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Crisis económica: la gran paradoja ambiental

Tras los arrolladores efectos mundiales de la crisis financiera, los expertos todavía no han podido ponerse de acuerdo sobre las consecuencias que tendrá dicha recesión en el medio ambiente. Por un lado, el estancamiento de la inversión ejercerá menos presión sobre los ecosistemas, pero por el otro, también se harán grandes recortes presupuestales a los programas ambientales y se detendrá el desarrollo de proyectos sustentables. En lo que sí coinciden los especialistas, es que este fenómeno representa una oportunidad para resolver uno de los grandes pendientes de la economía tradicional: darle valor de mercado a los recursos naturales.

Manuel Hernández

crisiseconomica02El hundimiento del banco de inversiones Lehman Brothers, en septiembre de 2008, fue sólo el inicio formal de una crisis anunciada. La eventual caída de la Bolsa de Valores de Nueva York y el desplome de un sinnúmero de empresas financieras desataron una serie de efectos colaterales que evidenciaron la fragilidad del sistema económico mundial, trayendo como consecuencia una crisis financiera sin precedentes, cuyas repercusiones siguen vigentes en prácticamente todos los países del orbe.

México no es la excepción. A pesar de que en un principio el gobierno federal pretendió minimizar los posibles daños, la avalancha económica global terminó arrastrando a todo el país y evidenciando un escenario difícil. Las cifras hablan por sí solas. México registra la peor situación macroeconómica y productiva de toda América Latina y el Caribe, en términos de recesión económica, desempleo y expectativas de recuperación.

Esto se explica debido a la fuerte dependencia comercial que tiene México frente a Estados Unidos, lugar al que se destina más del 80 por ciento de las exportaciones mexicanas, tal como lo expuso Roberto Escalante Semerena, director de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

“La actual recesión económica no vino de afuera como suele argumentarse, es resultado consustancial del acoplamiento estructural del ciclo productivo de la economía mexicana con el de Estados Unidos, acoplamiento decidido hace 25 años y profundizado hace 15, con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte”, explicó el especialista durante el seminario Crisis económica y medio ambiente, organizado por el Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc) de la UNAM.

La caída del Producto Interno Bruto (PIB) es un síntoma claro de la situación actual. Tan sólo en el periodo abril-junio de 2009, el PIB se contrajo 10.3 por ciento, lo que representó su peor caída desde 1981, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), debido a números negativos en actividades como la minería, manufacturas, construcción, agricultura, comercio y servicios financieros, lo cual se ha traducido en pérdida de empleos y una reducción significativa en las exportaciones mexicanas.

Todo este complejo panorama ha generado algunas preguntas difíciles de responder. ¿Cuáles serán las repercusiones de la crisis económica sobre el medio ambiente y los recursos naturales? Nadie lo sabe con exactitud.

Para especialistas como Escalante, el panorama resulta poco alentador debido a que la situación económica traerá consigo un uso “aún menos racional” del territorio (principalmente en el sector agropecuario) y la acumulación de pasivos ambientales sin recuperación ni incentivos para crear procesos de sustentabilidad, lo cual derivará en la fragmentación de los ecosistemas y falta de recursos para proyectos sustentables.

Otras voces apuntan en dirección contraria, pues consideran que al reducir el crecimiento económico y la inversión, se ejercerá una menor presión sobre los ecosistemas, al menos por un tiempo.

Algunos expertos consideran que este ligero retraso en la devastación ambiental debería aprovecharse para replantear y modificar algunos esquemas para poder dar un giro completo hacia una economía sustentable. Y para lograr esto, es prioritario darle valor a los recursos naturales, más allá del que en la actualidad poseen los combustibles fósiles y algunos minerales.

“No hemos podido ponernos de acuerdo en cómo valorizar un recurso, pero es importante hacerlo, porque te permite hablar de ellos en términos de mercado, cuya esencia son los precios. Si decimos que sí estamos deforestando entre 260 y 300 mil hectáreas al año, se oye muy fuerte pero no sabemos muy bien qué significa. Si eso lo trasladamos a términos económicos y decimos que representa entre el 8 y 10 por ciento del PIB anual, ya se percibe diferente, porque nos empieza a doler en el bolsillo”, señaló Carlos Muñoz Piña, director general del departamento de Investigación en Política y Economía Ambiental del Instituto Nacional de Ecología (INE).

Sin embargo, resulta sumamente complicado determinar con exactitud el valor de un recurso natural cuando el sistema económico no está preparado para ello. Un ejemplo, es la manera en que se determina el PIB, variable que mide el flujo económico de un territorio determinado, pero que deja fuera los costos derivados del deterioro ambiental.

Debido a esto, algunos organismos como el INEGI han optado por realizar cálculos complementarios a la contabilidad tradicional que permitan determinar, en términos económicos, un valor aproximado de los recursos naturales que no pasen por el mercado.

“A lo mejor en la contabilidad nacional, la silvicultura pesa muy poco en términos económicos. De hecho aporta un flujo económico del 0.2 por ciento del PIB, casi nada. En términos económicos, uno podría decir que no pasa nada si perdemos los bosques, pero con las cuentas satélite podemos establecer que la valoración económica de los bosques no es la adecuada. Habría que tener herramientas más claras que permitan dimensionar adecuadamente el valor de la madera y todos los demás recursos naturales que coexisten con los bosques y selvas”, explicó Raúl Figueroa Díaz, coordinador de cuentas ambientales del INEGI.

De acuerdo con datos derivados de esta metodología, se estima que las pérdidas ambientales de México en 2006 representaron 8.8 por ciento del PIB, un monto cercano a los 900 mil millones de pesos.

Algunos investigadores incluso consideran que la mayoría de los países del mundo que normalmente presentan crecimiento económico, tendrían cifras negativas si se contabilizaran los daños a su “capital natural”, un novedoso término que pretende dotar a los recursos naturales de un valor igual al que actualmente poseen otros tipos de capital.

“La biodiversidad y los ecosistemas naturales son igualmente importantes que el capital manufacturado, el capital humano y las reservas económicas de un país. Tenemos que empezar a entenderlo de esa manera no para monetarizarlo sino para entender que es un elemento de nuestro desarrollo tan importante como cualquiera de los que consideran los economistas”, indicó José Sarukhán, titular de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) y coordinador de El capital natural de México, una monumental obra en la que se plasma a detalle la situación actual de los ecosistemas mexicanos, víctimas de una paulatina destrucción ocasionada por actividades humanas tales como la agricultura y el crecimiento urbano.

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