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Edifican “Casita Mágica” en Puebla

Una mezcla a base de excremento de asno, cal y tierra, los materiales

Un proyecto impulsado por el fallecido arquitecto Antonio Garza Sastré, transformó la vida de una familia del municipio de Izúcar de Matamoros al ser concretado por un grupo de alumnos del Tec de Monterrey de los campus Chihuahua, Puebla y Saltillo.

Se trata de una vivienda de 120 metros cuadrados en dos niveles hecha con materiales de la región a la que el artista plástico Benito Martínez, le imprimió en la fachada de la cocina y los cuartos pinturas que reflejan la historia de la familia, sus sueños y aspiraciones.

El doctor Antonio Garza Sastré, recientemente fallecido y quien fuera líder y principal promotor de este proyecto, lo llamaba así porque más que ser un trabajo de clase, transformó la vida de una familia del municipio de Izúcar de Matamoros que vivía en condiciones de precariedad y hacinamiento, y logró convertirse en un “antídoto contra la miseria y la pobreza”.

Toño, como le decían sus amigos, aceptó la propuesta de construir una casa hecha con materiales procedentes de la región, como el carrizo y la palma silvestre.

En tres semanas el grupo que integró el doctor Garza Sastré edificó una vivienda de 120 metros cuadrados en dos niveles, con cinco cuartos, estancia cocina, baño exterior y jardín.

Vivienda digna e innovadora

La magia también se hizo presente cuando los alumnos tuvieron que aprender una nueva forma de construir.

“La Casita Mágica” fue construida en un mes bajo el precepto de “valores vernáculos”, que implica utilizar los materiales disponibles en la región en la que se construye y que se desarrolla a partir de la tradición.

Así el carrizo sirvió para construir la estructura de techo y camas, y el revocado de los muros se realizó con la “quincha”, una mezcla a base de excremento de asno, cal y tierra, que posteriormente se apisonó con ayuda de los alumnos y la familia.

La palma se utilizó para cubrir el techo y formar las paredes del interior. Para su uso fue necesario emplear el tejido patentado por el licenciado Armando García Azcué, quien fue el proveedor de este material y proporcionó la técnica que emplea en su negocio particular en el municipio de Izúcar de Matamoros.

Para las camas, la escalera que lleva al segundo nivel y las estructuras de muros y techo, los alumnos emplearon una técnica de costura de hilo de bambú que permitió unir las piezas que las conformaban.

El elemento estético también está presente en los murales que realizó el artista plástico Benito Martínez, que imprimió en la fachada de la cocina y los cuartos a partir de conocer la historia de la familia, sus sueños y aspiraciones.

Además de los elementos técnicos y estéticos, el proyecto resuelve las cinco líneas de precariedad que la organización mundial UN-Habitat establece para clasificar a una vivienda como “no digna”.

Por su parte Juan Carlos Loyo comenta que “La Casita Mágica” se concibe como una respuesta a las condiciones económicas, culturales y climáticas del entorno donde se construyó.

Y es que el también egresado de la carrera de arquitecto del campus Monterrey, aplicó la experiencia adquirida en proyectos de vivienda social y colectiva que ha realizado en Estados Unidos y la India bajo la dirección de Valkrishna Doshi, así como los proyectos de su propia firma en los que estudia y utiliza los sistemas vernáculos de construcción para la producción de obras contemporáneas.

Experiencia transformadora de vida

Para la familia Sánchez, integrada por doña Ángeles y sus hijos Sulema, Luciano, Erlinda, Rosalinda y Christopher, con edades que van desde el año y medio hasta los 18 años, su nueva casa representa un futuro prometedor y mucha felicidad.

Doña Ángeles trabaja en el área de limpieza de la Universidad Tecnológica de Izúcar de Matamoros y cuenta con poco tiempo para atender a sus hijos, “por lo que casi todo el día están solos, pero con la nueva casa me siento más tranquila porque sé que están seguros y que no se mojarán ni pasarán mucho calor”, dice.

Sulema, de diez años, se acuesta sobre su nueva cama hecha de carrizo y comenta: “Soy feliz con mi cama y ver las estrellas con Rosalinda en el piso de arriba.”

Con información del Tecnológico de Monterrey

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