Colaboraciones

Ecosistemas mexicanos “retocados” por el hombre

Cada día disminuyen nuestros ecosistemas y ante ello algunas personas buscan restaurarlos como un intento desesperado por frenar la degradación. ¿Qué tanto podrán resistir?

Adriana Estrada
En Europa prácticamente no existe ningún ecosistema natural donde no se perciba en algún grado la participación del ser humano. En la actualidad sólo hay una reserva natural en todo el continente europeo. Tras haber desaparecido poco a poco, en aras del progreso, muchos de los ecosistemas del viejo continente fueron sustituidos por uno similar: un bosque por otro bosque “retocado”.

Datos de una evaluación llamada Ecosistemas del Milenio, realizada por la Universidad Autónoma de Madrid, mencionan que en el viejo continente sólo queda intacto entre 1 y 3 por ciento de los bosques, ya que desde los años cincuenta del siglo pasado se ha perdido más de 60 por ciento de sus humedales y la mayor parte de sus tierras agrícolas con alto valor de conservación.

La Comisión Europea (CE) declaró que muchos ecosistemas están tan degradados que ya no pueden ofrecer la gran variedad de servicios ambientales y que la pérdida de biodiversidad avanza a un ritmo mil veces mayor que el natural, todo esto a un costo de 50 millones de euros por año.

El bosque Bialowieża es la última reserva natural enclavada en Europa. Fue declarada como Patrimonio de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

Se extiende sobre 140 mil hectáreas desde la frontera entre Polonia y Bielorrusia; su flora está compuesta por una gran variedad de árboles. Éstos suelen ser de inmensos tamaños, con más de 500 años y 50 metros de altura. La política del parque se basa en el respeto total por la flora y la fauna; esta última es famosa por dar cabida al último terreno reservado para bisontes europeos.

De acuerdo con un informe elaborado en 2010 por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el mantenimiento y la gestión de los ecosistemas intactos debe ser la prioridad fundamental; sin embargo, dado que más de 60 por ciento de esos ecosistemas —marinos, arrecifes de coral y bosques tropicales— ya se encuentra degradado en el planeta, es preciso que la restauración adquiera, ahora, el mismo nivel de prioridad.

El informe Planeta Muerto, Planeta Vivo: Biodiversidad y Restauración de los Ecosistemas para el Desarrollo Sostenible subraya que con programas de conservación bien planificados y basados en la ciencia puede recuperarse entre 25 y 44 por ciento de los servicios originales al lado de animales, plantas y otra biodiversidad del sistema intacto anterior.

“La restauración vale la pena: los humedales y los bosques pueden ser hasta 22 veces más eficientes que invertir en plantas de tratamiento de aguas”, mencionó Christian Nellemann del PNUMA, quien dirigió el informe.

¿Tras los mismos pasos?

¿Qué tan cerca están México y Latinoamérica de seguir los mismos pasos y tan sólo tener ecosistemas recreados? Ésta es una pregunta que se hacen los especialistas ante fenómenos como la falta de control de la tala forestal, de urbanismo y de la pérdida de biodiversidad.

En América Latina, donde se encuentra el mayor capital natural del mundo, México y Brasil son los países latinoamericanos con más tipos de ecosistemas. Sin embargo, en 37 años la biodiversidad latinoamericana y caribeña se deterioró un 55 por ciento, según un estudio hecho por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés).

“La constante pérdida de biodiversidad y deterioro de los ecosistemas en América Latina es resultado de muchos factores interrelacionados: destrucción, conversión y alteración de hábitat por medio de talas, incendios y deforestación; sobreexplotación o uso insostenible de recursos terrestres o acuáticos; las prácticas insostenibles de gestión de tierras; la contaminación de ecosistemas terrestres y acuáticos por las actividades económicas intensivas y el cambio climático”, refirió el WWF.

En el caso de México, la pérdida de ecosistemas terrestres se mantiene en un ritmo de 250 mil hectáreas al año, de acuerdo con datos de la Comisión Nacional Forestal (Conafor). Los efectos ya se resienten en la extinción acelerada de especies, aumento de la desertificación y algunos efectos derivados del cambio climático.

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