Colaboraciones

Psicología verde: el comportamiento del hombre ante su entorno

Adriana Estrada

psicologiaverdeEl desperdicio del agua y energía, la sobreexplotación de bosques y la contaminación, son problemas que están relacionados con nuestro comportamiento, y la forma en que usamos y cuidamos nuestro entorno. Las creencias, hábitos, actitudes y costumbres que nos constituyen como personas determinan nuestra forma de actuar. Al acercarnos un poco a la sociedad, comprendemos que no es tan sencillo separar al hombre de su ambiente. Sin embargo, ambos aspectos se entremezclan de tal forma, que no pueden entenderse el uno sin el otro. Comprender la manera en cómo se articulan ha sido uno de los grandes desafíos de la psicología, una disciplina que ha desarrollado numerosas teorías para tratar de explicar este fenómeno.

Las antiguas civilizaciones, como la maya, la griega o la egipcia, no se concebían como seres independientes de la naturaleza, sino como seres vinculados a ella. Pensaban que el medio ambiente era el sitio donde se encontraba un conjunto de elementos como aire, agua, fauna o flora, todos ellos conectados entre sí. Tal perspectiva se mantuvo vigente durante varios siglos, hasta que los diversos procesos sociales que dieron vida a la sociedad moderna, originaron la mentalidad que prevaleció durante el siglo XX, en el cual el ser humano se asumió como superior a su entorno, situación que le otorgaba suficientes derechos para invadir, ensuciar y contaminar el ambiente a costa de su supuesto beneficio.

Por esta razón, a finales de los años sesenta y durante la década de 1970, en diferentes partes del mundo se incrementó la investigación sobre la relación hombre ambiente y los subsecuentes cambios en la conducta humana a raíz de este vínculo. Debido a la complejidad del problema, disciplinas como la arquitectura, geografía, antropología, urbanismo y sociología se dieron a la tarea de encontrar diferentes respuestas que pudieran explicar la forma en que el entorno contribuye a la construcción del individuo. En este contexto, la psicología tradicional propuso una nueva forma de abordar el problema por medio de la psicología ambiental.

Aunque este término no contó con una definición formal en sus inicios, debido a que existía una variedad de enfoques científicos muy diversos, tales como la psicología ecológica propuesta por Roger Barker en 1968 o la geografía conductual de White, la psicología ambiental ha logrado centrar su campo de estudio en temas referentes a la educación.

Está nueva disciplina puede intervenir en cualquier situación
o escenario donde se considere que las características ambientales influyen en el comportamiento de la gente, tal como explica el doctor Javier Urbina, responsable del Programa de Psicología Ambiental de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). En primer lugar, la psicología ambiental estudia cómo aprende la gente sobre el ambiente, para esto es necesario que la persona observe, escuche, toque, y así, codifique la información, es decir, almacene los elementos del entorno y los recupere cuando los necesite en su vida cotidiana. De esa forma analiza los fenómenos surgidos a partir de la evaluación sobre qué hacemos del ambiente.

“Por ejemplo, si realizáramos una encuesta de opinión sobre el DF encontraríamos a quienes por su rango de movimiento la consideran adecuada para transitar, pero aquellos cuyo grado de movilidad es menor considerarían que esta urbe está hecha para todo, menos para recorrerla”, explica el especialista.

Esto permitiría analizar si diferentes características personales llevarían a diferentes apreciaciones del entorno.
De acuerdo con Urbina, esto permitiría encontrar algunos datos interesantes: si la gente introvertida disfruta menos
la ciudad de México que la extrovertida, o la manera en que las personas aprecian los colores, tamaños y formas de su entorno, así como la organización y estructura de los edificios ocupados para vivir, trabajar o divertirse. A partir de estas bases, la psicología ambiental trata de explicar que, si bien las características del ambiente tienen influencia en las conductas que adoptamos, no las determinan, ya que existen aspectos en la personalidad que condicionan ciertas acciones, por ello no es tan sencillo modificar el comportamiento de la gente hacia el cuidado del medio ambiente, apunta Urbina.

“La mayoría de la población en casi todo el mundo suele percibir los problemas ambientales como un problema lejano…, la ciudadanía no es consciente del problema sólo
porque no puede identificar y establecer las relaciones que
existen entre su forma de vida y el entorno ambiental”, abunda el investigador de la UNAM. “En el Valle de México, la contaminación del aire y del agua, son de los problemas más graves, y las personas lo saben, sin embargo esto no implica que actúen en consecuencia, es decir, no evitan desperdiciar este recurso ni lo utilizan razonablemente en su uso doméstico.”

“Desarrollar actitudes favorables hacia el cuidado del medio ambiente, mucho depende de la importancia que otorguemos al problema y de cuán costoso nos parezca implementar los comportamientos de cuidado ambiental necesarios, ya sea en términos económicos o del esfuerzo personal que nos implique”, apunta Urbina.

Greenpeace promueve el cambio de focos incandescentes por ahorradores; según la organización, la principal razón para que los usuarios adquieran focos ahorradores es que a pesar de que cuestan más de 35 pesos, mientras el valor de un foco normal va de tres a cuatro pesos, es que duran diez veces más y consumen menos energía, y esto representa un ahorro hasta de 80 por ciento mensual en recibos de luz. Sin embargo, hay comportamientos que entran en contradicción con el cuidado ambiental, por ejemplo: el disfrute de la comodidad de la vida moderna es más importante que el cuidado del planeta; ¿estaríamos dispuestos a restringir el uso de nuestro automóvil aunque este medio de transporte es responsables de 87 por ciento de la contaminación atmosférica de la capital?
Esto, según cálculos del Instituto de Políticas para el
Transporte y el Desarrollo de México.

“Les va a ocurrir a otros, no a mí”

El hombre hoy en día cree que tiene el derecho de dominar
La naturaleza; que es más importante que el resto de las especies; y que tiene el derecho de utilizar todos los recursos naturales que pueda. Un estudio hecho en 2000 por el psicólogo alemán David Uzzell, realizado en Australia, Eslovaquia e Inglaterra, analizó qué tan distantes eran percibidos los fenómenos naturales entre la población. El resultado reveló que muchos fenómenos naturales son percibidos como algo distante y ajeno a la conducta humana. Con esto, se muestra una vez más el conocido mito de la invulnerabilidad personal: “les va a ocurrir a otros, no a mí”. Similares resultados encontró Anthony Leiserowitz en un estudio con ciudadanos estadounidenses, que consideraban que el cambio climático tendrá un impacto sobre todo en lugares lejanos a ellos o en generaciones futuras.

En este sentido, el asesor en jefe para Asuntos de América Latina del gobierno de Estados Unidos, Jeffrey Davidow, declaró que cuando la información no fluye de manera concisa y clara provoca que la gente no crea lo que sucede, pues de alguna manera no han sufrido situaciones lamentables porque están lejos. “Todavía el 50 por ciento de la población en el mundo no cree que hay un grave problema de calentamiento global, incluso en Estados Unidos, 25 por ciento se niega a
creerlo”, dijo.

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