El aullido es la forma de comunicación entre miembros de una manada
Ciudad de México.— Es el antepasado del mejor amigo del hombre, el perro. Los lobos son protagonistas de múltiples historias. Quienes más se acercaron a retratar su carácter fueron los pueblos indoamericanos para quienes el lobo representa valor, autocontrol y confianza en el grupo.
Existen cinco variedades de lobo en Norteamérica y la mexicana es la más pequeña: son del tamaño de un perro pastor alemán, con pelaje de gris a café rojizo y amarillo, y tienen unas glándulas que les permiten marcar su territorio con su olor, frotándose en los árboles. Se mueven tanto de noche como de día por los bosques templados de pinos y encinos.
Dice el refrán que “el que con lobos anda a aullar se enseña” y es cierto: el aullido es la forma de comunicación entre miembros de una manada, les permite encontrarse a la distancia y marcar territorio. Pueden escucharse hasta a dos kilómetros de distancia. Si un lobo es expulsado de la manada es raro que vuelva a aullar.
Una manada de lobo mexicano puede tener hasta 10 integrantes y cada una tiene un macho alfa o dominante, que es el único que puede aparearse y por lo tanto es el padre de todos los cachorros.
En El libro de las tierras vírgenes, novela de Rudyard Kipling, una manada de lobos mantiene el equilibrio en la imaginaria selva del Seeonee. Los lobos mexicanos también mantienen el balance: controlan la población de animales herbívoros y la estructura de la manada les permite tener niñeras para salir a cazar.
El lobo mexicano no es peligroso como lo pintan y, si escucha o huele a un humano, huye. Son los antepasados de nuestros mejores amigos —los perros— y aun así, somos su mayor amenaza. La destrucción del hábitat del lobo reduce su espacio de caza y, a menudo, cuando cobra una pieza de ganado, los granjeros los envenenan.
El lobo mexicano está extinto en vida salvaje, pero algunos ejemplares viven en zoológicos y parques temáticos.
Fuente: WWF, imagen
