Legislación Ambiental

Uzbekistán vive hoy morbilidad sin precedentes

El desastre ambiental que vive Uzbekistán es legado de la época en que este país de Asia central formaba parte de la Unión Soviética, cuando hubo una campaña masiva para producir algodón, un importante generador de ingresos, y se comenzaron a utilizar fertilizantes artificiales en grandes cantidades.

Uzbekistán no logra sobreponerse al desastre ambiental; las necesidades básicas de salud son evidentes en una población de 26.3 millones de personas, en especial por el impacto del desastre del mar Aral, que ha provocado numerosos casos de tifus, enfermedades respiratorias, cáncer y tuberculosis. Los médicos hablan de deformidades y las atribuyen al daño genético causado por los productos químicos usados en el pasado.

En Uzbekistán, hablar de los Objetivos de Desarrollo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para el Milenio —una serie de compromisos asumidos por los gobiernos en 2000 para reducir la pobreza, el hambre, la mortalidad infantil y materna, y promover la sustentabilidad ambiental, entre otras cosas— resulta totalmente extraño.

En los años sesenta, la Unión Soviética ordenó a Uzbekistán que desviara aguas de dos ríos del mar Aral, el cuarto más grande en el mundo. El fin era irrigar extensas áreas que habían sido transformadas en campos de algodón.

Para cultivar algodón se usaron enormes dosis de fertilizantes químicos, pesticidas y defoliantes, que se filtraron hacia las aguas subterráneas y alcanzaron las cuencas de los ríos. La población usaba esa agua para beber y cocinar, y así contrajo las enfermedades.

En la década de 1980, la cantidad promedio de fertilizantes químicos empleada en cada hectárea de tierra agrícola en Uzbekistán superaba los 300 kilogramos, casi tres veces la cantidad promedio de toda la Unión Soviética.

Como resultado, la superficie del mar en la región Aral disminuyó casi a la mitad de su tamaño original, el agua se volvió salobre y su volumen se redujo en tres cuartos. Los bancos de pesca casi desaparecieron, y las pasturas que dependían de las aguas de ese mar también se redujeron.

Extensas porciones de tierra se transformaron en desierto, y algunos dicen que este proceso continúa. Los ríos Syr y Mu quedaron llenos de agroquímicos. Hoy, los vientos anuales de Asia central y Europa occidental traen la sal residual del lecho del mar, seco y tóxico, con pesticidas y metales pesados. Es un problema que trasciende fronteras, empezando por el vecino Kazajistán.

Fuente: Inter Press

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