Sostenibilidad

Historia de muchas mujeres y un café

Un proyecto de cooperación y comercio justo en el norte de Nicaragua consiguió empoderar a las mujeres para ser dueñas de la tierra que cultivan

En la Nicaragua rural no es lo mismo ser hombre que mujer. Cuando una partera atiende a una embarazada le cobra más barato si nace niña que si es niño. Si es una niña a la madre le dicen que “le nació una cocinera”, y si es niño, “un mozo, un jornalero del campo”, explica Eva Pineda, quien lanzó a finales de 2011 el proyecto Café Tierra Madre.

La brecha entre unos y otras va creciendo con los años. “Ninguno de los juguetes que se regala a un niño le ayuda a construirse como sujeto en la casa”, dijo Pineda.

Muchas veces la mujer no tiene permiso para hablar y si habla no cree que vaya a decir nada importante. De niña dejará de ir a la escuela si le queda lejos, por el miedo de la familia a que la “embaracen”. Y ya casada no irá al centro de salud si su marido no le da permiso. A los 14 o 15 años empieza a tener hijos, y suelen ser muchos, así que cuando cumple 35 parece mucho mayor.

Sufre osteoporosis desde joven porque durante los embarazos no se le administra complemento de calcio, detalla la emprendedora.

¿Para la mujer o contra la mujer?

Eva Pineda trabajó durante tres años como técnica de género de Aldea Global, una cooperativa agrícola del norte de Nicaragua, que en su origen (1992) contaba sólo con 22 socios, todos hombres.

Hoy ya son mil 500 las personas asociadas —de las cuales 400 mujeres— que producen café y otros productos agrícolas.

En 2007 Aldea Global se planteó revisar su trabajo de género. Y se concluyó que aunque había acciones dirigidas a las mujeres no se estaba haciendo nada realmente en pro de la equidad de género.

Se habían creado huertos familiares alrededor de la casa para que los gestionaran las mujeres. Y se les había entregado además conejos y gallinas. Ellas estaban encantadas con este proyecto porque les ayudaba a mejorar la alimentación de la familia. Ni eran conscientes de que todo esto significaba para ellas trabajar más horas: había que acarrear el agua para regar; había que dar de comer a los conejos; había que limpiar el corral de las gallinas. De hecho, la cooperativa estaba atendiendo necesidades básicas pero no estratégicas.

Entonces Aldea Global decidió reorientar su trabajo con las mujeres para reducir las desigualdades.

Para Aldea Global quedó claro que había que ayudar a las mujeres a avanzar en su proceso de autoafirmación y ello pasaba por conseguir que fueran dueñas de la tierra que trabajaban.

Dueñas de sus tierras, dueñas de sus vidas

En 2011 Aldea Global lanzó junto con Oxfam Intermón el Café Tierra Madre, que está producido por mujeres propietarias de su tierra bajo los criterios del comercio justo.

Este café de comercio es innovador porque incluye un ángulo de género. Parte de los beneficios se reinvierten en un fondo común de la cooperativa para ayudar a las mujeres a titularizar su tierra, la que trabajan porque ya era de sus padres o de sus maridos pero que desde un punto de vista legal no pueden reclamar como suya.

Como comprobante de la propiedad algunas tienen sólo un papel manuscrito que su padre o madre entregó en su día a un buen vecino y donde dice que le deja “tantas manzanas de tierra”.

El dinero de la llamada “prima de género” servirá para pagar los trámites del registro legal. Hasta la fecha cuatro mujeres han podido ya titularizar sus tierras gracias a la venta del café.

Eva Pineda señala la importancia de los talleres. “Si no hubiéramos hecho todo este proceso de empoderamiento, las mujeres habrían entregado el dinero tal como lo recibían directo a sus maridos. Ahora saben que ellas pueden ser dueñas de sus tierras y de sus vidas.”

Con información de El País

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