Biodiversidad

Investigadores y estudiantes de la UNAM monitorean colibríes en la Ciudad de México

  • Se ha detectado un aumento en el número de ejemplares de Saucerottia beryllina, especie que se alimenta en los bebederos de néctar

Fabiola Méndez/UNAM Global

Los colibríes están entre los grupos de aves más numerosos del mundo: de las 330 especies conocidas, 59 habitan en México y 17 tienen doble nacionalidad, pues durante el verano migran a Estados Unidos y Canadá para reproducirse y vuelven en invierno en busca de calor.

A decir de María del Coro Arizmendi Arriaga, experta en ecología, evolución y conservación de aves, y actual directora de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala (FES-I) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), estos pájaros endémicos del continente americano son fascinantes por su importancia ecológica, cultural y económica.

Su tamaño oscila entre los 10 y los 13 centímetros, y su peso entre los tres y los cinco gramos, aunque hay especies como el colibrí gigante de Sudamérica que llega a los 20 cm de longitud. En México, la mayoría registra alrededor de cinco gramos y 12 centímetros. A pesar de su pequeñez son expertos voladores: pueden hacerlo de arriba abajo, en reversa o quedarse suspendidos en un punto aleteando entre 30 y 50 veces por segundo, aunque algunas variedades lo hacen hasta 80 veces.

Es una especie muy apreciada, valorada y estudiada, pero “aún no sabemos qué es un colibrí en su individualidad y qué hace a lo largo de su vida”, afirmó la también docente. Por ello, estudiantes e investigadores a cargo de la profesora Arizmendi realizan, desde hace 12 años, un monitoreo mensual de estos animales a fin de conocer el estado de sus poblaciones en un espacio al aire libre y acondicionado para ello.

Dicha estación es única en México, inició al sur de la CDMX, en la reserva del Pedregal de San Ángel —en la cantera oriente de la UNAM— y desde enero de 2023 realiza labores de observación desde la FES Iztacala, con la colaboración de estudiantes de licenciatura, maestría y doctorado.

“Hay poblaciones en descenso; necesitamos frenar eso o, si sucede, saber por qué. Estos estudios nos ayudan a encontrar respuestas”, aseguró Aranza Escalante Vega, estudiante de Biología de la FES-I quien, junto con otros alumnos, realiza el monitoreo el último jueves y viernes de cada mes.

Esta actividad consiste en capturarlos y colocarles unos anillos metálicos muy pequeños —que no les representan daño alguno— con una numeración única. “Los marcamos y les tomamos datos como el tamaño del ala, edad, especie, sexo y peso; después los liberamos para tratar de recapturarlos y saber los parámetros poblacionales de los colibríes aquí, en el norte de la ciudad”, explicó Laura Nuñez Rosas, profesora e investigadora de la FES Iztacala y responsable de la estación.

Gracias a este trabajo han determinado sus ciclos de reproducción, el tamaño de su población, si salen o se quedan en el campus, y también realizado comparativas con las variedades que habitan en el sur de la capital. En ese contexto, la profesora Arizmendi expuso que, en efecto, los ejemplares sureños son diferentes a los del norte.

“Existe una especie asociada a los bebederos que está aumentando: hay muchos más individuos de Saucerottia beryllina. Antes abundaban los Cynanthus latirostris y hoy no tanto, ahora los están sobrepasando los Saucerottia beryllina. Entonces sí, hay cambios en las densidades.”

El gusto de Arizmendi Arriaga por estos pájaros nació cuando trabajaba en su tesis de licenciatura y fue invitada a colaborar en la colección de aves del Instituto de Biología de la UNAM. Ahora es especialista en ellos.

En 2014, decidió crear el primer jardín dedicado a los colibríes en la FES-I, sembró algunas de sus flores preferidas y desde entonces han llegado muchos ejemplares. “Cada vez hay más aquí en Iztacala y, sobre todo, más nidos. Es decir, sí lo están tomando como un lugar exitoso para la reproducción porque hay flores y ellos se alimentan de su néctar.”

Debido a estos resultados, otras instituciones y escuelas le han solicitado crear más jardines dentro y fuera de la UNAM, así como en diversas áreas urbanas. De hecho, tienen en su registro el establecimiento de 653 en ocho estados del país. “Es un proyecto que cuesta poco dinero y entusiasma a muchos”, finalizó la profesora Arizmendi.

Fotografía: UNAM Global

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