Legislación Ambiental

Apertura 2003 invasión silenciosa al campo mexicano

En los últimos tiempos, Estados Unidos fraguó una de las invasiones más sigilosas de su historia. Sin hacer un solo disparo y sin apropiarse de territorio mexicano, como en 1847, esta nación preparó un “ejército” de agricultores, equipado con fuertes subsidios, dispuestos a cruzar el Río Bravo para invadir y posicionarse de los mercados agropecuarios de nuestro país. Así, el agro nacional ante la ausencia de respaldo del gobierno de México –incluso con su complacencia- sucumbe y no tiene capacidad de respuesta. Ha sido un proceso largo. Una confrontación desigual. Silenciosa.

Las líneas mexicanas están integradas por 8.6 millones de personas que se dedican a la actividad agropecuaria, mientras que del lado estadounidense el número asciende a 2.9 millones, sólo que mejor equipados en infraestructura y con un fuerte blindaje económico, donde sobresalen los subsidios por 18,000 millones de dólares por año. En México estos apoyos alcanzan los 2,284 millones de dólares anuales. El monto de apoyo para un productor mexicano es de 720 dólares, su homólogo estadounidense recibe 20,800 dólares.

A simple vista es una “batalla” desigual. La realidad refiere al enfrentamiento entre David y Goliat o la carrera de Aquiles contra la tortuga; con una historia invertida.

Las diferencias estructurales son notables: mientras que en territorio mexicano la superficie sembrada es de 21 millones de hectáreas, en Estados Unidos suma 129.7 millones. Cada agricultor mexicano siembra 2.5 de hectáreas en promedio y un estadounidense 44.4. La disponibilidad de agua de la nación mexicana es de 4,900 metros cúbicos contra 10,000 metros cúbicos por habitante al año de su vecino país del norte.

El valor de la producción agropecuaria en México es de 32.7 millones de dólares y del lado estadounidense de 225.5 millones de dólares, informó recientemente Andrés Rosenzweig, director de Apoyos y Servicios a la Comercialización Agropecuaria (Aserca).

Sumado a esto, en México hay una marcada diferencia entre los agricultores del norte y del sur. Sólo 3.1 millones de productores son dueños de su tierra, unos 900,000 no la poseen y 6.6 millones son trabajadores sin tierra, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI).

La carencia en el campo mexicano ha llegado a tal grado que en algunas zonas semidesérticas mexicanas los pobres del sector rural volvieron a ser nómadas. Los recolectores de lechuguilla -producto con el que se obtiene fibra— o de candelilla –de la que se extrae cera natural- en estados como Coahuila o San Luis Potosí cada vez tienen que caminar distancias más lejanas para encontrar esta materia prima, que obtienen luego de prolongadas jornadas de trabajo y por las que reciben un pago mísero. A diferencia de otros lugares donde abunda el agua, como Chiapas, en el semidesierto el lograr un cultivo es casi una hazaña, por supuesto sin tecnología. Es sólo un ejemplo de las desigualdades entre ambos bandos.

Como resultado de estas diferencias entre productores mexicanos y estadounidenses y las agresivas estrategias para ganar mercados en un mundo globalizado, hoy las empresas transnacionales estadounidenses representan 80 por ciento del total en el sector agroalimentario mexicano. Las importaciones de granos, carne, lácteos y productos procesados han crecido desorbitadamente. No hay un hogar mexicano donde los productos de ese país no se consuman. Hasta en los lugares más apartados están presentes.

Existe temor de los agricultores aztecas de que con la apertura en 2003 de casi todo el sector agropecuario el “bombardeo” de productos estadounidenses se incremente aún más que en los últimos años y los eslabones más débiles terminen por sucumbir. Los productores de granos, maíz, trigo, sorgo, cebada; de piña y coco; de lácteos o carne bovina y porcina, hasta los avicultores -quienes han tenido constantes crecimientos-, advierten los riesgos de abrir las fronteras. Las protestas de los agricultores han llegado hasta el ombligo de México y al parecer continuarán.

El proceso de la apertura comercial en el sector agropecuario ha representado para los mexicanos un costo económico de por lo menos 120,000 millones de dólares, señala el reconocido economista José Luis Calva, quien desde 1994 advertía sobre el peligro de la apertura comercial en el marco del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) para el campo mexicano, principalmente con Estados Unidos, ya que fue mal negociado y se dejó a los productores mexicanos desprotegidos, sobre todo en el cultivo de granos.

Calva dice que “sinceramente quisiera haberme equivocado”, pero la situación con el proceso de apertura ha rebasado los peores escenarios que antes planteó.

El especialista refiere que “hay una diferencia entre el pragmatismo aplicado en política agropecuaria en Estados Unidos versus la visión neoliberal de México, donde se eliminaron los precios de garantía o soporte, bajo la idea de que había que dejar al mercado y a los agentes privados la generación de los alimentos”.

“Asistimos –apunta José Luis Calva- hacia una liberación abrupta del comercio exterior y al desmantelamiento brutal de la inversión y el gasto público en fomento agropecuario. Hoy ejercemos en inversión pública para la agricultura 4.3 por ciento, cifra menor respecto de lo ejercido al inicio de la década de los ochenta. En fomento agropecuario el gasto global se ha reducido en ese periodo 73.1 por ciento, incluido el Procampo (si se excluye, la cifra es del 83 por ciento).”

El resultado de lo anterior –continúa Calva- ha sido una dramática caída de la producción de alimentos per cápita: el Producto Interno Bruto (PIB) agropecuario es 14 por ciento menor; la producción de granos, 26 por ciento menor; la de carnes rojas, 29 por ciento menor, y la de maderables, 22 por ciento menor. Como contraparte, si consideramos el conjunto del sector agroalimentario, alimentos procesados, donde se incluye al aceite, prácticamente no existe industria oleaginosa mexicana.

Tan sólo en 2001 los mexicanos importaron 11,000 millones de dólares en alimentos y para 2002 la cifra cerraría en 13,000 o 14,000 millones de dólares.

En el periodo que abarca el TLCAN, México acumuló un déficit de 10,285 millones de dólares en su balanza agroalimentaria, de los cuales 9,780 millones (95 por ciento) son con Estados Unidos.

Un informe de la Cámara de Diputados revela que en los primeros ocho años del TLCAN las importaciones agropecuarias casi duplicaron su valor al pasar de 2,900 millones de dólares a 4,200 millones, es decir, crecieron en 44 por ciento. El saldo del acuerdo ha sido negativo para el campo mexicano y prevé que esa situación se agravará en 2003 cuando se desgraven la mayoría de los productos del sector.

Sin embargo, el costo más alto de esta invasión silenciosa y la ausencia de políticas locales efectivas es la pérdida de la soberanía alimentaria, el creciente empobrecimiento de los habitantes del medio rural y el aumento de la migración. En este contexto, la situación para 24.5 millones de personas que habitan zonas rurales mexicanas, de las cuales sólo 10.7 millones son población económicamente activa, no pinta nada bien.

El resultado de las políticas agropecuarias de este país se refleja en que 45 por ciento de las familias ejidales tienen un pariente que cruzó el Río Bravo hacia Estados Unidos, donde las políticas migratorias, sobre todo a partir del 11 de septiembre, se han endurecido y orillan a los migrantes a intentar cruzar por sitios cada vez más peligrosos, donde muchas veces encuentran la muerte. La situación podría empeorar en los próximos años.

Se calcula que al menos 300,000 personas emigran de México hacia Estados Unidos, y en su mayoría proceden de zonas rurales de Michoacán, Guanajuato, Zacatecas, Durango, Oaxaca y Guerrero.

Frente a este escenario en el campo mexicano, muchos productores e investigadores mexicanos se preguntan: ¿Cuáles productos agroalimentarios podrán sobrevivir? ¿Cuáles quedarán en peligro de extinción ante el mercado abierto? ¿Desaparecerán los más débiles? ¿Estamos ante el ascenso de un darwinismo de mercado agropecuario, donde los más grandes absorberán a los más pequeños? ¿Qué futuro le espera al campo mexicano?

1: Los grandes perdedores

Los granos son los grandes perdedores del TLCAN. La imposibilidad de los agricultores nacionales para competir con sus homólogos estadounidenses, que reciben fuertes apoyos de su gobierno, ha llevado a una gran dependencia de las importaciones, que en granos y oleaginosas representan hoy 40 por ciento del consumo nacional.

Las importaciones de los 10 principales granos básicos han tenido un crecimiento inusitado. De 1995 a 2000 éstas se incrementaron 106 por ciento al pasar de 8.8 a 18.8 millones de toneladas, según las cifras de Aserca.

Símbolo cultural y alimento esencial para los 100 millones de mexicanos, el maíz se desgravará hasta 2008, pero ya resiente los efectos de la apertura comercial con Estados Unidos, uno de los productores más importantes del mundo.

Entre 1995 y 2000 México importó un promedio anual de 4.5 millones de toneladas de maíz por año. La firma del TLCAN propició que las importaciones se aceleraran al ser más barato importar que comprar la producción nacional. Los insumos para los maiceros se incrementaron más de 70 por ciento de 1994 a 2001. Por si fuera poco, los precios internacionales han ido a la baja.

Desde que inició el TLCAN se estableció un arancel de 215 por ciento y una cuota libre de 2.5 millones de toneladas para el maíz estadounidense. La entonces Secretaría de Comercio y Fomento Industrial y la Comisión de Comercio Exterior autorizaron importaciones por más del doble de esta cuota y el arancel de importación de protección jamás se ejerció.

El senador José Bonilla Robles refiere que “de haberse gravado los sobrecupos, México hubiera obtenido un promedio anual de 305,502 millones por aplicación de aranceles; lo cual no ocurrió, porque las autoridades han pretextado que de hacerse así se encarecería el maíz amarillo y los productos agroindustriales derivados, entre ellos los forrajes”.

En este país, donde las diferencias económicas y productivas son marcadas entre los agricultores del norte y los del sur, de los 3 millones de productores de maíz, 1.5 millones producen sólo para el autoconsumo y el resto participa en el mercado del maíz. De estos últimos alrededor de 70 por ciento posee en promedio 3 y 7 hectáreas.

Entre los 1.5 millones de productores de autosubsistencia, un millón vive en condiciones de pobreza; 300,000 familias tienen condiciones aceptables de vida, con mayor participación en esquemas económicos en la cultura formal, con niveles de ingreso bajos y medios; unos 90,000 productores participan en otras actividades, lo mismo que los anteriores; únicamente 60,000 productores tienen mayor viabilidad económica, según la Unión Nacional de Productores de Maíz.

Los trigueros

En 1994 la superficie sembrada de trigo representaba 964,600 hectáreas y para el año 2002 cayó a 670,000. La producción decreció de 4 millones 150,000 toneladas a 3 millones 300,000, respectivamente.

Las importaciones mexicanas de trigo en 1994 fueron de casi un millón 414,000 toneladas y para 2002 alcanzaron los 3 millones 455,000, superando la producción nacional.

El TLCAN ha facilitado la importación de trigo por la disminución del arancel, que antes del acuerdo era de 15 por ciento y se ha ido desgravando 1.5 por ciento cada año, comenta en entrevista el investigador Antonio Ávila Dorantes.

Autor del libro El mercado del trigo en México ante el TLCAN, acota que el impacto negativo no sólo se explica por la reducción del arancel, sino por la apertura comercial en general, las asimetrías existentes entre México y Estados Unidos, los altos subsidios a los productores estadounidenses, el tipo de cambio apreciado, donde resulta más atractivo importar.

Uno de los grandes problemas –reflexiona el investigador- de los trigueros nacionales es que producen un tipo de arroz que no sirve a la industria panificadora.

El investigador de la Universidad Autónoma Chapingo augura la sobrevivencia de los grandes productores de trigo, ubicados principalmente en Sonora, Guanajuato, Baja California, y la expulsión de los pequeños productores.

Los cebaderos

Para los cebaderos, la situación tampoco ha sido fácil. Hace algunos años, en Hidalgo se llegó a tirar la cebada porque la industria no la compraba argumentando que no tenía la calidad requerida para producir cerveza, que México exporta a diversos países. Los productores decían que el bajo precio hacía atractiva la importación para los industriales.

La superficie sembrada en 1994 era de 136,900 hectáreas y para 2002 se incrementó a 358,000. En tanto, la producción pasó de 307,265 toneladas a 870,000.

Las importaciones en 1994 ascendían a 47,600 toneladas, para 1996 aumentaron a 238,630 toneladas, pero a partir de entonces comenzaron a decrecer y para este año la Secretaría de Economía calcula que se reduzcan a 28,535 toneladas.

Es uno de los cultivos que ha mostrado crecimientos en su producción en el periodo del TLCAN. La Unión Nacional de Productores de Cebada refiere que este año casi se llegó al punto de equilibrio.

En la actualidad el precio por tonelada es de 1,835 pesos, arriba de otros productos agrícolas. Es uno de los productos que tienen perspectiva positiva con la firma de un convenio entre la industria y cebaderos del centro del país, donde la primera se compromete a comprar 350,000 toneladas durante los próximos 7 años, a partir de 2003. Sin embargo, no está exenta de riesgos.

El negrito en el arroz

Investigadores y productores no dudan en afirmar que el arroz es el producto mexicano más afectado por la apertura comercial. En 1994 los arroceros nacionales sembraron 96,700 hectáreas y para 2002 se estimó se reducirían a 60,300. La producción observó una disminución al pasar de 373,600 a 241,500 toneladas, respectivamente.

Las importaciones en 1994 se ubicaron en 431,775 toneladas y en 2002 aumentaron a 728,570 toneladas, según cifras del Segundo Informe de Gobierno.

“Las cifras del comportamiento del arroz en los últimos años resultan dramáticas para los que de alguna manera vivimos de este cultivo y vemos con tristeza cómo desaparece nuestra fuente de trabajo. El panorama es desolador, ya que de continuar esta tendencia es posible que dentro de 2 o 3 años queden muy pocos productores de arroz”, afirma el secretario de la Federación Nacional de Productores de Arroz, Víctor Reyes Banks.

Los altos subsidios y apoyos crediticios a la exportación permiten a los exportadores de Estados Unidos colocar el arroz por debajo de los costos de producción. En 1992, antes del TLCAN, 26 por ciento del arroz importado provino de ese país; a partir de 1995, con el acuerdo ya firmado, 90 por ciento del arroz importado a México proviene de la Unión Americana. Con las ventajas que otorga el TLCAN a Estados Unidos, este país no sólo ha desplazado a los productores mexicanos de su propio mercado, sino a otros competidores del mercado mexicano, indica un estudio del Centro de Investigaciones Económicas, Sociales y Tecnológicas de la Agroindustria y la Agricultura Mundial (CIESTAAM).

Los apoyos al ingreso que recibieron los arroceros mexicanos en 1994 representaron 28.1 por ciento, mientras que para sus homólogos estadounidenses fue de 37.4. La relación en 1998 fue de 2 por ciento en el caso de México contra 14.5 en Estados Unidos.

La crisis del arroz se refleja en el cierre de molinos que en 1990 eran 61 y en 2001, sólo 19. Víctor Flores comenta que la industria molinera es víctima de sus propias importaciones, al pasar de importar arroz palay (con cáscara) a la compra abierta de arroz pulido, sin mayor proceso industrial que el embolsado.

Por otra parte, los precios promedio al productor pasaron de 3,181 a 1,386 pesos en términos reales entre 1989-91 y el año 2000, es decir, “los arroceros perdieron más de la mitad de su poder de compra (56 por ciento) produciendo una tonelada de arroz y tienen que producir 2 veces más arroz para comprar los mismos insumos como en el momento de las negociaciones del TLCAN”, expone el CIESTAAM.

Lo anterior ha motivado desempleo en zonas urbanas o semiurbanas, lo cual debería causar preocupación, ya que en nada beneficia al país dar empleo en Estados Unidos, Argentina, Uruguay o Paraguay, subraya Flores Banks.

Nuestro problema –dice- no es tanto el rendimiento ni eficiencia, sino la competencia desleal de apoyos y economías de escala. La situación es preocupante con mercados de exportación como los del cono sur, eventuales, que al perder por causas económicas sus mercados naturales vienen a dislocar el mercado nacional causando daño, o con los programas de apoyo, subsidios a diesel, ecológicos, conservación de agua y semillas transgénicas otorgados en Estados Unidos, expone el dirigente de los arroceros.

El gobierno federal –asevera- tiene la obligación de buscar los mecanismos de compensación a los productos agrícolas en desventaja. Si se dan apoyos suficientes a la tonelada de arroz se podría frenar un poco la crisis por la que se atraviesa y tener posibilidades de sobrevivir.

Con ironía, añade: “corremos el riesgo de que nuestra secretaría no sea la de Agricultura, sino la del Medio Ambiente, dependencia que protege especies en extinción”.

La protección arancelaria para el arroz con cáscara –el que más se importa- en 1994 era de 9 por ciento, para 2001 bajó a 2 por ciento y en 2003 quedará sin arancel.

2: La manzana de la discordia

Otro frente de lucha entre los manzaneros mexicanos y estadounidenses es el mercado azteca de manzana, donde los primeros enfrentan desventajas de clima sumadas a la escasez de créditos, lo que les permitiría obtener calidades de fruta similares a las que cultivan sus contrapartes.

Los productores de manzana han señalado que a partir de la entrada en vigor del TLCAN las importaciones de esta fruta de Estados Unidos hacia México se han incrementado, desplazando a la producción nacional pues son 20 o 30 por ciento más baratas.

Producto de esta pugna, en agosto pasado, México aplicó una cuota compensatoria a las empresas Golden Delicious y Red Delicious de 46.58 por ciento, debido a los precios con que ingresaba la manzana procedente de Estados Unidos. En 2003 este producto quedará libre de arancel.

En los últimos ocho años la superficie cosechada de manzana en México se mantuvo alrededor de las 60,000 hectáreas y la producción alcanzó las 490,000 toneladas.

Además de la manzana, otra de las frutas que cada vez ocupan más espacio en los anaqueles de los centros comerciales y los mercados públicos es la pera, que también quedará libre de arancel el próximo año. La desventaja entre productores de México y Estados Unidos es notable. La pera mexicana en el mercado nacional se paga en alrededor de 2 pesos por kilogramo, mientras que la de origen estadounidense alcanza hasta 14 pesos.

La superficie sembrada en tierra azteca de pera pasó de 5,396 a 4,891 hectáreas durante el ciclo 1994-2001. La producción en este lapso registró un pequeño descenso al pasar de 33,110 a 32,970 toneladas.

Las importaciones en 1994 se ubicaron en 74,310 toneladas, pero el siguiente año tuvieron un descenso y sólo alcanzaron las 31,960 toneladas, pero de ese año en adelante el crecimiento fue constante y en 2001 ascendieron a 88,655 mil.

Huesito de chabacano

Los productores de durazno también observarán en 2003 cómo se abre la puerta totalmente a la fruta de su vecino país del norte. Sin embargo, esta fruta es de escasa demanda en México, ya que el consumo per cápita se estima entre 1.5 y 2 kilos.

El problema para los durazneros es que hace 3 años vendían un kilo de durazno a 3 pesos y ahora reciben sólo un peso, debido a la importación de fruta deshidratada en polvo a precios de 50 centavos puesta en fábrica. Los industriales comentan que sale más caro el flete de Manzanillo a Aguascalientes que de Santiago de Chile a Manzanillo, según informes periodísticos.

Un problema adicional en el caso de duraznos producidos en estados como Michoacán es que no se industrializa, ya que el mercado de conservas mexicano está invadido por enlatados de Estados Unidos, Grecia y Chile, señalan productores.

La superficie sembrada de durazno prácticamente se ha mantenido en el periodo 1994-2001 en alrededor de 42,000 hectáreas, mientras que la producción en el mismo periodo creció de 153,931 a 175,750 toneladas.

Las importaciones en 1994 eran de 25,735 y en 2000 se ubicaban en poco más de 22,000 toneladas, lo cual significa una ligera reducción.

Una fruta más que será desgravada en 2003 es el chabacano, cuya superficie sembrada en 1994 fue de 634 hectáreas y para el año 2001 pasó a 430. En tanto, la producción pasó de 3,130 a 1,618 toneladas.

El temor de los productores de chabacano es no poder competir por los altos costos de los insumos que aquí se tienen en relación con sus homólogos estadounidenses, quienes además reciben fuertes subsidios.

3: las otras batallas

La caída del cultivo de tabaco en los últimos 8 años ha sido vertiginosa. Las intensas campañas contra su consumo y los altos impuestos establecidos en el país, así como el contrabando procedente de países sudamericanos han tenido un fuerte impacto en este producto. La apertura con Canadá y Estados Unidos presionará más a los 5,000 productores que dependen directamente del cultivo del tabaco, especialmente en Nayarit.

La superficie sembrada de tabaco en 1994 fue de 28,400 hectáreas y en 2002 se prevé una disminución drástica que la ubicará en 9,100 hectáreas. En tanto la producción en 1994 representó 59,600 y en el presente año la superficie descenderá a sólo 16,000 toneladas, de acuerdo con datos del Segundo Informe de Gobierno.

Los precios no han variado y en algunos tipos de tabaco se han mantenido en 16 pesos por kilo, lo cual no ayuda a los productores nacionales.

Ahí viene el coco

Los productores de coco han visto disminuir la superficie de su cultivo en forma acelerada, ya que en 1994 ésta representaba 173,130 hectáreas y para el presente año se espera una reducción y se ubicará en 138,700. La producción en ese periodo pasó de 215,475 y 171,300, respectivamente.

Debido a problemas de rentabilidad, precio, envejecimiento de las plantaciones, enfermedades y plagas, esta tendencia se reducirá aún más y se estima que hacia 2004 se agudice el abandono de la actividad como fuente de ingreso para los copreros.

De las 750,000 toneladas de copra que demanda la industria ––que utiliza aceite de copra principalmente para elaboración de jabones–– se requiere la importación de 53,000 toneladas de aceite crudo, que representan para México una erogación de 32 millones de dólares.

La presencia de las importaciones en el mercado doméstico ––principalmente del sudeste asiático–– ha afectado la capacidad de transformación de las 29 plantas instaladas, de las cuales 13 operan a 85 por ciento de su capacidad, otras 13 están inactivas o cerradas y 3 se convirtieron a otros procesos, de acuerdo con un documento de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) enviado al Senado de la República.

Aceite vegetal

Producto de una reducción dramática en el cultivo de oleaginosas y el fracaso de fomentar la palma de aceite, el país recurre cada vez más a las importaciones. Por ejemplo, la producción de soya en México sólo alcanza 120,000 toneladas, mientras las importaciones suman alrededor de 4 millones de toneladas.

La producción nacional de aceites vegetales en 2000 se ubicó en un millón 725,000 toneladas, de los cuales unos 76,000 son de soya, casi 445,000 de canola, 167,210 de girasol, 146,560 de palma y 101,210 de maíz, entre otros, según la Asociación Nacional de Industriales de Aceites y Mantecas Comestibles.

Para cubrir la demanda nacional en 2000 se importaron 550,000 toneladas de aceites vegetales, de las que casi 115,000 toneladas fueron de soya, 168,672 de girasol, cerca de 140,000 de palma, prácticamente 66,000 toneladas de canola y 26,425 de maíz.

La preocupación de los industriales del aceite con la apertura en 2003 es la invasión de productos terminados procedentes de Estados Unidos.

Papas mexicanas fritas

El cultivo de papa era una de las pocas opciones viables de la agricultura mexicana frente al TLCAN. Sin embargo, durante los primeros 7 años de la firma de éste las importaciones de papa representaron 20 por ciento del valor de la producción nacional, indica un estudio del CIESTAAM.

Las excesivas importaciones del tubérculo procedentes de Estados Unidos y Canadá, generan una fuga de divisas de casi 500 millones de dólares. De 1998 a 2001, los mexicanos compraron a esos países un alto volumen de papas congeladas y preparadas sin congelar, con un valor anual aproximado de 80 millones de dólares, como materia prima que requieren industrias como McDonald’s.

En México, la superficie de papa entre 1994 y 2001 se ubicó alrededor de las 61,000 hectáreas. La producción en el mismo periodo aumentó de 1.1 millones a 1.4 millones.

La superficie cosechada por unidad productiva es de 1, 8 y 2 hectáreas, en México, Estados Unidos y Canadá, respectivamente. El costo de producción por tonelada de papa en México es 2.3 veces mayor que en Estados Unidos y 2.8 mayor que en Canadá, de acuerdo con el CIESTAAM.

El sector mexicano produce ––precisa el organismo–– en promedio 1.3 millones de toneladas contra 21.4 y 4 millones de toneladas de EU y Canadá, respectivamente. Los costos de producción por hectárea en 1997 fueron en México de 5,600 dólares, en EU, 4,595, y Canadá, 2,655.

La productividad de México es 33 por ciento inferior a la de Canadá y 86.4 por ciento a la de Estados Unidos (periodo 1994-1998). En México se cosechan 4 hectáreas por unidad productiva, mientras que en Estados Unidos y Canadá se cosechan 38 y 26 hectáreas, respectivamente.º

Dulce conflicto

En el conflicto del azúcar, los estadounidenses han bloqueado el ingreso de este producto a su país y paralelamente han “invadido” el mercado mexicano con fuertes volúmenes de alta fructosa. En repuesta México estableció una “trinchera”, con el impuesto especial a ese edulcorante, que ha sido duramente cuestionado por las empresas estadounidenses que venden fuertes volúmenes de su producto a la industria refresquera mexicana. La “batalla” ha llegado a tal grado que incluso la Organización Mundial de Comercio (OMC) ha tenido que intervenir.

El TLCAN establece en su capítulo 19 que a partir de 2001 México podría ingresar al mercado de Estados Unidos la totalidad de sus excedentes azucareros, entre 500,000 y 600,000 toneladas anuales, lo cual dicha nación ha incumplido, amparándose en las llamadas cartas paralelas, firmadas por los negociadores Jaime Serra Puche, entonces secretario de Comercio, y su contraparte estadounidense, Mickey Kantor.

La competencia más fuerte para los productores mexicanos la constituye el jarabe de alta fructosa de maíz estadounidense, cuyas importaciones en 1994 fueron del orden de 20,000 toneladas y hoy representan unas 350,000 toneladas.

México absorbe alrededor de 4 por ciento de toda la producción estadounidense de jarabe de maíz. Según reportes de prensa, el año pasado Archer Daniels Midland Co. y Corn Products International Inc. vendieron un total de 475,000 toneladas métricas de jarabe, con valor de unos 240 millones de dólares a embotelladores mexicanos.

En 1998, México estableció cuotas compensatorias a las importaciones de jarabe de maíz estadounidense, las cuales la OMC determinó que eran ilegales. Un panel del TLCAN analiza la legalidad o improcedencia de la medida mexicana. La disputa sigue y en cualquier momento podría agudizarse o alcanzar una solución.

En 1994 México obtuvo una producción de 3 millones 550,000 toneladas de azúcar y para 2002 la cifra se estima en 4 millones 850,000 toneladas. La producción de caña de azúcar se extiende sobre una superficie de 660,000 hectáreas.

La actividad azucarera participa en la economía nacional con 0.5 por ciento del PIB y genera 400,000 empleos directos y 700,000 indirectos, en 15 estados del país, donde habitan 12 millones de mexicanos. México ocupa el séptimo lugar mundial en la producción de azúcar y el octavo en consumo.

4: La posesión estadounidense del frente cárnico

México cambió su vocación ganadera y forestal por la agrícola. La práctica de tumbaroza se extendió en su territorio y millones de hectáreas se quemaron para dar paso a diversos cultivos, principalmente granos. Este mal estructural aunado a la escasez de apoyos, crédito y las sequías recurrentes, han puesto en serios problemas a los ganaderos mexicanos, quienes enfrentan hoy el ingreso exorbitante de productos bovinos y porcinos estadounidenses.

Desde el arranque del TLCAN hasta el año pasado, el costo económico por la importación de carne bovina y sus derivados de Estados Unidos hacia México se incrementó 200 por ciento, al pasar de 390 millones de dólares a 1,174 millones de dólares.

En el periodo 1994 y 2001, los productores de bovino han visto cómo aumenta el volumen de importación de carne y despojos comestibles, salados o en salmuera al elevarse exponencialmente y alcanzar la escandalosa cifra de 1,660 por ciento, al pasar de 35,000 toneladas a 581,000, en los años referidos.

Las importaciones bovinas de carne fresca, refrigerada o congelada aumentaron 158 por ciento, en el ciclo mencionado, al crecer de 118,595 a 306,380 toneladas.

En 1994 las importaciones de animales vivos sumaron 156,375 cabezas y para el año 2001 llegaron a 254,175, mostrando un aumento de 62.5 por ciento. Cabe señalar que debido a la devaluación del peso en 1995 se redujeron a 21,828, pero al siguiente año volvieron a aumentar y en 1997 alcanzaron su máximo en este periodo con 315,366.

Los despojos comestibles frescos, refrigerados o congelados en el mismo lapso aumentaron 25 por ciento, al ubicarse en 62,000 y 77,849 toneladas, respectivamente. Las preparaciones y conservas de carne prácticamente se mantuvieron en las 2,700 toneladas.

Un análisis de la Comisión Especial de Ganadería de la Cámara de Diputados señala que la entrada a México de estas importaciones ha desplazado a la producción nacional de carne de bovino en todos y cada uno de sus eslabones, desalentando a toda la cadena y afectando directamente en los precios nacionales. Al ingresar a bajos precios afectan las inversiones en las plantas productivas al disminuir el uso de la capacidad instalada.

En los últimos ocho años la población de bovino para carne se ubicó alrededor de los 30 millones de cabezas. La producción de carne (canal) de 1994 a 2001 pasó de un millón 364,711 a un millón 444,621 toneladas. En tanto, la de ganado en pie en el mismo periodo se ubicó en 2 millones 580,351 y 2 millones 746,917 toneladas, respectivamente.

Porcicultura

A 8 años del TLCAN, los porcicultores mexicanos han observado cómo decrecen en 30 por ciento sus inventarios y han sufrido una descapitalización promedio de 25 por ciento. El sector enfrenta una de sus peores crisis de los últimos 20 años debido al alza en las importaciones, señala el organismo Porcicultores Mexicanos.

El mercado se abre totalmente a partir del 1 de enero de 2003, pero ya está inundado de piernas y carne porcina de importación y de pastas y trozos de ave que como sucedáneos desplazan a la producción nacional de cerdo. Los productos porcinos importados alcanzan más de 40 por ciento del consumo aparente en el mercado nacional.

La apertura aunada a problemas estructurales del agro mexicano, ha generado que el costo económico de las importaciones porcinas se ubicara en 1994 en 236.6 millones de dólares y para el año 2001 en 430.8 millones, un aumento de casi 82 por ciento.

Las mayores importaciones porcinas se localizan en el rubro de carne fresca, refrigerada o congelada con un aumento de 226 por ciento, al pasar de 79,720 a 180,735 toneladas. Las preparaciones y conservas de carne se incrementaron en 125 por ciento, es decir, de 3,140 a 5,710 toneladas entre 1994 y 2001.

Los despojos comestibles frescos, refrigerados o congelados se incrementaron de 124,740 a 147,745 toneladas, es decir 18 por ciento más.

En 1994 se importaron casi 180,000 cabezas de ganado, pero hubo una reducción a partir de 1995; en 1998 llegaron a 245,550 y en 2001 se redujeron a 85,595 cabezas. Desde la entrada en vigor del TLCAN al año pasado se dio una caída en esta fracción, aunque hubo aumento en otros productos.

Sólo la carne y despojos comestibles, salados o en salmuera tuvieron una disminución de 12.5 por ciento, al decrecer de 16,455 a 14,390 toneladas.

Producto de esta competencia, las organizaciones de porcicultores presentaron una demanda por dumping en 1998, donde se demostró ––20 de octubre de 1999–– que existió amenaza de daño a la porcicultura por las importaciones de cerdos en pie para el abasto que entraron a nuestro país de octubre de 1997 a marzo de 1998 y se impuso una cuota compensatoria de 0.351 centavos de dólar por kilo. Recientemente presentaron una demanda de elusión (del pago de la cuota compensatoria aplicada a las importaciones de cerdo en pie), debido a que estos productos cárnicos están entrando al mercado mexicano por debajo del costo de producción del cerdo.

La organización Porcicultores Mexicanos señala que se ha logrado detener la entrada de cerdo en pie, pero se está introduciendo ya cortado en canales, piernas o lomos y costillares. Los porcicultores advierten que si el gobierno no aplica de manera urgente una salvaguarda y préstamos al sector por al menos 80 millones de dólares al año, unos 14,500 pequeños productores quebrarán en sus negocios.

En México, la porcicultura genera 50,000 empleos directos y 250,000 indirectos.

En 1994 la población porcina era de 16.2 millones de cabezas y para 1999 había descendido a 15.7 millones. La producción de carne (canal) en 1994 fue de 872,907 y en 2001 de un millón 57,843, respectivamente. La de ganado en pie fue de un millón 160,790 y un millón 409,723 toneladas.

La Comisión Especial de Ganadería del Senado de la República señala que la importación de pastas de ave y trozos ha superado en más de 800,000 toneladas los montos acordados en el TLCAN libres de arancel, provocando un fuerte daño por pagos no efectuados al erario público.

La espera

Las cifras son frías, sin embargo, refieren una realidad de lo que está pasando en el campo mexicano e implican a millones de personas, agricultores que producen buena parte de los alimentos que se consumen en México. Productores, legisladores e investigadores coinciden en los riesgos que corre el sector ante la apertura de fronteras en 2003, cuando los aranceles de casi todos los productos se cancelen. Las autoridades hablan de un blindaje que no sólo implica recursos sino medidas legales para detener el embate de los productos que entren al país e incurran en competencia desleal. Empero, el tiempo se acaba y la apertura de las fronteras de facto ya se ha dado. Los agricultores mexicanos esperan.

Avicultura

Con la apertura en 2003 las importaciones avícolas estadounidenses desplazarán en 20 por ciento a la producción nacional, advierte el presidente de la Unión Nacional de Avi

cultores (UNA), César de Anda.

El mayor peligro para los avicultores nacionales es la introducción de muslo y pierna, producto que en Estados Unidos es desechado ––donde sólo consumen la pechuga––, por lo que ingresan a precios ínfimos.

En la actualidad 98.5 por ciento de las importaciones de pollo proviene de Estados Unidos. Las importaciones de carne de ave de ese país tienen una participación de 7 por ciento en el mercado nacional, pero en 2003 podrían llegar al doble o más, lo que perjudicaría a los avicultores del país, expone César de Anda.

El dirigente advierte que de los 120 productores de huevo y pollo que hay en México, unos 30,000 estarían en peligro si no se aplica una salvaguarda, a más tardar a diciembre de 2003, lo cual es probable ya que los productores de ambos países realizaron una negociación en este sentido.

La avicultura mexicana es 10 veces menor a la estadounidense. Los costos de producción de pollo en México son 64.8 por ciento superiores a los de sus homólogos estadounidenses, y en pollo de 21 por ciento mayores para la parte mexicana.

En México el arancel para el pollo es de 49.4 por ciento y para huevo de 9.5 por ciento, en 2003 quedará totalmente desgravado.

En el periodo 1994-2001 la producción de pollo creció 49 por ciento al pasar de un millón 383,216 a 2 millones 66,510 toneladas. En tanto, la producción de huevo aumentó 37 por ciento, al variar de un millón 461,150 a 2 millones 10,540 toneladas, en el mismo periodo.

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