Cambio climático

Impuesto sobre el carbono, caso ejemplar de Columbia Británica, Canadá

Al parecer esto se debe a que el impuesto no solo ha tenido un efecto económico: también ha ayudado a cambiar la cultura de consumo de energía en el estado

impuesto-canadaMéxico, D.F.— Suponga que vive en Vancouver y que conduce un coche a su trabajo. Obvio, tiene que cargarle gasolina a su auto. Cuando se detiene en la bomba, verá un aviso como el que hay en la foto más abajo, que explica que parte del precio que paga es, en efecto, debido al costo del carbono. Esto porque en 2008, el gobierno de Columbia Británica decidió imponer un impuesto sobre las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de los combustibles fósiles, la promulgación de lo que se ha denominado “por mucho, el impuesto sobre el carbono más importante en el hemisferio occidental.”

Un impuesto al carbono es exactamente lo que se entiende: El gobierno de Columbia Británica cobra una tarifa, actualmente 30 dólares canadienses, por cada tonelada métrica de emisiones equivalentes de dióxido de carbono resultantes de la combustión de diversos combustibles, incluyendo gasolina, diésel, gas natural, y, por supuesto, el carbón. Esa cantidad se le agrega al precio que se paga en la bomba de gasolina —por ejemplo, en la gasolina es 6.67 centavos de dólar por litro (unos 25 centavos de dólar por galón)— o en su factura de calefacción , o cualquier otro lugar donde aplica el impuesto. (El dólar canadiense equivale a unos 90 centavos de dólar estadounidense.)

Si el objetivo es reducir la contaminación causante del calentamiento global, entonces el impuesto sobre el carbono de Columbia Británica es un éxito total porque funciona. Desde su aprobación, el uso de gasolina en el estado se ha desplomado, la disminución ha sido siete veces mayor de lo que se esperaría con un aumento equivalente en el precio de mercado de la gasolina, de acuerdo con un estudio reciente realizado por dos investigadores de la Universidad de Ottawa. Al parecer esto se debe a que el impuesto no solo ha tenido un efecto económico: también ha ayudado a cambiar la cultura de consumo de energía en el estado. “Creo que realmente aumentó la conciencia sobre el cambio climático y la necesidad de la reducción de emisiones de carbono, porque estaba ahí a la vista diariamente, toda la semana”, dice Merran Smith, el director de Clean Energy Canada. “Hizo que la acción climática fuera algo real para la gente.”

También les ahorró mucho dinero a muchas personas. Claro, el impuesto puede costarte algo si conduces mucho en automóvil, o si tienes altos costos de calefacción de gas en casa. Pero también da la oportunidad de ahorrar un montón de dinero si cambia sus hábitos, por ejemplo, conducir menos o comprar un vehículo de consumo más eficiente. Eso es porque el impuesto está diseñado para tener una “neutralidad recaudatoria” —el dinero que genera va directamente a los ciudadanos en forma de exenciones fiscales—. En general, el impuesto ha recaudado unos cinco mil millones de dólares en ingresos a la fecha, y más de tres mil millones han sido devueltos en forma de recortes en impuestos para negocios, además de mil millones en recortes de impuestos personales, y casi mil millones se dedicaron a créditos fiscales para gente de bajos ingresos (para proteger a aquellos a los que el aumento del costo de combustible podría significar mayor dificultad económica). De acuerdo con el Ministerio de Finanzas de Columbia Británica, ahora los individuos que ganan hasta 122 mil dólares anuales, tienen las tasas de impuesto sobre la renta más bajas de Canadá.

Entonces, ¿cuál ha sido el lado negativo? La realidad es que no ha habido para la mayoría de los ciudadanos de la provincia, a menos que manejen sus automóviles de alto consumo de gasolina sin consideración. (Y aun así, la meta del impuesto es exactamente utilizar las fuerzas del mercado para desalentar ese tipo de comportamiento.) El aspecto negativo es principalmente para los canadienses en otras provincias que carecen de una política tan sensible, y en especial para los estadounidenses. En Estados Unidos, la idea de hacer algo sobre el calentamiento global es actualmente un anatema, a pesar de que solucionar el problema de la manera que lo hace Columbia Británica ayudaría al medio ambiente y también pondría más dinero en los bolsillos de muchas personas. Tal es la profundidad de nuestra disfunción; pero al analizar Columbia Británica de cerca, podemos, por lo menos, ver que no tiene por qué ser así.

El impuesto sobre el carbono de la Columbia Británica fue, aparentemente, una sorpresa desde el inicio. El Partido Liberal de centro-derecha de la Columbia Británica, que introdujo la política, no era conocido hasta ese momento por tener una sólida trayectoria ambiental. Sin embargo, el primer ministro de ese entonces, el liberal Gordon Campbell, aparentemente se vio muy influido por el ambientalismo amigable para los negocios del entonces gobernador de California, Arnoldo Schwarzenegger. Los liberales también eran muy amables con los economistas, 70 de los cuales emitieron, en 2007, una carta pidiendo un “impuesto sobre el carbono neutral en ingresos.”

Los ecologistas y la comunidad empresarial lo apoyaron, y por supuesto, en febrero de 2008, el ministro de Finanzas de KB, Charole Taylor, introdujo formalmente el impuesto. Se fijaría inicialmente a una tasa baja de diez dólares por tonelada métrica equivalente de emisiones de dióxido de carbono (CO2), y estaba prevista en aumentar cinco por año hasta llegar a 30 dólares por tonelada métrica (lo que se alcanzó el 1 de julio de 2012). Los ingresos irían directamente a los contribuyentes, y todos los residentes de la provincia recibirían un pago único de 100 dólares apodado “Dividendo de Acción Climática” —cuando se lanzó por primera vez la política—. También hay un “Crédito de Impuestos de Acción Climática” a partir del impuesto sobre el carbono, que se le paga a personas o familias de bajos ingresos, que actualmente reciben 115.50 dólares por cada padre y 34.50 dólares por niño al año.

El impuesto es ahora muy popular. “Las encuestas han demostrado que el apoyo al impuesto va del 55 al 65 por ciento”, dice Stewart Elgie, director de la Universidad del Instituto de Medio Ambiente de Ottawa. “Y sería difícil encontrar otro impuesto en que la mayoría de las personas digan que les gusta, pero la mayoría de la gente dice que les gusta este impuesto.”

Ciertamente es importante que el impuesto, de por sí, funcionó. Eso queda claro en al menos tres aspectos: reducciones importantes en el consumo de combustible en la provincia, una correspondiente disminución en las emisiones de gases de efecto invernadero, y la falta de un impacto negativo en la economía de Columbia Británica.

Ponerle números al efecto del impuesto es un poco difícil considerando el momento en el que se implementó, el colapso económico de 2008 redujo las emisiones en Canadá y todo el mundo, por otro lado, la provincia obtiene la mayor parte de su electricidad a partir de la energía hidroeléctrica.

El lugar más claro si se quiere ver los efectos del impuesto sería ver las ventas de combustibles de fuerte impacto en emisiones, como el diésel y la gasolina y el efecto está muy claro, una disminución del 15 por ciento en solo cuatro años, mucho más que la nación cuando se toma como un todo.

Otro estudio del grupo Prosperidad Sostenible, encuentra un resultado similar: una disminución del 17 por ciento per cápita en consumo de combustible en la provincia.

“El uso de combustible de Columbia Británica ha bajado dramáticamente, y su economía se ha mantenido a la par con el resto de Canadá”, dice Stewart Elgie de la Universidad de Ottawa, coautor del informe Prosperidad Sostenible.

En general, entonces, no es un mal récord para un impuesto que lleva solo cinco años. “Lo que ha hecho es reducir nuestras emisiones de carbono, reducir nuestro consumo de combustible, y en ese período el PIB y la población ha aumentado”, dice Smith de Clean Energy Canada. “Así que es bastante impresionante.”

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