todas, con excepción de 50 millones, nacerán en el mundo en desarrollo. La distorsión en que distribuimos el gasto continuará, es decir, 100 mil millones de dólares al año en partidas militares y entre 50 y 60 mil millones de dólares en desarrollo. Y aun así se cree que estamos ayudando a preservar la paz.

El hartazgo de los pueblos podría acabar expresándose en las calles y no en las urnas. La iniquidad y la injusticia sociales son asuntos globales que si bien su combate no atrae votos en elecciones nacionales, son como una marea, como un tsunami, que se aproxima y que es inevitable. Su advertencia es de plazo más largo que la de un tsunami, pero es una ola que viene y realmente debemos de hacer todo lo que esté de nuestra parte para evitarla. Estoy convencido de que no estamos haciendo lo suficiente. Es algo real. No estoy hablando como soñador. Lo digo por convicción.

En su despedida Wolfensohn habló así, no como el cauteloso, mesurado y optimista banquero, jefe de la institución de crédito más influyente del mundo, sino como un líder político o un intelectual de izquierda.

Pero lo dicho por Wolfensohn nada tiene de ideología ni retórica. Después de 10 años de ver en acción infinidad de programas, de ensayar recetas, de sugerir o imponer medidas económicas, él debe saber mejor que nadie la magnitud de la miseria y la marginación y la gravedad de sus posibles consecuencias, pero sobre todo, debe estar bien enterado de lo que hacen o dejan de hacer los políticos para combatirla. Su diagnóstico y sus advertencias están en efecto respaldados por un caudal abrumador de datos, por las opiniones e informes de infinidad de especialistas, pero también sustentadas en su conocimiento personal y directo de prácticamente todos los líderes del mundo y de sus equipos políticos y técnicos de trabajo, resalta por su parte Aguilar Zinser.

Su preocupación, el medio ambiente

. .A su vez el desaparecido embajador apunta la pertinencia de las advertencias del Banco Mundial no como un órgano controlado por las potencias económicas que más contribuyen a su fondo, sino como el organismo con el mejor sistema de información y evaluación económica del mundo, mejor quizá que el Fondo Monetario Internacional, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, la CIA o el Departamento del Tesoro de Estados Unidos.

Su función no sólo consiste en repartir dinero para proyectos de inversión pública, sino en medir y valorar, con sus propios instrumentos, las verdaderas condiciones de las economías de los países que le soliciten créditos y juzgar sin miramientos la capacidad de los gobiernos para utilizarlos. El Banco Mundial sabe cuánto dinero se roban los políticos, cuántas mentiras dicen y cuántas verdades ocultan. Lo dicho por Wolfensohn es un condensado de lo que sabe y un juicio de lo que piensa. Se trata de un claro llamado de atención que pone de manifiesto que la humanidad padece males que, de no revertirse, serían catastróficos y de impacto universal.

Y aquí Aguilar dirige las opiniones del banquero hacia sus propias intenciones de preocupación ecológica al poner el acento en la declaración de que “si comparamos la manera en que se diferencia el mundo de hoy con el de hace mil años, diríamos que las comunicaciones en todas sus formas nos unen más. El siguiente nivel que nos vincula es el medio ambiente. El tema del calentamiento global y el uso de los recursos. En los próximos años la escasez de agua será para el mundo lo que hoy es el calentamiento global. El problema de la salud, empezando con el sida, la delincuencia, el narcotráfico y las finanzas, todos se han vuelto problemas globales. En medio de todo esto, la pobreza seguirá creando grupos de gente que se volverán cada vez más bárbaros, decepcionados y radicales”.

Aguilar Zinser, por su parte, nos advierte: Nunca antes en la historia de la humanidad había sido tan necesaria, tan justificada e inevitable la acción colectiva de los estados, la concertación multilateral de voluntades políticas entre las naciones, la acepción urgente de responsabilidad, compromisos y tareas conjuntas. Resulta desconcertante que al tiempo que Wolfensohn advierte sobre la falta de voluntad genuina de los países ricos para combatir la pobreza mundial, se haya dicho un rotundo no a la Constitución Europea. Los motivos de este rechazo son múltiples, algunos relacionados con política doméstica, ajenos al tema de la integración. Sin embargo, hay evidentemente también un intenso trasfondo aislacionista de las sociedades europeas, un miedo y un rechazo a asumir las responsabilidades colectivas que entraña la reciente ampliación de la Unión, una xenofobia nada disfrazada, ante la llegada a Europa de inmigrantes pobres procedentes principalmente de Asia y África, y un enconchamiento que delata la creencia de que las sociedades pueden valerse por sí solas y sustraerse voluntariamente de los fenómenos de la globalización que les son indeseables.

“Espero que los gobiernos enfrenten el problema a tiempo, canalicen el descontento por la vía electoral y logren que el cambio sea pacífico. Wolfensohn ve con optimismo que sea (Luis Inácio da Silva) Lula quien gobierne Brasil, lo cual revela que al ex director del Banco Mundial no le asusta e incluso alienta, la llegada de un candidato de izquierda, como (Andrés Manuel) López Obrador a la presidencia de México. ¿Lo conocerá?”

Con esta pregunta concluye el último párrafo de Adolfo Aguilar que expresa su abierta inquietud por los destinos latinoamericano y nacional siempre tan cerca de su corazón, aquel que dejó de latir en tierras tepoztecas las tarde del domingo posterior a que se publicara el Tsunami social.

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