Legislación Ambiental

Militarización

Cuando en 1986 Gorbachov propuso a Reagan la eliminación final de las armas nucleares para el año 2000, la humanidad tenía la oportunidad única de desembarazarse de una amenaza que atentaba contra la viabilidad de la vida en el planeta. Entonces Estados Unidos desechó la propuesta, ¿pero por qué habría de desecharla cuando la mayor amenaza de esos tiempos se estaba rindiendo? Quizá porque esta carrera armamentista es una búsqueda por controlar el poder, no es para defenderse del enemigo totalitarista y malvado, es una guerra contra la humanidad, contra cualquier pueblo que trate de liberarse del saqueo por parte de corporaciones o estados, contra cualquier villa que reclame su legítimo derecho a escoger la forma de autogobierno que más le plazca.

Quince años después, con 39 mil ojivas nucleares por parte de Rusia, cerca de 20 mil por Estados Unidos y la proliferación de países que ya cuentan con la bomba atómica, los pueblos del mundo y sus hábitats son los grandes derrotados, en una guerra donde ellos parecieran los enemigos a aniquilar.

A casi tres décadas de la caída del temido enemigo comunista, las esperanzas por vivir en un lugar seguro se han ido desvaneciendo, muy al contrario los instrumentos de exterminio se han perfeccionado cada vez más y es que la búsqueda del poder mundial que implica acaparar mercados y controlar formas de producción se encuentra indisolublemente ligada a la carrera armamentista, al terrible sistema de destrucción y reconstrucción.

Las armas del terror

Actualmente existe arsenal para destruir la Tierra al menos 40 veces, pero la investigación sigue avanzando en técnicas más novedosas y poco conocidas.

Desde las letales armas químicas, como el llamado “agente naranja” usado en la guerra de Vietnam para la defoliación de las selvas cuyos efectos han sido terribles e incalculables en la población local, en los suelos y en los animales, pasando por las menos conocidas armas bacteriológicas, que por su letalidad no se constriñen a un territorio determinado, sino que pudieran diseminarse exterminando la vida a su paso, o las ya conocidas armas convencionales que rápidamente cubren el planeta y cualquiera pudiera tener acceso a ellas, o ¿qué tal las armas de haces de partículas? ¿O las de haces de microondas? Diseñadas para atacar misiles en vuelo pero de las que se desconoce sus efectos.

De entre todo este panorama de terror surge un arma aún más diabólica, la denominada HFARP (High Frecuency Auroral Research Program), la cual se cree ya ha sido probada en Gokoma, Alaska, y consiste en “un sistema de antenas de gran potencia capaces de crear modificaciones locales controladas en la ionosfera”. Esto quiere decir que es capaz de alterar los patrones climatológicos de forma selectiva, produciendo con esto inundaciones, sequías o desviando huracanes o tormentas, esto con total desconocimiento del enemigo.

¿Dónde y con quiénes son probadas estas armas?

Los asentamientos de grupos indígenas o aborígenes son vistos muchas veces como “tierra de nadie” por las potencias, y es ahí donde se han llevado a cabo casi todos los ensayos de armas nucleares. Por eso todas las guerras de los poderosos afectan directamente a estos pueblos: de sus territorios extraen materias primas para armas de destrucción masiva, instalan bases militares y obligan a sus pobladores a abandonar sus tierras para que se realicen pruebas nucleares.

En el Pacífico sur, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia han arrojado más de 200 bombas nucleares. Tan sólo en las alguna vez paradisiacas islas Marshall se han detonado cerca de 66 bombas, 14 islas quedaron inhabitables y seis completamente destruidas. El nacimiento de niños muertos o con malformaciones, aparte de la devastación de las tierras, las enfermedades, la contaminación de los mantos acuíferos, son asuntos minimizados por las potencias en aras de la hegemonía global.

Del otro lado del mundo, los pueblos inuit e innu en Canadá, que son los custodios de uno de los rebaños más grandes del mundo, el de los caribúes, han lidiado una guerra con las más poderosas potencias. Desde 1980 las fuerzas aéreas de la OTAN empezaron a hacer vuelos rasantes sobre tierras innu que ahora son un campo de entrenamiento para cazabombarderos que vuelan a 900 kilómetros por hora a tan sólo 30 metros del suelo. La población de animales ha disminuido debido a que constantemente se ven apabullados por el ruido y la contaminación producida.

El mundo gasta cada año alrededor de 900 mil millones de dólares en armas. Esta carrera demencial es una competición contra la vida, y si no se hace algo por darla a conocer, por detenerla, por presionar a los gobiernos, el futuro entonces se muestra funesto para todos los que habitamos este planeta.

Fuentes de información:

Bonilla Arturo et al, Conflicto geoestratégico y armamentismo en la post guerra fría, Ed. UNAM, 1999, 215 pág.
Burger Julian, Atlas Gaia de Aborígenes: Para un futuro de los pueblos indígenas, Ed. Celeste, 1990, 191 pág.
Moore Michael, Estúpidos hombres blancos, Ediciones B, 2003, 287 pág.
http://www.argenpress.info/nota. asp?num=022414el

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