Agua

El “oro blanco” del siglo XXI

Cuando se habla de conflictos potenciales por el agua en los años por venir, ¿cuál es el verdadero génesis de estos conflictos en un planeta donde la mayoría de su superficie está cubierta por agua? En el vaivén de la vida, los ciudadanos urbanos estamos tan acostumbrados a abrir la llave del lavabo y ver el agua fluir, que, salvo contadas ocasiones, no reflexionamos sobre el esfuerzo técnico y humano que implicó hacer llegar el fluido vital hasta nuestro grifo.
Francisco Bonilla Sevilla

Expresado lo anterior, tratemos de ser conscientes y gocemos el privilegio de tener agua a nuestro alcance, y al mismo tiempo, preguntémonos: ¿Qué suma de esfuerzos son requeridos para mantener vigente dicho privilegio?

Lo primero que debemos tomar en cuenta es que aunque el agua es el recurso más abundante del planeta, al ser el disolvente universal arrastra consigo toda clase de sólidos, y por ello no todo el volumen existente puede ser utilizado para el uso y consumo humano; por ejemplo, el agua del mar tiene demasiadas sales o el agua de los drenajes tiene demasiados contaminantes. Aproximadamente sólo el 2 por ciento del volumen total de agua es utilizable en su estado natural.

En segundo lugar, debemos tomar en cuenta que el agua utilizable no siempre se encuentra donde se necesita, ni siempre está en su estado natural lista para ser utilizada. Un ejemplo es la ciudad de Las Vegas, Nevada, localizada en medio del desierto, donde la demanda de agua es elevada y cuya fuente principal de abastecimiento es la presa Hoover, ubicada a decenas de kilómetros de distancia. Un segundo ejemplo es la ciudad de México, la cual requiere importar de cuencas externas (el sistema CutzamalaLermaSantiago) el 30 por ciento del agua que requieren sus habitantes.

Por otro lado, el agua de mar se debe someter a procesos de desalinización para poder utilizarla; y el agua del subsuelo necesita ser sometida a procesos fisicoquímicos para eliminar el contenido excesivo de sales y elementos químicos nocivos para la salud, tales como el cromo o el arsénico, los cuales existen de manera natural en estratos profundos del subsuelo. La ausencia de masa forestal aumenta este problema, debido a que tanto disminuye la infiltración al subsuelo como aumenta la concentración de sales al no existir árboles que las integren a su metabolismo.

Por último, el agua residual no es más que líquido al que se le adicionaron agentes contaminantes físicos, químicos o biológicos, pero mediante procesos de transformación adecuados puede convertirse en agua de segundo uso para actividades de riego y reuso sanitario.

¿Qué requerimos entonces para no perder el privilegio de tener agua potable al abrir la llave o agua tratada en el excusado para limpiar nuestros desechos? La respuesta es sencilla: contribuir a su conservación, como al pago del costo real que implica tenerla disponible, ya que en el siglo XXI, una de las fuentes de poder asociada a la supervivencia, radicará en aquellos que sean capaces de transformar el agua de una presentación disponible y abundante (salada, salobre o residual) a una presentación utilizable (potable o tratada).

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