Colaboraciones

La trágica relación con el mundo en tiempos de la modernidad

MSc Enrique Healy Wehlen

En este texto quiero referirme a esa imagen que tenemos de la percepción moderna del respeto al medio ambiente, trayendo a colación además nuestra noción moderna de humanismo. Un humanismo crítico de todo lo que atenta contra lo humano, pero también de la manera como el humano ha atentado con rigor contra la naturaleza e incluso contra sí mismo, condición fundamental para entender la crisis y el inminente sufrimiento ambiental que padece el mundo.

El hombre moderno intenta desconocer que forma parte de la naturaleza, guía de todos los seres vivos. Esta supremacía sobre los demás seres vivos y su entorno lo han llevado a dominar y controlar la naturaleza, por ello y para su propio provecho desconoce ser parte de ella. Por ende, el hombre está muy lejos de poderla guiar. Resulta importante guardar esta perspectiva si queremos conducir y reorientar los desmanes producidos por el humano moderno en nuestro hábitat.

En la modernidad el hombre goza del bienestar en lugar de dirigir o guiar el entorno; un “bienestar” aislado, que a partir de un control racional se apodera de nuestro mundo.

Somos presos de la razón, y peor aún, razón que se torna en soberbia oscureciendo el medio ambiente y, que más allá de un control racional para guiar a la naturaleza, encontramos un trágico daño ambiental que el hombre moderno ha impulsado incansablemente. Esta hostilidad con el mundo es también contra sí mismo, pues naturaleza y hombre son un solo ente que debemos respetar. El humanismo moderno se ha excedido en garantizar un bienestar para la sociedad, claro, con la esperanza de obtener una vida mejor en el futuro. Esta esperanza en el bienestar es un mito, lo que cuenta es la capacidad de afirmar la vida del hombre con el mundo y no aislado del mundo. Hombre y mundo co-pertenecen uno a otro sin que se pueda pensar una relación. Entonces, ¿qué es una vida mejor? El hombre se ha entregado en una actividad frenética con el fin de obtener comodidades en nuestra vida diaria. Siendo así, actualmente el hombre cree haber logrado bienestar, si así lo queremos llamar, de un modelo de vida que por miles de años ha sido habitual en el ser humano.

Históricamente el hombre ha buscado siempre algún tipo de bienestar. Sin embargo ha tolerado por mucho tiempo tomar baños de agua fría por la mañana sino es que en ríos naturalmente, ha soportado duros inviernos y calurosos veranos, asimismo ha recorrido cientos de kilómetros a pie, etc. Este rasgo de evitar el sufrimiento a toda costa parece identificar a las civilizaciones modernas más avanzadas.

Ciertamente hoy somos mucho más sensibles que nuestros antepasados al considerar no sólo su lucha contra el clima o el transporte, sino con los castigos que en ellos se infligían. Pero es cierto, en la modernidad lo más cuestionable precisamente es esa forma de bienestar, de ver y comprender el mundo con una proyección antropomórfica que separa a lo inseparable; al hombre y su naturaleza del mundo.

Dicho lo anterior, consolidemos el concepto hombre-naturaleza con el ejemplo del agua. En tiempos modernos, es común bañarnos todos los días con agua caliente por las mañanas, pero también irrebatible que hemos dejado por completo a un lado el sentimiento, y sin tan siquiera recapacitar el momento al estar esperando; sólo viendo cómo el agua fría se desperdicia escurriendo hacia el drenaje mientras fluye el agua caliente por la regadera; es como ver correr la sangre de nuestra propia herida sin alarmarnos, sin llegar a la Catarsis de la imagen o acontecimiento. (No vamos a considerar en está ocasión los recursos fósiles para calentar el agua con el fin de no extendernos con el ejemplo.)

Me he referido también a la imagen moderna así que mostraré otro ejemplo. El humano moderno utiliza para transportarse vehículos omnipotentes, en lugar de vehículos más pequeños acordes a sus necesidades, por no decir más humildes y sencillos que no requieren numerosos litros de combustible, pero que tan sólo no ofrecen imagen para el hombre moderno, o poder en cada amanecer al subir a majestuosos autos, que francamente no ofrecen nada más que una imagen moderna que deteriora al mundo y una incomprensión radical del medio ambiente, de la naturaleza, y por lo tanto, de nosotros mismos.

Entonces, el estilo de vida de la sociedad moderna queda marcado por la ausencia de sufrimiento habitual, por la falta de tolerancia y por no soportar pena alguna. Esta falla en la percepción moderna es contraria al mundo, ya que este cúmulo de facilidades se convierte las más veces en una forma apresurada de autosatisfacción y bienestar que niega la posibilidad de purificar al mundo.

Hablo de purificar al mundo y con esto quiero relacionar este texto con la palabra catarsis de Aristóteles en la antigua Grecia y con la filosofía alemana del siglo XVIII durante el romanticismo. La Ilustración desarrolló una concepción de la naturaleza, incluida la naturaleza humana, como un conjunto de hechos objetivados con los cuales el sujeto tenía que lidiar para adquirir conocimiento y poder actuar. Más que actuar fue la pauta para la terrible y trágica relación moderna con el mundo.

Esta visión moderna del hombre y su relación con el mundo, que arrastramos desde la ilustración francesa en el siglo XVII, en donde el hombre y el yo quedan definidos a partir de su relación con las cosas, siendo ésta una razón desligada del sentimiento que va a generar en Alemania un clima posilustrado en el siglo XVIII.

No obstante, en nuestros días no nos hemos alejado mucho por lo visto del pensamiento ilustrado, el intento de Herder, Hegel y otros pensadores de la época en su intento por liberar al ser humano de la objetificación de las cosas debe ser retomado en la actualidad, con el fin de ofrecer al pensamiento moderno una integración con el mundo y no aumentar aún más esta relación fatal con el mundo. El término relación tan sólo en su significado es subjetivo, en realidad nos separamos del mundo.

Relación; conexión o correspondencia de una cosa con otra. Cuando hacemos referencia a la relación con el mundo es hablar de dos conceptos independientes, entonces, el hecho de relacionarnos con el mundo significa en el fondo alejarnos de nosotros mismos y desaparece la unidad de la que hablé al inicio. Si la unidad hombre-naturaleza es una misma vida, entonces encontramos una contradicción en el pensamiento del hombre moderno en su afán por la relación con el mundo.

Precisamente se trata de no relacionarnos con el mundo, ya que ciertamente existe un exceso de relación con el mundo en donde la parte de nuestro cuerpo llamada naturaleza o sea fauna, flora, agua y recursos, es terriblemente afectada.

Cualquier relación entre dos o más cosas tiene un fin, un propósito. Por lo regular en una relación ambas partes obtienen o negocian un resultado favorable para cada una de ellas, en la mayoría de los casos si no existe un ganar-ganar la relación se pierde. Es obvio que en esta percepción del mundo de la modernidad sólo gana el hombre; así pues, la relación entre hombre y naturaleza no existe. Y es precisamente que debemos romper esta imagen moderna de relación con el mundo. Afirmar un pensamiento capaz de crear una nueva expresión y percepción lingüística, que nos permita formar un nuevo concepto hombre-mundo en términos de unidad y no de relación. Ver la vida como una expresión es verla como realización de un propósito, y en tanto ese propósito exista, uno puede hablar de la realización de una idea.

He intentado mostrar el importante lugar que ocupan las expresiones en lo referente a dar sentido a nuestras vidas y a nuestro mundo. Dichas expresiones ocupan un lugar en nuestro pensamiento y proporcionan razones para nuestras creencias, así entonces, determinar su significado nos permite ser reflexivos y racionales en nuestros comportamientos. ¿Qué se requiere para poder explicarnos nuestras vidas?, ¿Cómo explicar que la gente entienda su manera de pensar, de sentir y de actuar? Pensar en términos como “relación con el mundo” no satisface a la gente pues muy al contrario son términos para someter al mundo en el pensamiento de la modernidad.

Necesitamos términos con los que la gente pueda pensar clarividentemente. Que la gente se libere del mundo a partir de términos para no someter y explotar al mundo, dejar atrás el mito bienestar de la modernidad de que todo el desarrollo tecnológico y comercial es para vivir mejor.

Mientras continúe esta actividad sin límite del hombre moderno por alcanzar un bienestar (ilusorio), habremos convertido entonces la palabra bienestar en un mito, en un concepto subjetivo que nos lleva a una característica del pensamiento moderno; la realidad binaria: ¿Tenemos bienestar sí o no? Creo que la respuesta está en cada uno de nosotros y que tampoco depende de contextos históricos porque en determinados momentos cada quien, cada hombre ha buscado su propio bienestar.

Pero el hombre de la modernidad olvidó buscar el bienestar de la “unidad”, del todo. Lo que ha encontrado es tan sólo un “bienestar” momentáneo sin sentido. ¿Estamos por tanto esperando que la divinidad o un ser supremo conforme al mundo a nuestras vidas para salvarnos en lugar de ser los héroes de la tragedia? Pues bien, lo que es real es la falta de tolerancia al sufrimiento; entonces incomodidad y escasez es lo que estará presente en la vida del hombre. Incluso, actualmente ya se llega a hablar acerca de la “vida del planeta” o del cuando en el siglo XIX este lenguaje no figuraba en el pensamiento moderno. El mundo no tiene por qué encajar en nuestras vidas, antes al contrario nuestra vida tiene y debe encajar en la vida del mundo.

¿Cómo explicar a los humanos que sus vidas no encajan en el mundo si antes no explicamos en realidad cómo viven sus vidas? Lo real es lo que hay que encarar, lo que no desaparece simplemente porque no encaje en nuestros prejuicios.

El hombre moderno vive una vida pragmática en donde la razón se encuentra dividida por completo del sentimiento, siendo así, como dar de beber a la vida humana con una imagen que es contraria a ella. Por tanto este error intelectual debe ser combatido con pasión moral, en donde el hombre recupere una fuerza en el pensamiento para lograr la unidad entre pensamiento y sentimiento en comunión con la naturaleza.
El pensamiento de Hegel introduce un cambio radical, creo yo, para su época. Visto así, la crisis del hombre moderno es precisamente una oportunidad para purificar al hombre. La antigua Grecia había supuestamente alcanzado la unidad más perfecta con la naturaleza y la más alta forma expresiva. Pero esta bella unidad murió.

Una posible manera de apoyar el pensamiento de Hegel sería volver a la catarsis entre los antiguos griegos. Según Aristóteles, la catarsis es la facultad de la tragedia para purificar al espectador de sus propias fallas, al verlas proyectadas en la obra, y permitirle ver el inevitable castigo. Con esto quiero decir que el hombre debe purificarse, restar importancia a las cosas externas a las que suele dar importancia el hombre moderno: la riqueza, el poder, el éxito, el placer; y preocuparse más por el mundo de la vida. El mundo donde los hombres son engendrados, en el que viven y en el que mueren. El mundo en el que aman y odian, en el que triunfan. El mundo de las penas y las alegrías; mundo de pasión y sentimientos.

De otra forma, una catarsis es un punto de quiebre que puede dar como resultado un cambio radical, y esto porque la catarsis usualmente está vinculada a una crisis. En otras palabras, somos espectadores de la tragedia, el mundo ha llegado al punto crítico donde ya no soporta mayor castigo ni mayor sufrimiento. Habrá que comenzar por el inicio, encontrar un incentivo o catarsis para purificar al individuo. Más aún, sería atender y respetar a la naturaleza pues somos un todo y debemos hacer efectivos cambios que transformen el pensamiento. Una comprensión de la unidad hombre-naturaleza y un verdadero humanismo para que entonces el hombre pueda olvidar esta trágica y moderna relación que tiene desde hace muchos años con el mundo.

Universidad Iberoamericana

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