Especies

Ecuador tiene un jardín de peces

El jardín alberga más de 50 especies diferentes de agua dulce

QUITO.— Con pinta de gatos, “disfrazados” como troncos, “vestidos” como cebras o leopardos, algunos grises, otros coloridos y hasta fluorescentes, decenas de especies contonean sus gracias en un “jardín de peces” que ha “florecido” en el Jardín Botánico de Quito.

Más de 50 especies diferentes de agua dulce, originarias de la región amazónica de Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela y Brasil, se exhiben en la exposición Jardín de Peces, que recientemente se inauguró en la capital ecuatoriana.

“El traslado de cerca de ocho mil peces fue una tarea muy dura”, dijo Carolina Jijón, presidenta del Jardín. Se criaron en centros especiales en Iquitos, la “capital” amazónica de Perú, y algunos de ellos están aún en un proceso de ambientación, fuera de exhibición.

Esteban Terneus, director Técnico del Jardín Botánico, indicó a EFE que los peces exhibidos “son desconocidos” para la mayor parte de personas, pues las características de los ambientes naturales de la cuenca amazónica hacen difícil su observación.

En el Jardín se han montado 62 acuarios con cientos de peces, que se transportaron en fundas plásticas con oxígeno y agua.

No podía faltar entre ellos la piraña, a la que la fama de dañina que le ha colgado Hollywood se antoja exagerada al verla moverse tras el cristal.

Juan Pérez, encargado de alimentarlas, dice que “pueden picar”, pero “no necesariamente van a acabar con una persona de la noche a la mañana”, aunque reconoce que se “alocan” si sienten sangre.

De largos bigotes plomizos tirando a blanco, el pez gato luce sus encantos en aguas de temperaturas entre 22 y 28 grados centígrados, envejecidas por dos meses con bacterias y pulgas acuáticas.

“Las barbas le sirven para orientarse, buscar alimento y como defensa”, explicó Pérez. Por lo general, en las noches tiran sus largos bigotes en paralelo hacia los costados “para sentir lo que hay al lado”, son una especie “de antenas de alarma” para defenderse, añadió.

Cuando se siente amenazado, extiende como abanico sus aletas cornadas con aguijones. Además, una de las especies del pez gato tiene una toxina anticoagulante que puede provocar sangrado e “intenso dolor” por unos 40 minutos.

En un serpenteado conjunto de acuarios, hay que afinar la mirada para distinguir a los Banjo, otra de las variedades de los gatos, que usan el camuflaje como estrategia de defensa y descansan junto a un tronco marrón del que parecen haberse desprendido.

Lento y de no más de 12 centímetros, el pez sapo “puede tragarse un pez dos veces el tamaño de su cabeza”, según Pérez.

Como un cocodrilo puede abrir la boca el araguana, cuyo cuerpo, muy comprimido lateralmente, mantiene su ancho casi de principio a fin, sin cola abierta en dos puntas, tradicional en otros peces.

A las aletas laterales se suman otras, a manera de flecos arriba y abajo: “Tiene que ser muy rápido para cazar a un pez pequeño”, dijo Pérez.

Pero si de colores se trata, hay peces que parecen transparentes, aunque atravesados con una especie de columna fluorescente, otros albinos, unos más verdosos, otros negruzcos y varios plomizos.

Una raya aquí, otra más allá, un azul aquí y otro por allá, la iridiscente “vieja azul”, con su cuerpo ovoide, plateado y alargado, colorea las transparentes aguas con un “maquillaje” que asemeja a arrugas y con hermosos anaranjados intensos en su cola, en contraste con amarillos, rojos y verdes que se entremezclan en su cuerpo.

Esa especie destaca por lo llamativo de sus colores, pero el resto de animales exhibidos no son muy vistosos, sino que su peculiaridad es la forma que ha tomado su cuerpo para adaptarse a su medio, comentó Terneus.

“Hay peces que tienen dependencia por medios rocosos y por vivir en el fondo de los lechos de los ríos, tienden a ser más aplanados, sus bocas están ubicadas en la parte de abajo”, parecen tiburones enanos, pero los hay con la boca al frente y en la parte superior, explicó Terneus.

También está el pez leporino, que debe su nombre a la división de su boca, y cuyas gruesas rayas negras y beige recuerdan a las cebras, por eso también se le conoce como pez cebra.

Colores y formas aparte, hay quienes asocian a los peces con la buena o mala suerte, un misterio que para el acuarófilo Miguel Arcos sólo hace más apasionante al hipnótico contoneo de sus escurridizos amigos.

Fuente: El Universo

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