Agua

Dimensiones ambientales

En una valoración económica del agua a menudo pasa por alto otras dos importantes dimensiones: los valores ambientales, como la función del agua en ecosistema, y los valores sociales, como la utilización del agua para producir alimentos.

Al señalar que un 60 por ciento del cuerpo humano consiste en agua, es fácil reconocer que se trata de un recurso verdaderamente valioso. Pero ¿cuál es el valor de los tres mil litros de agua utilizados para producir los alimentos que las personas suelen consumir a diario? Hace 15 años esa hubiera sido una pregunta académica, cuando el agua todavía se consideraba un bien público gratuito, o por lo menos de bajo costo. Hoy en día, frente a la escasez cada vez mayor del agua, la competencia cada vez más intensa entre los usuarios industriales y los usuarios comerciales y la alarma por el deterioro del ecosistema, en la gestión de los recursos hídricos está adquiriendo prioridad con gran rapidez la valoración económica del agua en la agricultura.

De todos los sectores que utilizan agua dulce, la agricultura —a la que corresponde el 70 por ciento de la extracción mundial de agua— es la menos rentable en general. Esto ha determinado que algunos defensores de la valoración del agua promuevan “mercados del agua” no reglamentados que, al tratarla como un bien con valor económico, redirigen el agua desde los usos de escaso valor hacia los de elevado valor, por lo común de la agricultura de riego a la horticultura de mayor valor, y de las zonas rurales en general a los sectores industriales y urbanos. La idea es que como la demanda supera a la oferta cuando el agua se trata como bien gratuito, el mercado “dará equilibrio a la oferta y la demanda” y, en algunos casos, reducirá los efectos ambientales negativos de la explotación excesiva del agua.

Triple dimensión básica. Pero un nuevo informe de la FAO señala que el uso indiscriminado del enfoque económico puede exagerar “la expresión monetaria del valor” a expensas de otras dos importantes dimensiones: los valores ambientales, como la función de las corrientes de agua en el mantenimiento de la biodiversidad y la integridad del ecosistema, y los valores sociales, que básicamente pueden significar sencillamente el uso del agua para producir alimentos. Se necesitan, según el estudio, criterios para valorar el agua que reconozcan la triple dimensión básica, y den valor por igual al uso económico, social y ambiental de la misma.

El documento señala que una valoración acertada del agua sólo es posible con la participación de todos los usuarios interesados. Con ánimo de examinar algunos enfoques participativos, presenta casos de Camboya, Sri Lanka y Tanzania, donde se incluyeron instrumentos y métodos de valoración en la gestión de los recursos de agua en “la vida real”. “Descubrimos que el concepto de ‘valor’ es de por sí subjetivo —señala Leon Hermans, de la FAO, y coautor del informe—. A fin de cuentas, el valor es lo que los interesados deciden en conjunto. Por eso consideramos la valoración como un medio práctico para ayudar a los interesados a expresar los valores que los bienes y servicios relacionados con el agua representan, y apoyarlos para que concilien las diversas demandas de agua”.

En Camboya, por ejemplo, una encuesta en una pequeña aldea de Veun Sean, en los humedales del Mekong, combinó una valoración económica tradicional con la evaluación rural participativa, a fin de entender el valor in situ del agua con relación a los bienes y servicios que proporciona a las comunidades locales, en particular desde el punto de vista de los medios de subsistencia, la seguridad alimentaria y la salud. Un grupo representativo de habitantes de la aldea determinó una serie de valores del agua, que comprendían el riego del arroz, el transporte, las aves acuáticas e incluso los delfines (“El grupo no especificó por qué eran importantes los delfines”, señaló el investigador). Todos convinieron en que el pescado, valiosa fuente de nutrición e ingresos, era el recurso “más importante” de los humedales, especialmente para la gente más pobre. Por ese motivo se consideraba un gran problema la disminución de las poblaciones de peces.

En Tanzania, en la cuenca del río Mkoji, en el suroeste del país, otro estudio analizó los conflictos latentes que había entre los productores de arroz de regadío, y los que había a la vez entre los productores de arroz y los productores pecuarios.

En las zonas media y baja de la cuenca hay una gran competencia por el agua, donde suele escasear el agua durante la estación seca. En la zona media, el cultivo de arroz es la principal fuente de ingresos y el conflicto por el agua suele encenderse durante la temporada de cultivo, cuando se trasplanta el arroz. En algunas ocasiones los agricultores que compiten por el agua han destruido los canales y las tomas de agua para desviar el agua hacia sus propias parcelas, y algunos conflictos han desembocado en violencia.

Fuente: FAO

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