Biodiversidad

Los suelos ¿aún con capacidad para retomar el equilibrio?

El suelo es producto de la transformación e interacción de compuestos de origen inorgánico (rocas con sus minerales) y orgánicos (desechos vegetales y animales), que se encuentran en la superficie de la corteza terrestre, en la zona de influencia de la litosfera, hidrosfera, biosfera y atmósfera.

Asimismo, el suelo está constituido por sustancias de tipo inorgánico y orgánico, entremezcladas con agua y aire. En este espacio pueden además existir organismos vivos y podemos representarlo como un sistema abierto trifásico sólido-líquido-gaseoso, con equilibrio dinámico entre sus fases.

Cuando en un sistema, alguno de sus componentes es sometido a una modificación, su estado de equilibrio se ve alterado. Ante ello, todo sistema trata de volver a un nuevo estado de equilibrio, para lo cual inicia una readecuación permanente, pasando sucesivos estados parciales de equilibrio en el tiempo tendentes al equilibrio total. Se puede resumir entonces que, equilibrio es un estado constante, en el cual no se producen cambios en un determinado tiempo.

En consecuencia, el suelo como sistema trifásico abierto, sometido a aportes y pérdidas de componentes, se readecua permanentemente a las nuevas situaciones. La capacidad del sistema de retornar al estado de equilibrio se denomina resiliencia.

La formación del suelo se puede resumir como una función de factores, de la siguiente manera: S = f (rocas de origen, clima, organismos vegetales y animales, acción humana, tiempo).

Es decir, la participación de una determinada combinación de factores induce o favorece ciertos procesos en el suelo, los que finalmente le otorgan características morfológicas y funcionales particulares.

En consecuencia, existe una gran diversidad de situaciones y por lo tanto de suelos, los que de acuerdo con su génesis particular serán típicos o representativos para un lugar y condición de manejo dada.

Los factores de mayor relevancia para la formación de suelos son:
• las rocas con sus minerales o factor litológico;
• el factor climático;
• la vegetación con los organismos que viven en él o
• factor biótico;
• la acción humana o factor antrópico, y
• el tiempo o factor cronológico.

Comprender el comportamiento del suelo

Un aspecto que tiene gran influencia en el comportamiento o efecto de los factores es la topografía o relieve del terreno en el cual ellos interactúan. Si bien la topografía no es un factor de la pedogénesis, debe considerársele siempre para la adecuada comprensión de un suelo debido a su influencia en la intensidad con que pueden actuar los factores pedogenéticos.

La variedad de factores y su acción con distinta intensidad en una escala de espacio y tiempo dado, explican la existencia de diferentes situaciones que es posible encontrar. Por tal motivo, para una adecuada comprensión del comportamiento del sistema suelo, de sus relaciones causales, es necesario recurrir a conocimientos básicos de física, química y biología y de aquellos propios de los factores pedogenéticos mencionados. Para tal efecto, estos últimos se tratan a continuación en forma resumida, destacándose sólo sus aspectos fundamentales.

Las rocas que conforman la superficie terrestre, y que sirven de punto de partida a la formación de suelos, se pueden clasificar, según su origen, en ígneas, sedimentarias y metamórficas. Éstas, a su vez, están constituidas por diversos minerales y, por lo tanto, poseen una composición química y mineralógica particular. Ello incide y permite explicar el grado de resistencia que ofrecen frente a los agentes de transformación físico-mecánicos (presión) y químicos (solubilización, hidrólisis, acidificación, complejación).

El clima, con sus componentes de radiación, temperatura, pluviosidad, humedad y viento constituyen un agente fundamental en la génesis de los suelos. De ellos dependen fenómenos como la velocidad de las reacciones (efecto de la temperatura) y la posibilidad de que éstas ocurran (requerimiento de agua como aspecto fundamental para las reacciones químicas y bióticas). Conjuntamente, la radiación tiene una función importante, provocando diferencias de temperatura entre zonas que reciben radiación más directa y aquellas en sectores de sombra, incidiendo en lo señalado anteriormente y además en el grado de actividad biótica. Todo esto conduce a una diferenciación paulatina según zonas o condiciones climáticas.

El clima lo podemos dividir en macro y microclima. Como su nombre lo indica, el primero involucra amplias regiones y el segundo a una condición local. Por tal motivo, en la perspectiva de una variación local del suelo, se debe concentrar la atención en los aspectos que regulan la variación microclimática como la exposición y la posición relativa en el paisaje, entre otros.

Como ejemplo de lo anterior se tiene el efecto de la condición imperante en una hondonada, con mayor grado de humedad y menor temperatura, sobre el tipo de vegetación y grado de acumulación de la materia orgánica.

El clima y su influencia en el suelo

Otro aspecto importante lo constituye el clima como factor de erosión, junto a la vegetación, topografía y material de origen. Así, para una cierta pendiente, la pluviosidad (intensidad y cantidad) tendrá un impacto diferente sobre el suelo como agente de erosión (erosividad), según la cobertura vegetal y las características estructurales y de infiltración del suelo, derivadas del tipo de material de origen.

La vegetación y los organismos que se adaptan a un ambiente particular se caracterizan por constituir comunidades de individuos específicas, con una actividad biótica propia. Es decir, son capaces de producir biomasa a una tasa definida por el potencial genético de las especies establecidas y, sus residuos, que caen sobre el suelo, son transformados de acuerdo con la condición microclimática del sitio y de los individuos de la macro, meso y microfauna, así como de la microflora que la habitan. El conjunto de estos organismos se denomina edafón.

La acción humana se manifiesta en el grado y tipo de intervención que realiza en el medio. Como consecuencia de esto podemos observar modificaciones en el suelo que van desde simples y leves alteraciones del contenido de materia orgánica, hasta compactación del suelo y erosión severa.

La variación local como resultado de la acción humana es, quizá, la más evidente. Por ejemplo, cambios de uso del suelo desde forestal a agrícola, desde agrícola a urbano o el suelo como lugar de acopio de residuos. Innumerables pueden ser los ejemplos, pero debemos apreciar la variación según cada caso particular, detectando si los efectos son adversos o bien favorables al suelo en cuestión.

Como se ha expresado, la génesis del suelo debemos apreciarla en una dimensión espacial, superficie o área que ocupa nuestro objeto de estudio, y temporal, el tiempo transcurrido para llegar a las características que apreciamos. Según el área que se trate, tendremos una condición climática y topográfica dada, así como un grado de intervención humana que se refleja en el tipo de vegetación y hábitat particular. Todo ello conduce a una variación morfológica de los suelos.

Los fenómenos que llevan a los cambios en el sistema suelo poseen una velocidad que depende de la interacción de los factores pedogenéticos. De esta manera, ciertas intervenciones pueden aparentemente no tener efectos visibles a corto plazo, pero sí en una dimensión de tiempo mayor. Por tal motivo, el conocer el tiempo requerido por cada tipo de cambio es muy importante para poder predecir el comportamiento del suelo frente a su utilización.

La topografía representa un factor regulador de los restantes factores. Tal como se indicó anteriormente, el relieve, la posición relativa en el paisaje, el tipo de pendiente, su forma e inclinación definen la intensidad con que pueden actuar.

Entre estas relaciones podemos destacar, por ejemplo, la disminución de la temperatura con la altitud, lo cual afecta la intensidad y tipo de pluviosidad (lluvia o nieve), con ello existe un ambiente propicio sólo para algunas especies vegetales, el grado de meteorización disminuye y, en general, se establece una dinámica o génesis de suelo propia para dicha combinación de factores.

Del mismo modo que el ejemplo citado en el punto anterior, en una hondonada el clima se ve afectado por la posición relativa en el paisaje, y sirve además como lugar de recepción o acopio de materiales que pudiesen provenir desde las laderas colindantes por efecto del transporte por gravedad o por arrastre con la lluvia. Así, es posible encontrar suelos con morfología diferente a distancias relativamente cortas.

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