Colaboraciones

DF: olla de presión climática

Juan Carlos Machorro

La temperatura promedio de la ciudad de México en el último siglo ha aumentando más de tres grados centígrados, y esto ha originado un efecto de isla de calor o “cacerola”, expandiendo su aire caliente que no se trasmina en el subsuelo por la plancha de cemento que cubre al Distrito Federal.

Hace un siglo, cuando el DF tenía una población mucho menor a la actual, este problema no representaba un problema severo, a diferencia de hoy en día, tal como apunta Marcelo Ebrard, jefe de gobierno.

“Ahora —tenemos— 3.5 millones de vehículos que consumen al día 48 millones de litros de gasolina que suben a la atmósfera”, apuntó Ebrard, quien consideró ésta la principal causa del incremento de temperatura en la capital del país.

El titular del Climate Institute (CI), Crispin Tickell, señala que el problema es grave, si se considera que el aumento de temperatura de los centros urbanos puede afectar considerablemente los alrededores, pues “las islas de calor en las ciudades se recrudece en las zonas rurales cercanas a las mismas, que son las más afectadas”, ocasionando mayor resequedad de sus tierras, pérdida de biodiversidad o lluvias fuera de temporada.

Esto debido a que el aire caliente que absorbe el Distrito Federal se mueve a través de la atmósfera buscando una salida natural, la cual se presenta en las zonas naturales y rurales aledañas a la metrópoli. El principal riesgo de esta masa de aire caliente se debe a que daña, reseca y desertifica los pulmones verdes que forman un cinturón en los alrededores del DF.

El funcionario del CI mencionó que entre las soluciones que se han aplicado en zonas rurales de algunos países europeos se encuentra pintar los techos de los hogares de blanco para reducir los rayos de calor, tema recurrente en las zonas del Mediterráneo.

Si bien los contextos de Europa y América Latina son totalmente opuestos, esto no es excusa para dejar de implementar soluciones al problema, según explica Tickell, ya que “no hay mucha diferencia, pues las grandes ciudades del mundo deben empezar a actuar sobre el cambio climático”.
Puso como ejemplo a Londres, Inglaterra, una de las ciudades más limpias del mundo que pese a ello, todavía tiene muchos pendientes para vencer el problema del calentamiento en la ciudad.

Desde hace diez años, la Comisión de Cooperación Ambiental (CCA) cuenta con dos estaciones de medición de la temperatura en el DF, una en el Zócalo capitalino y otra en el oriente citadino. De acuerdo con estudios recientes, las diferencias de temperatura se han disparado en los últimos años, pues en noviembre de 2006 y 2007 se presentaba el hecho que en Xochimilco amanecía a cero grados centígrados y el Zócalo tenía una temperatura de nueve grados.

Para Gustavo Ampugnani, coordinador de la campaña de clima de Greenpeace, una de las soluciones vitales para el DF es detener el crecimiento de la mancha urbana para conservar el suelo con base en una política correcta de planeación urbana, pues es necesario que el desarrollo urbano fomente la implementación de una ciudad vertical en lugar de una horizontal. Por ello, consideró urgente que se detenga el cambio de uso de suelo, con el fin de que la población rural del DF tenga opciones de trabajo como el ecoturismo, cultivos de venta y autoconsumo, sin entender a los bosques como un estorbo.

En la ciudad de México, las zonas verdes de Tlalpan, Milpa Alta, Tláhuac, Magdalena Contreras y Álvaro Obregón, desde hace años son botín de desarrolladores inmobiliarios, que con los permisos de las autoridades o sin éstos, siguen haciendo crecer la mancha urbana a ritmo acelerado.
Una de las resoluciones planteadas por el gobierno capitalino es repoblar el centro de la ciudad para conservar las zonas naturales aledañas a la ciudad de México.

Por su parte, José Luis Samaniego, director de la división de desarrollo sustentable de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), comentó que las islas de calor son poco perceptibles para los habitantes de grandes ciudades, y por ello la población urbana suele creer que la pérdida forestal no les afecta, a pesar de que esto desemboca en la falta de absorción de agua y la presencia de eventos extremos.

“Existen otras alertas más sutiles, como es la nula renovación natural de las cosechas a la ciudad, y al perderse la biodiversidad y polinización en el campo, se pierde el alimento”, explica Samaniego.

Macrourbes, bomba de tiempo climática

– Las actividades industriales y domésticas generan calor y emisiones que inciden en el aumento de las temperaturas. En ciudades con una población entre 500 mil y un millón de personas, la temperatura aumenta entre 1.1 y 12 grados centígrados.

La mitad de la humanidad vive en zonas urbanas, cifra que llegará a 75 por ciento en 2050.

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