Biodiversidad

Albergues escolares contra la marginación de niños tarahumaras

Una opción para el desarrollo y preservación de las comunidades indígenas

Cortar con la historia de marginación que han protagonizado sus padres y abuelos es la consigna para miles de niñas y niños indígenas que acuden a los albergues escolares, internados en la práctica, donde reciben instrucción académica de la misma calidad a la de cualquier alumno de educación tradicional en el país.

En las entrañas de la sierra de Chihuahua está en restauración total uno de los mil 63 albergues de su tipo que hay en todo el país. Lleva el nombre “Luis Torres Ordóñez” y aloja a 113 niños indígenas con edades que van de los cuatro a los 13 años.

Está ubicado en el municipio de Guachochi, en la comunidad Sehuerachi que tiene sólo 247 habitantes (de los que 128 son hombres y 119 mujeres), y es la primera ocasión que ese albergue recibe mantenimiento o, más bien, se le somete a “reconstrucción total”.

Aquí estudian niños con esperanzas y sueños. Como Yulisa, quien a sus 11 años quiere ser maestra de matemáticas; Víctor, de seis, anhela ser trabajador y construir su propia casa; Pedro Manuel tiene cuatro años, es el más pequeño y quiere ser soldado. Todos, al igual que sus compañeros, disfrutan y valoran su segundo hogar.

“Cuando le preguntas a un niño si le gusta su albergue, responde ‘sí, porque está más bonito que en mi casa’; es la respuesta simple pero con mucha profundidad de lo que es la carencia y la pobreza extrema; y es que en las comunidades indígenas hay deficiencia en electricidad, agua potable y vivienda”, comenta la titular de la Comisión Nacional de los Pueblos Indígenas (CDI), Nuvia Mayorga Delgado.

Y ¿por qué no les vamos a dar lo mejor?, cuestionó la funcionaria federal y argumentó que si ellos no tienen lo mejor desde sus primeros años corren el riesgo de acostumbrarse; entonces, “no van a ser 500 años de retraso en 2020, van a ser 600 años y no, no debe ser así”, sentenció.

“Internados”

Son albergues que bien pueden considerarse “internados”, alojan niños que llegan desde asentamientos en el cerro, la montaña, la ladera, de una comunidad alejada, donde no existen escuela de ningún tipo, y de no tener esa opción sería agotador para los alumnos pues la casa más cercana está a cinco horas de camino.

Por tanto, las niñas y niños de la etnia tarahumara o rarámuri viven ahí de lunes a viernes, ahí reciben clases académicas y deportivas; desayunan, comen y cenan; además participan en talleres con apoyo para cumplir sus tareas escolares.

Quienes son albergados no tienen que usar uniforme, lo que vistan les viene bien, la mayoría con huaraches, pero no falta quien va descalzo o quien lleva tenis. No hay distinción, clase social ni discriminación alguna, nadie es más que el de al lado.

Los mil 63 albergues están funcionando en el país, distribuidos en los 24 estados donde hay pueblos indígenas. Son 15 millones de indígenas en toda la República, quienes representan casi 10% de la población mexicana, en tanto que cerca de 40% de la población indígena está constituida por niñas y niños de entre cinco y 16 años.

Donde hay un albergue, hay un punto de desarrollo…

En el caso de la Sierra Tarahumara los albergues escolares fueron establecidos siguiendo una lógica de organización de la comunidad. Se trata de impulsar el desarrollo comunitario en torno y a partir del albergue.

Martín Solís Reyes, delegado estatal de CDI y quien conoce la sierra como la palma de su mano, explicó que en el caso de Sehuerachi, a casi 500 kilómetros de la ciudad de Chihuahua, los niños reciben diariamente tres comidas, los cinco días de la semana durante el ciclo escolar, por lo tanto se genera un consumo diario, seguro, que provee la CDI.

Además, practican dos tipos de deporte, tanto tradicionales como occidentales, pero lo que más se practica es lo tradicional.

Para los hombres, carrera de bola, lucha tarahumara, nakiburi, cuatro con teja, arco, chilillo y el quince, estos dos últimos juegos de mesa. En el caso de las niñas, la arihueta y la lucha, que también es mixta.

Son deportes que sólo se practican en Chihuahua, es su forma de divertirse y de convivir; pero también hay carreras de resistencia, de hecho, es la razón por la que el mundo conoce a los rarámuris como “pies ligeros” y, con un poco de apoyo y perseverancia, quizá pronto como “mentes brillantes”.

Con información de Notimex

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