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La incipiente permacultura en México

La permacultura es el diseño de hábitats humanos sostenibles, mediante el seguimiento de los patrones de la naturaleza, que busca satisfacer necesidades básicas como aire, agua y alimentos limpios, vivienda apropiada, así como el uso de tecnologías y principios ecológicos aplicados a la agricultura.

Este concepto se ha venido realizando en México desde hace años, mediante el desarrollo de ecotecnias y el diseño y construcción de ecovillas, asentamientos humanos que procuran causar el mínimo impacto a su entorno por medio del uso de mate-riales locales y técnicas tradicionales de construcción.

Pionero en este campo es el Grupo para la Educación y el Desarrollo Sustentable, AC (Grupedsac), una organización que empezó a trabajar en 1987 y que tiene como misión educar, capacitar y llevar a cabo acciones que contribuyan al desarrollo de sociedades sustentables.

La agrupación recientemente organizó un curso de diseño de ecovillas, impartido por Max O. Lindegger, creador de la ecovilla Crystal Waters, ubicada en Australia, y maestro con amplia experiencia en el campo de las ecotecnias.

El interés por las ecovillas está creciendo rápidamente alrededor del mundo, destacó Lindegger en entrevista con Teorema Ambiental. Hoy en día las ciudades no son lugares sanos para vivir, por ello la opción de vivir en el campo, en donde además resulta más barato, está llamando la atención de miles de personas en el mundo.

México tiene condiciones especialmente favorables para el desarrollo de ecovillas, debido a la gra-ve contaminación que padecen las ciudades y a la posibilidad que las personas tienen para cambiar el estrés urbano por una vida tranquila en el campo.

Lindegger, un ingeniero mecánico que desde hace más de 20 años trabaja en el campo de la agricultura orgánica y en la construcción y diseño de viviendas con bajo impacto ambiental, es un convencido de que las ecovillas son una opción viable para frenar el deterioro del medio ambiente.

“Construir una casa en una ecovilla es igual de costoso que una vivienda regular de concreto y acero, sólo que si no se utiliza cemento se deja de fomentar una industria que produce contaminación y consume una gran cantidad de energía en sus procesos”, dice el australiano.

De hecho, una casa construida con tierra puede durar en buen estado más de 200 años y cuando ya no se utilice, se integrará con la tierra evitando un impacto a su entorno natural.

Por su parte el jefe de proyectos de Grupedsac, Juan Casillas Pintor, destacó que las técnicas de construcción de viviendas con tierra o paja son accesibles para las personas que cuentan con conocimientos básicos de construcción y representan un ahorro económico respecto a las viviendas construidas con cemento.

Además, comenta que si a la vivienda se le agregan sistemas para el tratamiento y captación de agua, generación de energía eléctrica y cultivos de hortalizas el ahorro económico puede ser mucho mayor, a la par de un impacto ecológico mínimo.

El Grupo para la Educación y el Desarrollo Sustentable, agregó, es una organización dedicada a promover las técnicas de ecoconstrucción y el concepto integral de permacultura. Actualmente cuenta con dos Centros de Aprendizaje e Intercambio de Saberes (CAIS) uno en Piedra Grande, Huixquilucan, Estado de México, y otro en Ejutla, Oaxaca, construidos con tecnologías alternativas y que constituyen una maqueta viva para el aprendizaje donde se favorece la formación de una cultura ambiental, se genera una sensibilización con respecto al entorno y se promueve una renovación ética respecto a las relaciones hombre-naturaleza.

Soluciones a la problemática socioambiental

El mundo de hoy está en una situación en que la relación económica, política y ambiental no funciona armónicamente. Sus signos: el exceso de contaminación, la sobreexplotación de la naturaleza, las diferencias abismales entre las personas excesivamente ricas y las excesivamente pobres, el desperdicio y mala distribución de los alimentos en un escenario de hambrunas.

Estamos en el momento en que la situación de crisis planetaria hace cuestionar los procesos y los sistemas sociales, tecnológicos y espirituales. Una de las conclusiones que se han formulado es tomar otras formas espirituales, filosóficas, morales, políticas y económicas para entablar relaciones armónicas con la naturaleza, que permitan que ésta no se agote y, mejor aún, que se restaure y los ecosistemas naturales crezcan y sean más, que las relaciones sociales sean más justas y la iniquidad económica disminuya y, todavía mejor, que sea justa y todos tengamos lo que necesitamos para vivir sanos, bien alimentados, protegidos de los extremos naturales, desde el ardiente sol, hasta los temibles huracanes y las fuertes heladas.

Las distintas propuestas para restaurar al mundo coinciden en retomar las formas ancestrales de relacionarse con la naturaleza para intentar tener mejores vínculos entre los humanos y nuestro ambiente, utilizando las actuales herramientas. Ahora las distintas corrientes ecologistas y ambientalistas plantean la necesidad de regresar a la elaboración y consumo de productos orgánicos, sin fertilizantes químicos, pues es mejor para la salud y el ambiente, como lo hicieron por miles de años nuestros antepasados campesinos.

Otras propuestas sugieren construir con adobe, un ladrillo hecho con lodo y hierba de la región y secado al sol que no requiere gastar grandes cantidades de energía ni implica contaminar el ambiente, y que además brinda una protección más térmica a la vivienda y es armónico con el entorno.

También se propone no utilizar agua para deshacerse de los excrementos, sino hacer letrinas secas de las que además se puede obtener abono para las plantas. Mientras que en las zonas urbanas se propone encauzar el agua del lavamanos y regadera a la caja del excusado y poner en práctica la captación de agua de lluvia en los techos y azoteas.

Los planteamientos filosóficos dicen que ya entramos en una nueva era de la humanidad, que pasamos de modernidad a la posmodernidad.

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