MILÁN.— Las vacaciones estivales representan un enorme riesgo para los animales domésticos en Italia. Los veraneantes parten sin preocuparse de sus fieles amigos de cuatro patas. Muchos, incluso, los dejan en la calle sin ninguna culpa. El problema ya tiene alcance nacional.
Cada año, 300 mil perros y gatos son abandonados en calles o parques italianos. Las causas van desde la prohibición de llevar animales a los hoteles, restaurantes y otros sitios públicos, hasta la dificultad económica para pagar a cuidadores de mascotas.
En Roma, un caso de maltrato se registró cuando un hombre dejó a su perro encerrado en el auto durante tres días porque se iba de vacaciones el fin de semana, según un informe de 2004 del Instituto Nacional de Protección Animal sobre maltrato de animales.
“En Italia no hay una cultura animalista. En los últimos 20 años creció el deseo de tener una mascota. Pero no hay una responsabilidad cívica moral. Los animales se ven como objetos”, dijo a Tierramérica el director de la Liga Antivivisección de Animales (LAV), Gianluca Felicite.
De estas mascotas, 85 por ciento mueren después de 20 días de vagabundear, especialmente en accidentes de tránsito, que también resultan trágicos para los conductores. Según la policía de tránsito, en 2004 hubo 754 accidentes automovilísticos porque los conductores trataron de evitar atropellar a los perros o gatos que se cruzaban por la autopista.
Estos accidentes dejaron 380 personas muertas y 9,978 heridas. Mientras, 280 mil perros y gatos fallecen anualmente debajo de las ruedas de autos o camiones.
Aunque el Código Penal castiga el abandono de animales con un año de prisión para los casos más graves —como la muerte— e impone multas que van de mil a 10 mil euros, esto no asusta a los propietarios de las mascotas ni resuelve el problema.
El abandono ocurre durante todo el año, según la Liga Antivivisección de Animales, alcanzando su máximo (30 por ciento) durante la apertura de la caza de venados. Los cazadores ponen a prueba a sus perros y se deshacen de los que no sirven para esa tarea.
“Es un problema enorme, pese a las campañas de prevención y los llamados que hacemos en Italia. Muchas personas ven un cachorro, lo llevan a la casa, pero no se dan cuenta de que después crecen y necesitan cuidados, paseos, comida”, aseguró a Tierramérica el presidente de la Asociación de Defensa de los Animales de la septentrional ciudad de Trento, Leoni Enrico.
Además, el abandono de perros y gatos alimenta un negocio poco claro en perreras y refugios privados.
En Italia hay 990 perreras y refugios públicos, con 640 mil perros y mil 290 gatos, según el Ministerio de Salud. Pero estas instituciones son insuficientes para el número de animales abandonados. Por eso, los municipios encargan esta tarea a los centros privados. La contribución estatal al cuidado de estos animales va de dos a siete euros diarios.
Así, cinco mil perreras o refugios privados se reparten 500 millones de euros en subvenciones estatales para mantener perros y gatos. Pero en realidad estos administradores privados no utilizan todos esos millones para cuidar la salud, alimentar y proteger a estos animales.
“El abandono aumenta. De junio a agosto, los propietarios tienen las excusas más inverosímiles para deshacerse de sus mascotas”, señaló a Tierramérica la voluntaria de la asociación italiana Dimensión Animal, Daniela Ferrari.
En general, la situación de los animales en estas perreras privadas no es buena. Los perros viven hacinados y en jaulas pequeñas. Tienen los ojos cerrados por la conjuntivitis, la piel lastimada y se les ven los huesos por la desnutrición.
Están en medio de sus propios excrementos y no se cubren del calor o del frío. No tienen ninguna asistencia veterinaria, son maltratados y hasta 60 por ciento de ellos mueren. El hambre y la falta de espacio los vuelve agresivos, determinando casos de violencia y hasta de canibalismo.
“Es fácil maltratar a los animales. Si alguien quiere denunciar esto, la misma policía le convence de no hacerlo. Los casos se archivan porque se consideran delitos menores”, explicó a Tierramérica Ludovica Lucia Ferrari, de la Asociación de Defensa de los Animales de la septentrional región de Lombardía.
Fuente: Tierramérica
