Especies

El venado cola blanca

Jeanette Becerra Acosta

El venado cola blanca o mazatl (en Náhuatl), especie de hermoso porte y gran agilidad, es un animal sagrado para muchas comunidades indígenas en México y es también el séptimo signo de la rueda de los calendarios náhuatl y maya que ya desde épocas inmemorables jugó un papel relevante en la mitología mesoamericana. Asociado con los dioses de la caza y con la simbología solar y guerrera, el venado está bajo la protección de Tláloc, dios de la lluvia, el rayo y el trueno que como esta especie habita en la cima de las montañas.

Su importancia era tan importante para nuestros ancestros que los cronistas españoles fray Bernardino de Sahagún y fray Diego Durán dieron cuenta en sus crónicas de los seres que llegaban a este mundo en un día “Mazatl”. Así, el primero escribió que quien nacía Venado y pertenecía a una familia adinerada, “sería también rico heredero de la fortuna de sus padres y si provenía de una familia de bajos recursos, sería igualmente bien afortunado y guerrero de gran fuerza y valentía”. Por su parte Durán señaló que los seres de signo Venado, se inclinarían por las cosas del monte y la caza, leñadores, andadores, amigos de ir a tierras extrañas y desaficionados de sus padres y madres a los que dejaban con facilidad.

Este tipo de venado o ciervo de cola blanca, ciervo de Virginia o venado de Virginia (Odocoileus virginianus) es una especie de mamífero artiodáctilo de la familia de los cérvidos que vive en diferentes tipos de bosques de América, desde los canadienses, en la región Subártica pasando por los bosques secos de las laderas montañosas de México, hasta las selvas húmedas y tropicales de Centro y Sudamérica. Son animales herbívoros que forman grupos en función de su edad y altura. Las hembras viven en manadas con sus cervatillos, mientras que los machos se mueven de forma solitaria o en grupos mucho más reducidos, de menos de cinco individuos. Sólo se acercan a las hembras en época de celo —entre agosto y septiembre, según la zona y el clima—, y es entonces que se inicia el ritual de la guerra entre machos por el control de un harén.

Su cornamenta es de mayor importancia para el venado que crece durante el verano en tamaño, longitud y número de puntas. Ya para el otoño, las cuernas pierden la piel protectora que las recubre y que los machos se encargan de hacer desprenderse frotándose la cabeza contra los troncos de árboles. En época de reproducción, los machos no se alimentan y pasan todo el día luchando entre ellos o copulando con las hembras que se hayan ganado, y por eso muchos mueren de hambre y de agotamiento si el año ha sido malo y no han acumulado reservas suficientes para el invierno. Esto afecta en mayor medida a los jóvenes que terminan la estación sin reproducirse, derrotados por animales de mayor edad y fuerza. Es así que la esperanza de vida media para los machos de esta especie es de apenas cinco o seis años, aunque algunos llegan a alcanzar los 20.

Tras concluir la época de celo, los machos abandonan la manada conquistada, aunque algunos se quedan en ella durante una temporada durante el tiempo de gestación que es de 212 días. Para febrero, todos los venados han perdido ya sus cuernos y procederán en los meses siguientes a renovarlos. Las hembras preñadas durante el otoño paren una cría o dos ocho meses después, a principio del verano. Los cervatillos pueden levantarse y seguir a su madre al poco de nacer, pero ella suele esconderlos entre la vegetación del bosque y acudir regularmente para amamantarlos, cosa que hace hasta los tres meses. A los dos años las hembras ya son adultas, mientras que los machos alcanzan la madurez a los tres, pero tardarán unos años más en poder vencer la resistencia de los veteranos y aparearse.

El venado es presa de múltiples carnívoros. Los adultos y crías pueden caer víctimas de linces, lobos, osos, tigres y leopardos, según la zona geográfica donde habitan, sin embargo, su peor enemigo es el hombre que en la actualidad lo caza como deporte a diferencia de nuestros antepasados que lo hacían porque su carne era parte de su dieta y su piel y cornamenta indispensables para la elaboración de escudos para los guerreros y tambores, y otros implementos necesarios para la vida cotidiana. De pie sobre sus largas y esbeltas patas, con hermosa cornamenta ramificada, de mirada dulce, inquieta, que le da un aire de fragilidad, el venado cola blanca o Manik —en maya-yucateco—, parece estar destinado a convertirse en un recuerdo. Como muchas otras especies en peligro, está casi extinto en la península de Yucatán a causa del instinto depredador del hombre.

Protegerlo como trofeo de caza

Hoy en día, en el noreste de México, el aprovechamiento sustentable del venado cola blanca a través de la caza deportiva, ha permitido el desarrollo de nuevas empresas de prestación de servicios cinegéticos, que durante los últimos 25 años, han demostrado que, además de contribuir de manera significativa a la economía rural de la región, son también un pilar fundamental para el rescate y recuperación de la vida silvestre y sus ecosistemas naturales.

Por esta razón, el Consejo Estatal de Flora y Fauna Silvestre de Nuevo León, AC, la Agencia de Protección al Medio Ambiente y Recursos Naturales de Nuevo León, propietarios de predios, titulares de UMAS y la Dirección de Parques y Vida Silvestre de Nuevo León, decidieron sumar esfuerzos, para la edición de esta nueva versión de la Guía de campo para el cazador responsable, que tiene como único objetivo, orientar a los titulares de predios y cazadores deportistas, en la obtención de venados trofeo, para que el noreste de México siga siendo la región geográfica más importante en la producción de venados cola blanca con calidad de trofeos.

Actualmente, existen en la región geográfica ecológica del noreste de México: Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, más de dos mil 500 Unidades de Manejo para la Conservación de la Vida Silvestre (UMAS), orientadas a la producción y aprovechamiento cinegético sustentable del venado cola blanca y de las subespecies O. v. texanus, O. v. miquihuanensis y O. v. carminis. En su conjunto, estas UMAS incluyen el manejo de una superficie de más de seis millones de hectáreas de ecosistemas naturales de matorrales xerófilas y bosques de pino-encino, en los que gracias a la actividad cinegética organizada y responsable, se conserva y aprovecha de manera sustentable el venado cola blanca y otras especies de la fauna silvestre regional.

Esta cuarta edición de la Guía de campo para el cazador responsable, tiene por objeto que tanto los propietarios de predios, titulares de UMAS cinegéticas y los cazadores deportistas que anualmente participan en la temporada cinegética oficial de venado cola blanca, puedan evaluar directamente en el campo, la edad de los venados que van a cazar, y de esta forma, se cacen los venados machos adultos o viejos, que son los que por su edad, han alcanzado su madurez como trofeos de caza.

El venado cola blanca, de talla mediana, debe su nombre al largo rabo que mantiene eréctil mientras corre y su pelaje es de color café en invierno y rojizo —con el vientre blanco— durante el verano. Es uno de los animales más bellos de la fauna local y es preciso emprender medidas urgentes para protegerlo. El macho tiene una cornamenta curveada hacia adelante con puntas individuales verticales a veces ramificadas. La cornamenta tiene por lo general diez puntas, pero en algunas variedades sólo se aprecian seis u ocho. Este animal llega a pesar hasta 60 kilogramos.

Según los registros de Pronatura Península de Yucatán, AC, el venado cola blanca podía ser encontrado en toda la República Mexicana hasta hace unos cuantos años. Ahora, sólo hay en los refugios y reservas bajo control oficial. Habitan generalmente en lo más tupido del monte, zona que les ofrece protección y la mayor parte de su alimento, ya que, a pesar de que comen temporalmente pasto verde y hierbas, dependen para su sobrevivencia de las puntas de ramas de diversos árboles y arbustos. También se alimentan de frutas, como mangos, naranjas, saramuyos, zapotes, anonas y otros. Su fácil adaptación a diversas dietas es otra de las cualidades del venado.

Cuando los alimentos escasean, los venados se acercan a las milpas y ocasionan daños a las cosechas. Sienten predilección por el maíz, col, chile, calabaza y melón, por lo que las huertas se convierten en los mejores lugares para ramonear. En varios estados del país este animal fue por muchos años el “dolor de cabeza” de los campesinos por el daño que causaban a sus cosechas. Sin embargo, los hombres del campo siempre encontraron la forma de controlarlo sin causar mucho daño a la especie.

Cosmogonía y religión

Los huicholes tienen una percepción propia de sus orígenes e historia, la memoria colectiva hace referencia a hechos que albergan un significado cósmico. Para ellos, la historia “cósmica o verdadera” puede encontrarse en su arte, sus mitos, y en las manifestaciones simbólicas de la gente. Muestran reverencia a las fuerzas que gobiernan la vida y no llaman a estas fuerzas “dioses”, sino “hermanos”. Sin duda para ellos, el venado cola blanca es un poderoso símbolo religioso y cósmico.

Tatevari es el Abuelo Fuego, Tatiei Matinieri es la Madre Agua, y el Bisabuelo Cola de Venado es Tamatz Kayaumari. Éstas son sólo algunas de las encarnaciones de las fuerzas de la naturaleza, la energía que fluye por el universo, y su relación con este mundo mágico. Los mitos y leyendas son los modelos de todas las acciones que tienen sentido para la sociedad huichol; por ello caza, cosecha y participa en las mismas ceremonias en las que participaron sus ancestros. Para él, el mundo tiene una dimensión sagrada, considerada como algo de enorme poder; los mara’akate (plural de mara’akame, o curandero, hombre de la medicina) están a cargo de la manipulación de estas fuerzas; entran en un estado de sueño, son capaces de penetrar en el mundo de los dioses y es así que se establece un nexo entre lo sagrado y lo profano.

Una de las características principales de la religión huichol es la asociación entre maíz, venado y peyote. Su mitología en general hace referencia a estos elementos, así que los rituales, las festividades, la organización material y temporal de la vida giran alrededor de éstos. El maíz y el venado representan sustento, mientras que el peyote es el modo más importante para trascender del mundo profano, y es también la manifestación material más obvia de aquello que es sagrado. Consideran a los dioses sus antepasados, mientras que los familiares que mueren pueden ser casi divinizados. Así, la muerte establece aun otro lazo con aquello que es sagrado.

Los huicholes viven en los municipios de Mexquitic y Bolaños en la región norte del estado de Jalisco, así como en La Yesca y El Nayar en el vecino estado de Nayarit; otros grupos minoritarios viven en Zacatecas y Durango. En 1960 un grupo de antropólogos recibió autorización de los huicholes para acompañarlos en algunos de sus viajes. Fue a través de su experiencia que hoy sabemos que un mara’akame o chamán que está en contacto con Tatewari (Nuestro Abuelo Fuego) es quien guía el viaje. Tatewari, conocido también como Hikuri, el dios peyote, es la deidad huichola de mayor antigüedad. Tatewari condujo la primera peregrinación del peyote a Wirikuta y los participantes siguen sus pasos a fin de “encontrar su vida”.

Es entonces que la presencia y la existencia misma del venado cola blanca en la vida de diversas comunidades indígenas del México moderno es de la mayor relevancia, como lo fue para sus antepasados, pero sobre todo para los huicholes que lo consideran también un nahual o animal protector del alma y no por nada al peyote se le llama “venadito”, el que asiste a quien lo consume ceremonialmente y conducido por un chamán, a un viaje espiritual y cósmico en el que se encuentra consigo mismo en otras dimensiones.

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