A la industria de la moda,
que mata animales por vanidad
y no por necesidad
El golpe es certero,
parte el cráneo
y destroza el cerebro.
Yo estoy escondido,
aterrado y desconcertado.
Hilos de sangre brotan
por su hocico, nariz y oído.
El asesino no me ha visto.
Yo estoy paralizado,
pero sigo mirando.
Clava su cuchillo en la garganta
y hace una rajada por la panza
hasta llegar a la entrepata.
Rápidamente hace otras rajadas
y con el temperamento de hielo
le quita a mi padre el pellejo.
Cuando el asesino se fue,
dejó su cuerpo desollado,
aún estaba vivo y suspiraba,
parecía que ya no sentía nada.
Hoy día mis amigos viajeros
dijeron que vieron el pellejo
de mi padre aún con pelo.
Lo traía puesto una humana,
se veía siniestra y mala
envolviendo con aquel pellejo
su desnuda y pálida espalda.
La Doñita, 2010