Biodiversidad

El lobo en diferentes culturas

Tanto en América como en Europa y Asia, el lobo ha llamado la atención de los humanos. La figura del lobo ha sido fuente y depósito de símbolos, mitos y leyendas que agrupan pasiones, sentimientos y parte de la conciencia colectiva ancestral de muchos pueblos. La gran mayoría de ellos le da un papel central en la sabiduría de la naturaleza y lo enmarca dentro del misterio de lo espiritual.

Los mitos dentro de la tradición cultural europea relacionan al lobo con fuerzas oscuras de la naturaleza y lo asocian con seres de la noche como brujas, demonios, hechiceros y vampiros. No obstante, lo ligan también con la imagen femenina como propiciatorio y sustentador de algunas civilizaciones, tal es el caso de la fundación de Roma.
Este gran depredador aparece en cuentos infantiles, fábulas y novelas a horas crepusculares, como augurio de fatalidad, como fuente de poder y como señor de la noche. Las culturas indígenas americanas del norte le han considerado siempre como la figura central de la que se hacen acompañar brujos, curanderos, chamanes y héroes.
La enorme carga simbólica con que la figura del lobo ha sido vista a través de la historia es, quizá, el motivo por el cual siempre fueron difíciles de combatir los prejuicios acerca de su legítimo papel de depredador máximo dentro de las comunidades biológicas del bosque templado, y la razón por la cual ha sufrido en todo el mundo, pero notablemente en América del Norte, una persecución implacable, hasta el punto de llegar a ser considerada actualmente especie en peligro de extinción.
En México, como en el resto del mundo, la razón principal de su extinción ha sido, sin lugar a dudas, la sistemática campaña de exterminio que se entabló en su contra a partir de que se le consideró enemigo principal para la ganadería y otras prácticas humanas. La fragmentación, degradación y destrucción de su hábitat natural sólo se añaden hoy como causas secundarias de este proceso.

El árbol genealógico de los lobos
El lobo es miembro de la familia de los cánidos, del orden de los carnívoros, el cual está compuesto por 361 especies actualmente vivas, distribuidas en 93 géneros y siete familias (félidos, cánidos, úrsidos, prociónidos, mustélidos, hiénidos y vivérridos).
La familia de los cánidos es un grupo relativamente pequeño, aunque homogéneo, de cazadores generalistas; dentro de sus miembros se encuentran los del género Canis que en América incluye, además de la especie lupus (el lobo), a la zorra, el coyote y el perro doméstico.
Entre las 34 especies reconocidas de la familia Canidae se encuentran, en orden de tamaños, desde el pequeño fennec africano, hasta el muy poco estudiado perro del chaparral de la cuenca del Amazonas. En Norteamérica hay siete especies de cánidos silvestres vivos: lobos rojos y lobos grises, coyotes y cinco especies de zorras.

Clasificación taxonómica
Reino: Animalia (todos los animales)
Filum: Chordata (animales cordados)
Subfilum: Vertebrata (animales con esqueleto de hueso o cartílago)
Clase: Mammalia (mamíferos)
Orden: Carnívora (carnívoros)
Familia: Canidae (familia de los perros)
Género; Canas
Especie; lupus
Subespecie; baileyi

Descripción del animal
El lobo mexicano es considerada la subespecie más pequeña del lobo gris en Norteamérica; los adultos pesan entre 21 y 41 kg, siendo los machos considerablemente mayores que las hembras.
La longitud total de su cuerpo es de mil 400 a mil 800 mm, y su altura a la cruz oscila entre 650 y 800 mm. Su pelaje es corto en verano y tupido en invierno, y su color es muy variable, aunque por lo regular es leonado con dos líneas de pelo oscuro que nacen en los hombros y se juntan en el dorso medio.
Su cabeza es grande, con un hocico largo y macizo y con una crin, a manera de melena, que crece desde la base del cuello hasta los lados de la cara. Esta característica, al igual que su cola recta, patas grandes y la posición oblicua de sus ojos (lo que le da una mirada profunda), son características distintivas de su especie.

Distribución
En Norteamérica, el lobo se distribuía desde Alaska y Canadá, hasta México. En toda esta área, originalmente se reconocían 24 razas geográficas o subespecies del lobo, dos de las cuales habitaban en México: el lobo de Texas (Canis lupus monstrabilis) y el lobo mexicano (Canis lupus baileyi).
Históricamente, el lobo mexicano se distribuyó desde el sureste de Arizona, el suroeste de Nuevo México y oeste de Texas, en Estados Unidos, a través de las mesetas y montañas templadas de Sonora a Tamaulipas hacia el sur, hasta Michoacán, Puebla y norte de Oaxaca. También en las montañas de Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y San Luis Potosí.
En el sur, los lobos se encontraron en la vertiente oriental del Pico de Orizaba, Veracruz, en donde fue cazado un espécimen, que es el ejemplar de museo colectado más al sur. También se hallaron en el Nevado de Toluca, Estado de México, en los alrededores del lago de Pátzcuaro, Michoacán, y en las montañas del norte de Oaxaca.

Comportamiento
Los lobos mexicanos son animales gregarios que generalmente forman grupos de dos a diez individuos con relaciones de parentesco entre sí. Se cree que antes de los programas de control los grupos de lobos mexicanos tenían un patrón similar.
El lobo es el único miembro de los cánidos americanos que tiene un comportamiento social definido y sus asociaciones en manadas familiares, las unidades sociales básicas, se establecen con base en relaciones jerárquicas estrictas.
Actualmente, en estado silvestre, los lobos forman parejas o grupos de tres a cinco individuos integrados por una pareja de adultos y sus crías.
La estructura de la manada da, en cierta forma, garantía de supervivencia a sus miembros viejos o discapacitados, a los jóvenes y a los cachorros.

Longevidad
Su longevidad en cautiverio ha llegado a registrar hasta 15 años, aunque en promedio viven menos tiempo en estado silvestre, especulándose que sólo viven de siete a ocho años. Las hembras tienen un periodo al año, que generalmente se inicia en la segunda mitad del invierno.

Reproducción
El apareamiento entre los lobos ocurre durante el invierno o la primavera, según las regiones, seguido por un periodo de gestación de aproximadamente 62 días, después del cual suelen nacer entre dos y ocho cachorros que son paridos generalmente en una madriguera construida bajo tierra, por lo regular en alguna elevación del terreno, o en alguna oquedad con características similares.
Los cachorros nacen ciegos y dependen completamente de su madre. Abren los ojos después de la segunda semana de vida y comienzan a explorar el exterior de la madriguera alrededor de la tercera semana.
El destete ocurre generalmente a la edad de dos meses, cuando otros miembros de la manada empiezan a asistir en la alimentación de las crías regurgitando para ellas alimento parcialmente digerido.
Los lobos jóvenes pueden abandonar la manada a la edad de un año y adoptar una vida solitaria por algún tiempo, antes de hallar pareja y establecer su propio territorio.

Hábitat y tipo de alimentación
De hábitos preferentemente nocturnos, los lobos se alimentaban básicamente de venados, berrendos, pecaríes (una especie de cerdo silvestre), borregos cimarrones, liebres y roedores.
Las presas disponibles para los lobos mexicanos determinan, en cierto modo, la estructura social y el modo de vida de las manadas.
Un lobo solitario difícilmente podría matar a un alce, un bisonte o un caribú, pero una manada cazando en coordinación es capaz de hacerlo, aun tratándose de grandes especímenes de cuadrúpedos adultos sanos; no obstante, por lo general son los ejemplares enfermos, heridos o débiles de la población de presas los que son elegidos como víctimas.

Causas de extinción
La desaparición del lobo gris mexicano de su amplia zona de distribución, desde el gran sur de Estados Unidos hasta las alturas del eje neovolcánico en México, es uno de los dramas de destrucción de una especie, inducida por el hombre, más drásticos desde los tiempos de la conquista europea.
Esa guerra abierta contra el Canis lupus baileyi comenzó hace un siglo en Estados Unidos, y demoró hasta 1952 para llegar a México en forma de un exterminio sistemático.
Con el pretexto de erradicar la rabia silvestre y “daños graves a la ganadería”, el Estado mexicano, con el apoyo de la Oficina Sanitaria Panamericana y del Servicio de Fauna Silvestre del Departamento del Interior de Estados Unidos, estableció un acuerdo para restringir la “sobrepoblación” de lobos y coyotes, sobre todo por medio de venenos como el fluoroacetato de sodio, aunque sin desestimar otros tóxicos como la estricnina y el cianuro, y otros métodos como los agujeros-trampa (loberas) y las trampas de acero.
Según el reporte El lobo gris mexicano, publicado por el Instituto Nacional de Ecología (INE), los resultados de esta campaña, calculados sobre la base de la carne envenenada comida por los carnívoros, se estimaron de la forma siguiente: para el área de Nacozari de García, Sonora, cuatro mil 600 coyotes y lobos envenenados; para el área de Nuevo Casas Grandes, Chihuahua, siete mil 800 coyotes y lobos.
El número de crías puede ser inexacto, pero el daño fue real. Los lobos sufrieron las consecuencias que ahora lamentamos. Si bien la campaña en el norte del país fue más sistemática por el interés de los ganaderos de Estados Unidos, se realizó con notable eficacia en el resto del territorio. Jalisco dentro del mismo. Los testimonios de la lucha contra la fiera, encarnación del mal en el folclor occidental, abundan por todas las demarcaciones de montaña, incluso en los alrededores de Guadalajara.
Los lobos eran repudiados por los ganaderos quienes argumentaban que perdían sus becerros, vacas, caballos y burros por los ataques de estos lobos capaces de traspasar los cercados de los ranchos para atrapar a sus presas.
También se les responsabilizaba de propagar la rabia a otros animales silvestres iniciando así una cadena que llegaba hasta los perros domésticos. Ambos argumentos fueron la razón de que en la década de 1950 se les condenara al exterminio.
Los acuerdos para su erradicación se tomaron entre las autoridades sanitarias de México y de Estados Unidos en 1949, fue entonces cuando la asociación sanitaria fronteriza mexicana-estadounidense, promovió una campaña de envenenamiento con monofluroacetato de sodio.
En la actualidad este veneno está prohibido en ambos países dada su peligrosidad. Los efectos de esa campaña no se hicieron esperar; en Sonora, por ejemplo, perecieron envenenados cuatro mil 600 coyotes y lobos, y en Chihuahua murieron siete mil 800 de estos animales.
A principios de 1990 algunos autores consideraban que apenas quedaban diez lobos en libertad, ante esta situación México y Estados Unidos coincidieron en la necesidad de preservar la subespecie.

Estado de conservación
El lobo mexicano está enlistado como especie extinta en la NOM-059-ECOL-2001 publicada por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat).

Aunque no existen reportes de poblaciones viables en vida libre, especialistas en manejo de fauna silvestre consideran que existen grupos pequeños o parejas de estos animales dispersos en las zonas serranas del norte de México.
Actualmente, el lobo mexicano está representado por algunos ejemplares en cautiverio en zoológicos y encierros especiales en Estados Unidos y en México, en los siguientes lugares: zoológicos de Chapultepec y de San Juan de Aragón, en el Distrito Federal; donde sus ejemplares han sido profundamente estudiados en lo fisiológico y en el comportamiento.
En el año 2000 se reportaron aproximadamente 200 lobos mexicanos en cautiverio, 48 en México y 155 en Estados Unidos, que son producto de un programa internacional para la recuperación de la especie, el cual enfrenta una situación controversial para liberarlos en su hábitat histórico.
Si bien se han tenido importantes avances en la recuperación del lobo mexicano, los esfuerzos que se han hecho en México para este propósito han enfrentado diversas carencias, fallas y limitaciones, que han puesto de manifiesto la necesidad de que se incorporen a este proyecto todas las personas e instituciones que puedan aportar algo para ayudar en su conservación.
En el zoológico de Guadalajara dentro del plan binacional, existen cinco cachorros, primera camada que nace en esta ciudad, que se alimentan de carne y croquetas para tener un balance en su digestión. Y aunque son huidizos, hay uno de talla ligeramente mayor, macho, que se distingue por su mayor curiosidad. Vence el temor y empieza a olfatear, a inspeccionar en las mochilas, a rastrear.
Además, el Instituto de Ecología sostuvo un programa de reproducción de lobos en la reserva de la biosfera de La Michilía, Durango, el cual tiene un comité de recuperación y programas de reproducción en cautiverio que cuentan con 109 individuos distribuidos en 15 zoológicos de ambos países.
En el rancho Los Encinos, en Chihuahua. En estado silvestre habita fundamentalmente en los bosques y desiertos del norte de México.
Se tiene planeado restablecer algunos especímenes en las áreas de distribución histórica. Hasta hoy sólo son planes, ya que existe una fuerte actitud de rechazo por parte de los ganaderos.

Fuentes:
http://www.ine.gob.mx/ueajei/publicaciones/libros/137/introd.html
http://www.wwf.org.mx/wwfmex/
http://www.naturalia.org.mx/
http://biblioweb.dgsca.unam.mx/libros/lobo/2.html


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