Agua

Agua en América Latina

En el transcurso de las últimas tres décadas, las industrias dedicadas a la explotación del petróleo y de los yacimientos minerales de carbón, cobre, níquel y oro, han contribuido con la contaminación de importantes ecosistemas acuáticos en la región andina

Esto porque tradicionalmente los países latinoamericanos han sido proveedores de las materias primas (principalmente recursos naturales no renovables) requeridos para los procesos industriales de los países desarrollados. Por ello el grado de desarrollo industrial de Latinoamérica es aún incipiente. Mientras los recursos extraídos —de la tierra, los bosques o los mares— salgan, la destrucción ambiental se queda. Los impactos ambientales generados afectan en mayor grado la salud de la población más desprotegida.

Los factores de impacto ambiental de los ecosistemas acuáticos de la región son ocasionados por algunas causas centrales: el vertimiento de aguas residuales y aguas industriales sin tratamiento; por el avance de la frontera agrícola; por la minería, y por el desarrollo de grandes complejos turísticos costeros.

Los estados latinoamericanos por lo general no realizan procesos de seguimiento y control a las industrias contaminadoras. La autoridad ambiental, en muchas ocasiones, carece de instrumentos y capacidad de acción, al tiempo que la población más afectada carece de interlocutores ante las instancias gubernamentales. Por esta razón la importancia de las organizaciones de la sociedad civil va en aumento en la región.

A pesar de los elementos comunes, América Latina es una región gigante y diversa de 21 países. Para un análisis ambiental se pueden distinguir cuatro grandes ecorregiones: Mesoamérica, el Caribe, los Andes y la Amazonia.

Mesoamérica, que también es conocida como Centroamérica, se identifica por sus selvas húmedas tropicales, regiones montañosas con numerosos volcanes y ríos poco caudalosos, lagos, manglares, lagunas costeras y arrecifes coralinos. Algunos pocos de estos ecosistemas se encuentran en buen estado de conservación, mientras la mayoría experimentan avanzados procesos de intervención.

Luego está el gran Caribe, ese conjunto de islas antillanas, las mayores y las menores; verdaderos paraísos terrenales que disfrutan al tiempo de las bondades de un clima tropical permanente, a la vez que están expuestos a las enormes fuerzas destructoras de las tormentas y huracanes que cada año las azotan.

En la región andina, conocida por sus volcanes, nevados y rica diversidad cultural, la explotación agrícola irracional continúa deforestando el pie de monte para cultivar la montaña, provocando erosión de las zonas de ladera, y con ello el azolve de cauces y ciénagas.

En el transcurso de las últimas tres décadas, las industrias dedicadas a la explotación del petróleo y de los yacimientos minerales de carbón, cobre, níquel y oro, han contribuido con la contaminación de importantes ecosistemas acuáticos en la región andina. Sin embargo, el mayor impacto ambiental está siendo causado por el calentamiento global de los glaciares y casquetes de nieves perpetuas en la región, con el subsiguiente efecto en la zona de páramos, en donde nacen los principales ríos que abastecen la región amazónica.

Riqueza y degradación

La Amazonia es tal vez la región más crítica, la más vulnerable, la menos conocida, y a la vez la más consentida en América Latina. Esta inmensa selva húmeda ocupa más de un tercio de la superficie terrestre del subcontinente y alberga la mayor biodiversidad del mundo tanto en especies animales como en plantas. Al igual que los océanos, la selva del Amazonas juega uno de los papeles ambientales más importantes de nuestro planeta, no sólo como regulador del clima mundial, sino como productor de oxígeno y fijador de dióxido de carbono.

Desgraciadamente, la cuenca amazónica también posee petróleo. Las actividades extractivas están causando la devastación de los frágiles ecosistemas amazónicos y de muchas poblaciones de fauna silvestre. En todas las ecorregiones viven comunidades indígenas. Muchos de ellos aún conservan sus formas ancestrales de uso sostenible de los recursos naturales.

Mientras, las actividades extractivas y agrícolas que causan diversos impactos ambientales han sido promovidas por diferentes olas migratorias, algunas de ellas impulsadas con fines colonizadores por los propios gobiernos, y otras por el desplazamiento natural de numerosos pobladores, pero siempre en detrimento de los ecosistemas.

La sociedad civil latinoamericana carece de organizaciones no gubernamentales que la informen acerca de sus deberes y derechos en materia ambiental. También carece de quienes representen sus derechos y hagan valer el cumplimiento de las normas y leyes vigentes.

Por ello el modelo de acción liderado por una organización ciudadana local es un paso firme y en la dirección correcta. Los programas de la organización GuardaAguas (Waterkeeper, en inglés) en Latinoamérica confrontan a los contaminadores y demandan que los gobiernos protejan el derecho de los ciudadanos a sus aguas limpias. Este modelo es la mejor forma de avanzar hacia el logro de resultados que pronto reviertan el deterioro ambiental causado por la contaminación de los ecosistemas acuáticos, mejorando así las condiciones de vida de los habitantes más desprotegidos.

El presente artículo es cortesía de Waterkeeper Magazine. Volumen 1, número 3, otoño de 2005.

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