Colaboraciones

No al fracking

Por Hernán Sorhuet Gelós

El fracking comenzó a usarse comercialmente en Estados Unidos a mediados de los años noventa

no-frackingContinúan los estudios y evaluaciones acerca de la posibilidad de que Uruguay se transforme en un país productor de hidrocarburos.

La búsqueda se realiza en el subsuelo marino y en varios puntos del territorio.

Si se toman en cuenta las características geográficas de nuestro país, resulta inevitable preocuparnos por la posibilidad de que se hallen reservorios no convencionales de petróleo, que ameriten la utilización de la técnica del fracking —o fractura hidráulica.

Esta técnica comenzó a usarse comercialmente en Estados Unidos a mediados de los años noventa del siglo pasado, rodeada de un ilimitado optimismo inicial, ya que solucionaría la siempre creciente dependencia norteamericana del petróleo proveniente de yacimientos convencionales.

A medida que esta metodología se extendía, surgían también las críticas y las advertencias por los severos impactos ambientales que provoca su aplicación.

En el yacimiento convencional el petróleo y el gas están acumulados en depósitos de diferentes magnitudes, que hacen bastante sencilla su extracción. Esos materiales de alto valor energético se fueron filtrando por las fisuras naturales de las rocas del subsuelo, acumulándose en reservorios de mayor o menor profundidad.

Pero también en muchas zonas del planeta los hidrocarburos y el gas se formaron y no pudieron migrar ni reunirse en depósitos naturales, quedaron inmóviles y atrapados en la porosidad de la roca del subsuelo. Esa roca generadora y captora del hidrocarburo puede ubicarse a mucha profundidad, superando a veces varios miles de metros.

Se denomina “esquisto” o “lutita bituminosa” a esos materiales acumulados de manera no convencional. Desde hace tiempo, son comercialmente explotables, mediante una técnica que provoca artificialmente esas fisuras mediante la inyección de un fluido a muy alta presión —junto con arena— permitiendo el escape del petróleo y el gas, hacia otras formaciones más porosas y permeables.

La fractura hidráulica logra liberar los hidrocarburos atrapados en la profundidad, abriendo fisuras de todo tipo y rellenándolas de arena. Se trata de provocar una permeabilidad artificial que demanda mayores inversiones económicas que los pozos convencionales.

Desde luego la polémica está instalada entre los defensores de esta técnica y aquellos preocupados por el innegable impacto ambiental que provoca.

En primer lugar, utiliza enormes cantidades de agua a la que se le agregan sustancias químicas para hacerla más eficiente en sus propósitos. No es necesario ahondar demasiado en datos numéricos para comprender la profunda alteración que el fracking provoca por su acción física y química sobre la estructura del subsuelo y los acuíferos (las aguas subterráneas).

La contaminación es inevitable, aunque en principio no se perciba a simple vista.

En segundo lugar, todo el proceso produce efluentes y residuos contaminantes que deben ser cuidadosamente gestionados, para evitar una gran contaminación de las aguas dulces superficiales de la zona.

Volviendo a nuestro país, creemos que desplegar esta técnica en cualquier parte del territorio nacional resultaría muy perjudicial para el ecosistema pradera que domina nuestra geografía.

Fuente: El País de Montevideo, imagen

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