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Magia real

REAL DE CATORCE, SLP.— Un socavón es la única entrada a este poblado rodeado de cerros. Por aquí se regresa en el tiempo a un pueblo minero donde la opulencia alcanzada en su época de auge contrasta con algunas edificaciones hoy abandonadas. En este túnel de 2,300 metros comienza la “magia” y el conocimiento de una parte de la historia del saqueo de la riqueza mexicana durante la época colonial.

Atraídos por testimonios, mitos, leyendas, el “pueblo fantasma”, la enigmática cultura huichol y las propiedades alucinógenas del peyote, y a últimas fechas por la filmación de películas extranjeras, el número de visitantes a este pueblo ha aumentado y suma al menos 150 mil cada año.

Real de Catorce se ubica a 2,750 metros sobre el nivel del mar, su clima es semidesértico, con calor durante el día y frío por la noche. Por el camino que lleva a este lugar —calificado alguna vez por Fernando Benítez como un “esqueleto de piedra” — se observa un terreno árido y seco con cientos de árboles de yuca, de tronco ancho y prolongado, coronado por un especie de erizo de palma que a veces, a lo lejos, asemejan personas. Por allá se ven algunos huizaches y la gobernadora, especie que marca su territorio para no permitir crecer ninguna otra planta a su alrededor.

Tras años de abandono y una reducción notable en su población que bajó a casi 180 habitantes, hoy comienza a repoblarse Real de Catorce, donde viven cerca de 1,300 personas, entre nativos y extranjeros, con residencia, muchos de los cuales tienen hoteles, cafeterías o tiendas de artesanías. En 1910 la población catorceña la constituían 25 mil habitantes.

Petra Puente Córdoba, quien encabeza la Asociación de la Muy Noble y Leal Ciudad de Real de Catorce, recuerda que la “época dorada” de esta población fue de 1860 hasta 1904, “cuando se da una fuerte caída del precio de la plata, los empresarios mineros comienzan a emigrar, luego estalla la Revolución en 1910 y ahí prácticamente se murió Real de Catorce. Se abandonó la planta minera”.

Esta mujer catorceña, que fue guía de turistas y hoy tiene su propio hotel, recuerda que los primeros descubrimientos de plata ocurrieron antes de 1760 y de ahí empezaron a asentarse grupos pequeños. Real de Catorce fue fundada oficialmente en 1778 por don Silvestre López Portillo. A partir de ese año hubo un florecimiento considerable.

Para 1895 la población contaba con 164 edificios de dos pisos, cuando la ciudad de México tenía 177, refiere Jesús Castillo Méndez, quien se ha dedicado a estudiar la historia de Real de Catorce. El lugar tuvo su propia casa de moneda, el Teatro Lavín, que ya no existe, un palenque de gallos estilo grecorromano, erigido en 1863, y su plaza de toros.

“Era una ciudad muy populosa que tenía tres periódicos que circulaban diariamente, entre ellos el Eco Minero de Catorce, además de revistas independientes que hablaban de cultura y de música”, menciona Petra Puente.

La inauguración oficial del túnel Ogarrio en 1901, cuya construcción tuvo un costo de un millón de pesos de plata, representa la cúspide del desarrollo de esta población.
Entre 1920 y 1940 se dio un periodo de saqueo “espantoso” —lamenta Petra Puente—, comenzaron a sacar herrerías, puertas, ventanas, vigas, el pueblo no estaba así de desmantelado como ahora… se pensaba que Catorce no iba a florecer y su futuro era muy incierto. En el periodo más bajo, en 1914 o 1915, llegó a tener unos 180 habitantes, básicamente cuidadores de casas, veladores de minas.

Fieles a san francisco

Felipe Frías, guía de turistas, afirma que Real de Catorce vive al 100 por ciento del turismo, el número de visitantes aumenta cada año, tan sólo en la Semana Santa pasada entraron 10,500. El promedio anual es de 150 mil. El 4 de octubre, que es la fiesta de San Francisco de Asís, “el 85 por ciento de los visitantes viene a verlo para agradecer, pedirle algún milagro o casarse”.

En torno a San Francisco de Asís hay muchas creencias y mitos populares, como que llegó en un burro; que tenía su templo cerca del panteón, a las orillas del pueblo, pero no le gustó y un buen día apareció en la Iglesia de la Purísima Concepción —que se terminó de construir en 1814 y es estilo barroco y neoclásico—, donde todos los días hay peregrinos que visitan su capilla, ubicada en el ala izquierda del recinto. A mediados de septiembre lo bajan de su altar y se coloca al frente de la iglesia del lado derecho.

Mucha gente cree que San Francisco es el patrono de la Iglesia de la Purísima Concepción, que cuenta con un salón de retablos, donde los creyentes dejan pequeñas pinturas —verdaderas obras de arte—, en agradecimiento a los “milagros” de este santo. En su primer templo estaba de pie; ahora está sentado sobre una silla, ya que tiene articulaciones en sus rodillas.

Retablos en peligro

Los retablos de la iglesia del Panteón de Guadalupe se encuentran en un estado de abandono y carcomidos por la humedad, señala Jesús Castillo Méndez.

El retablo dedicado a las ánimas, original de 1820, es el único que se conserva en buen estado, otros cinco están en un estado deplorable. En uno de ellos, del lado izquierdo del templo, todavía se pueden observar los personajes bíblicos Dimas y Gestas crucificados y la cruz de Jesús.

Petra Puente dice que para los retablos no hay planes de rescate, ya que resulta muy costoso. La iglesia muestra muy poco interés en esta situación, hay muchos atrasos, no hay planes para restaurarlos a corto plazo. Reconoce que se pueden perder. Lo único que se ha hecho fue impermeabilizar el techo para que evitar siga avanzando la humedad.

La otra peregrinación

Los huicholes proceden de Jalisco, Nayarit y Zacatecas, realizan un largo peregrinar por una vieja ruta, que pasa por Real de Catorce en su camino al Cerro del Quemado, ubicado en Huiricuta, donde realizan rituales, que incluyen el peyotevenado. Este grupo étnico es considerado una mezcla muy limpia y hermética, aunque algunos venden sus artesanías, con lo que mantienen una relación comercial con los ladinos.

Petra Puente dice que algunas edificaciones del pueblo guardan algo de misticismo, los patios de minas curiosamente tienen ocho lados, como el palenque de gallos, que para algunas personas es el número del infinito. Los españoles también eran un poco espirituales en ese tiempo, las forjas del panteón tienen forma de peyote y datan de 1779; esto sugiere que hubo algún vínculo entre los españoles y los huicholes.

El turismo atraído por el peyote, que tiene propiedades alucinógenas, viene en busca de él, por lo que los huicholes creen que la gente no respeta sus tradiciones, comenta Petra Puente, “tú puedes ver mucho saqueo de peyote, que a veces lo dejan tirado porque no les gusta. El peyote para ellos (los huicholes) es tan sagrado como si fuera la hostia para los católicos, entonces dicen: ‘cómo voy a permitir que lleguen extraños, no les guste y lo tiren’. Su uso es todo un acto sagrado, religioso, de purificación, por eso ellos se muestran recelosos”.

“Lo que piden es respeto, que la gente entienda un poco sus rituales, porque todo mundo dice: ‘el viaje, el peyotazo’, pero no es tanto así; son un poco más cerrados y quieren ese respeto. Hacen ayunos, no comen sal, no tienen relaciones sexuales durante un tiempo. Sufren para limpiarse, purificarse, para estar listos para comulgar, y nosotros como que no entendemos eso”, lamenta Petra Puente.

Hay mucho turismo que busca conocer exclusivamente el peyote, sobre todo gente de Europa, muchos vienen con desconocimiento; otros están bien informados y son respetuosos.

La farsa ladina

Habíamos sido invitados a presenciar una ceremonia huichol en el ejido de Las Margaritas, cerca de Real. Sin embargo, cuando llegamos al lugar una persona llamada Humberto Fernández se opuso a que nos quedáramos. Acompañado de dos “huicholes”, un señor de unos 55 años, don Panchito, y un joven de unos 25 años que nunca habló.

En el lugar deambulaba un grupo de japoneses que recogían varas para una fogata. Pudimos indagar que habría una boda entre dos personas de origen oriental, que habían pagado por la ceremonia con ritos huicholes, al parecer mil dólares por persona. Humberto Fernández había sido el contacto, ya que tiene un hotel en Real de Catorce, El Real, además fue uno de los extras que apareció en la película La mexicana, protagonizada por Julia Roberts y Brad Pitt. Más tarde pudimos ver a don Panchito y al otro joven vendiendo sus artesanías por las calles de Real de Catorce.

El futuro

Los cambios son un poco drásticos, estamos en una etapa decisiva para el futuro de Catorce, porque si el crecimiento sigue así de desorganizado como hasta ahora, la esencia mística de Catorce corre peligro, su entorno antiguo, su estilo; hay que regular crecimiento, construcción, hay planes para eso, afirma Petra Puente.

“Corre peligro porque empieza a modernizarse, no es lo que ustedes esperan, mucha gente viene por el pueblo antiguo, el pueblo fantasma y encuentra un chorro de edificaciones nuevas de block”, expone la catorceña.

Para Petra Puente “el futuro es prometedor, tenemos un pueblo con una magia y una belleza inigualables, lo único que tenemos que hacer es pulir ese diamante, no se tiene que hacer mucho, nada más cuidarlo un poquito”.

Al regresar y cruzar el túnel para salir de Real de Catorce, la luz se va desvaneciendo, y queda la sensación de que todo lo que hemos dejado atrás, las calles, los templos, El Quemado, Petra, don Panchito, los huicholes y la banda de música, forman parte de otro tiempo, de un sueño o una alucinación.

Real de Catorce

Ubicado en la agreste Sierra de Catorce el pueblo se extiende en una explanada entre tres montes que sobrepasan los tres mil metros sobre el nivel del mar: El Lucero, El Barco y La Leona. Al sureste está limitado por una profunda barranca denominada El Voladero.

En torno al origen de su nombre cuenta la leyenda que 14 asaltantes tenían ahí su guarida; o que 14 soldados fueron ejecutados por los indios; o que 14 caminantes se extraviaron y acamparon en el sitio de la veta más antigua del lugar, donde a flor de cerro brillaba la plata.

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