Entre las muchas limitantes que existen en el campo para su sano desarrollo, la más grave es la desorganización que aqueja tanto a productores como a las instancias que se supone fueron creadas para promover su avance.
Por lo tanto, una de las primeras medidas que en mi opinión deberían establecerse es la redefinición del rumbo que tendrán que adoptar las diferentes comunidades del país y al mismo tiempo insertarse en un plan de desarrollo global. Es decir, se trata de integrar las propuestas regionales de crecimiento individual.
La estrategia que debe diseñarse se basaría en la productividad de cada participante, de tal suerte que la responsabilidad y la eficiencia serían las mejores herramientas para romper con el lastre burocrático (léase ineficiencia) que tanto daño le ha hecho al país. Es importante dejar atrás la insistente búsqueda de culpables sobre los grandes problemas nacionales.
Hasta el día de hoy, la constante ha sido el que los principales actores del campo buscan culpables, en lugar de resolver los problemas inmediatos y de corto plazo.
Dentro de un amplio universo de empresas en bancarrota, también existen organizaciones y pequeñas empresas rurales que han logrado obtener importantes crecimientos, gracias a que ponen énfasis en aspectos como la capacitación de su personal, en la revisión de métodos de producción y en analizar los mercados. El perder el tiempo en marchas, plantones o protestas, se lo dejan a otras empresas.
