Contaminación

Desechos hospitalarios: peligro latente

Hospitales, clínicas y consultorios mexicanos generan cada año cerca de 300 mil toneladas de residuos peligrosos biológicos infecciosos (RPBI) que acaban en basureros municipales o rellenos sanitarios tras se depositados por los tradicionales camiones de desechos urbanos así como por empresas dedicadas a la incineración.

Según datos del Instituto Nacional de Ecología, la infraestructura hospitalaria en México es de 128,620 camas, y cada una genera en promedio cuatro kilogramos de basura por día.

Y si a ese volumen se suman las estimaciones de clínicas no registradas, centros de investigación, pequeños consultorios y hasta veterinarias, el total de desechos hospitalarios en el país asciende a 752 toneladas diarias.

En basureros como el Bordo de Xochiaca, de Ciudad Nezahualcóyotl, es común encontrar jeringas con o sin agujas, navajas, bisturíes, ampolletas, tejidos y órganos humanos, cadáveres de animales de laboratorio, piezas dentales, gasas, sangre en estado líquido, materiales de curación odontológica, sábanas, batas, guantes, entre otros residuos, muchos de los cuales llevan el logotipo de prestadores de salud como el IMSS y el ISSSTE.

Diana Myrna Hernández Espinosa, profesora de odontología del Instituto Politécnico Nacional (IPN), asegura que estas prácticas clandestinas ilegales, comunes en clínicas y consultorios pequeños y medianos, principalmente, violan los lineamientos de la Norma Oficial Mexicana NOM-087-ECOL- SSAI-2002, cuya función es fijar los requisitos para la separación, envasado, almacenamiento, recolección, transporte, tratamiento y disposición final de los residuos peligrosos biológico-infecciosos que se generan en establecimientos que presten atención médica.

Además, dice, lo preocupante del desacato a la norma es que hay virus como el de hepatitis B que pueden sobrevivir hasta 15 días en superficies contaminadas o secas. En este caso, basta el contacto con algunas partículas virales en jeringas, ropas u otros utensilios, para que una persona se infecte.

Sin embargo, señaló, cumplir con la norma oficial sobre recolección, donde las empresas recolectan los remanentes almacenados por los generadores, tampoco garantiza la protección a la salud ni al medio ambiente.

Según menciona Mariana Boy, coordinadora de la campaña de tóxicos de Greenpeace México, la mayor parte de las compañías autorizadas queman o incineran esos residuos y, al hacerlo, propagan en el ambiente compuestos peligrosos: furanos y dioxinas.

“Son dos sustancias altamente cancerígenas, que permanecen en el ambiente por décadas y que no tienen un proceso rápido de degradación. Además, son volátiles y bioacumulables, se van transmitiendo de generación a generación, a través de la cadena alimenticia: del animal al hombre”, explica.

Fuente: Milenio

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