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De cara a la Fase 3, IMSS requiere más monitores de signos vitales

Su Dirección de Administración informó que médicos y enfermeras de los servicios de urgencias, atienden a pacientes con probables síntomas de COVID-19 sin las herramientas mínimas

Teorema Ambiental/Redacción

Ciudad de México, 14 de abril de 2020.— El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) admitió que sus instalaciones requieren de cuatro mil 121 monitores de signos vitales para atender de manera más segura en los servicios de urgencias de las unidades médicas a personas que posiblemente se hayan contagiado de COVID-19.

La Dirección de Administración del organismo público reveló que por esta situación, médicos y enfermeras de sus servicios de urgencias, primer filtro con los pacientes, trabajen sin las herramientas mínimas para valorar al paciente desde su llegada.

Estos aparatos hacen falta para abastecer en parte o totalmente a las mil 61 unidades médicas que dan el servicio de urgencias: 803 del primer nivel, 231, de segundo, y 27, de tercero, lo que complica la primera evaluación como lo establece el Triage, que es el proceso de clasificación de los pacientes que acuden a urgencias hospitalarias y que son de gran necesidad ante la pandemia, con un alto riesgo de contagio para el personal de salud.

De acuerdo con una investigación realizada por El Universal, en estos hospitales los pacientes son auscultados y diagnosticados mediante métodos manuales, así como la experiencia y sensibilidad del personal médico.

Esto ha provocado una mala priorización y una calidad inaceptable del servicio proporcionado al derechohabiente para la atención de sus padecimientos y hay confusiones entre pacientes con coronavirus y neumonía atípica, lo cual también ha afectado las cifras oficiales de casos positivos presentadas por la Secretaría de Salud.

El protocolo sostiene que para poder determinar qué paciente atender primero, el Triage permite evaluar rápidamente y seleccionar y estratificar a los pacientes con base en su estado clínico y pronóstico, lo que reduce los tiempos de espera para recibir atención, con base en el nivel de gravedad y no en el orden de llegada.

Con estos monitores, “el proceso de asignación de la prioridad para la atención médica de un paciente toma más de cinco minutos, sin importar lo que declare el paciente pues muchas veces tienen diferentes estados de conciencia para su atención médica, pero a la vez evita una mala priorización de casos médicos para su atención por fallas en los monitores o demora en la priorización de casos para su atención por poca capacidad de respuesta de los monitores”, señala la evaluación.

Un monitor de signos vitales detecta, procesa y despliega en forma continua los parámetros fisiológicos de los pacientes, como presión arterial, frecuencia cardiaca, respiratoria, temperatura, saturación de oxígeno, entre otras, y cuenta con un sistema de alarmas cuando detecta algún parámetro anormal en el paciente.

Desde 2019, el IMSS solicitó mil 407 millones de pesos para adquirir los cuatro mil 121 monitores de signos vitales que serían distribuidos en sus diferentes instalaciones del país.

Los recursos serían aportados por el Instituto, pero necesitaban la autorización de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) para ejercerlos, pues se trata de una entidad de control directo por parte del Estado.

Sin embargo, el desembolso no fue autorizado en ese año ni tampoco estuvo contemplado en 2020, de acuerdo con el Presupuesto Programático del IMSS 2020 aprobado por el Congreso y la SHCP.

El IMSS reiteró la importancia de contar con estos equipos puesto que la toma de signos vitales es parte de la asignación de la prioridad de atención médica y se realiza mediante el esfigmomanómetro analógico, oxímetros de pulso, estetoscopios o termómetros para estimar el nivel de gravedad y su priorización.

Mientras que con los procesos actuales, esta evaluación inicial del estado de salud se realiza de manera manual, se evalúan los signos vitales de manera separada y tienen un margen de error alto, lo que provoca una mala priorización de los pacientes, por una mala transcripción. Esto incrementa el riesgo de que las afectaciones por las que acuden los derechohabientes se agraven.

La falta de estos equipos no solo afecta a la gente que acude a este servicio médico para tratarse síntomas de COVID-19, sino también a 18 millones 236 mil derechohabientes que acudirán de manera estimada al IMSS durante el año en curso.

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