Cambio climático

Bacterias, solución para el efecto invernadero

Entre aire y tierra hay un intercambio constante de gases. Los especialistas estudian esta dinámica relación a fin de conocer cómo se controlan aquellos procesos que provocan el efecto invernadero.

Un ejemplo de la hiperactividad del suelo se observa cuando éste se inunda, ya que predominan bacterias productoras de metano, por lo que el flujo de ese gas hacia la atmósfera aumenta; en épocas de sequía las bacterias que consumen metano predominan, por lo que el efecto es inverso.

Es decir: cualquier flujo del suelo hacia la atmósfera es nocivo porque incrementa la concentración de estos gases, mientras que el flujo de la atmósfera hacia el suelo es benéfico porque la reduce.

Las prácticas agrícolas y pecuarias, vinculadas estrechamente con el manejo de la tierra, contribuyen a la emisión de gases efecto invernadero. La práctica de la tumba-roza es tradicional en el campo y una de las más contaminantes para la atmósfera.

En la quema de sabanas y de residuos de cosechas, actividades dirigidas a limpiar y fijar nutrientes en la tierra, se producen gases que ocasionan el efecto invernadero, típicos de los procesos de combustión de la biomasa (dióxido de carbono, monóxido de carbono, metano, óxido nitroso y óxidos de nitrógeno).

La actividad ganadera produce emisiones de metano a la atmósfera debido a la fermentación del alimento por bacterias durante el proceso digestivo de los animales y en el manejo del estiércol. La cantidad de metano depende del sistema digestivo y del tipo de alimento consumido por el animal.

En el sector agrícola, por ejemplo, el cultivo de arroz bajo régimen de inundación genera metano por la descomposición anaeróbica de la materia orgánica presente bajo el agua en los cultivos.

Algunos de los gases que provocan el efecto invernadero son generados por actividades agrícolas, como parte de la actividad metabólica de numerosos microorganismos que existen en el suelo, aunque hay otros que son capaces de consumirlos.

Los especialistas puntualizan que el suelo se convierte, entonces, en un regulador de la concentración de estos gases en la atmósfera.

Actualmente se realizan mediciones de flujos en condiciones naturales con suelos sometidos a cultivos agrícolas para contrastar los resultados. Se espera encontrar prácticas agrícolas que logren que el suelo funcione como un consumidor neto de gases de efecto invernadero.

El efecto invernadero

El aumento de la temperatura conocido como efecto invernadero se debe a la acumulación de gases en la atmósfera terrestre. Éstos absorben la radiación infrarroja que emite la tierra y evitan su escape al espacio. La energía, entonces, se manifiesta con el aumento de la temperatura del planeta.

Entre los gases causantes de este fenómeno se encuentran el dióxido de carbono, metano y óxido nitroso. La mayoría se han acumulado en la atmósfera en los últimos 100 años, fundamentalmente a causa de la quema de combustibles fósiles y actividades industriales de diferente tipo.

Además de las condiciones ambientales, también el tipo de suelo y las prácticas agrícolas inciden en el efecto invernadero.

De acuerdo con la Agencia Universitaria de Periodismo Científico, en el Centro Internacional de Agricultura Tropical de Colombia, se desarrolla un proyecto, primero en su clase, donde los investigadores pretenden evaluar en el campo el balance de los gases causantes del efecto invernadero.

«Nuestro objetivo es determinar cómo se modificarán los flujos de gases en varios ecosistemas del país al someterse a nuevas prácticas agrícolas», explica el investigador Marco Rondón.

El estudio empezó en el área de los llanos orientales porque representa la zona donde la agricultura se desarrollará en años venideros. Con el cambio de pasturas nativas por determinado tipo de cultivos, las propiedades biológicas, físicas y químicas también se alteran.

Peligros futuros

De continuar las tendencias actuales, la temperatura promedio podría aumentar entre 1 y 2.5 grados centígrados en los próximos 50 años, y de 2 a 5°C para finales del siglo XXI.

Una temperatura 3°C superior al promedio actual no se ha registrado en el planeta en los últimos 10 mil años. En la década de los noventa se registraron los siete años de mayor temperatura promedio del planeta en los últimos 100 años.

Si continúa acelerándose el efecto invernadero se prevé una posible elevación del nivel del mar de unos 20 centímetros en los próximos 40 años, y de 60 centímetros para finales del siglo XXI. Las consecuencias sobre las zonas costeras serían catastróficas, según han reiterado los estudiosos del efecto invernadero.

Asimismo se modificarían los patrones de las lluvias, de las pestes, y los ciclos de la agricultura. Es probable que se acentúe tanto la intensidad como la frecuencia de huracanes y ciclones en la zona tropical, y se extenderían a latitudes hoy poco afectadas o fuera del alcance de estos fenómenos naturales.

Habría también efectos impredecibles sobre la estructura de los bosques tropicales y su diversidad biológica, debido a su alto grado de vulnerabilidad y adaptabilidad a cambios en el equilibrio ambiental.

Si la temperatura del mar aumenta en 2 o 3°C, la estabilidad de muchos corales se vería amenazada. Los aumentos previstos en el nivel del mar también afectarían su capacidad de sobrevivencia, pues la estabilidad de los arrecifes de coral se encuentra asociada al mantenimiento de una cierta distancia de la superficie del agua.

Un cambio de 2 o 3°C en la temperatura promedio del planeta podría aumentar la pluviosidad en zonas de alta precipitación, principalmente en el trópico, afectando los ciclos agrícolas, agravando las inundaciones y la erosión de los suelos.

El efecto invernadero puede también causar una menor precipitación en épocas de sequía, con considerables efectos sobre la agricultura, de igual forma repercutiría en el suministro de agua y alimentos a zonas pobladas. De ahí la importancia de buscar soluciones para reducir las emisiones contaminantes a la atmósfera.

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