Al modificar la rutina diaria por la contingencia sanitaria también cambiaron los patrones de descanso nocturno y evitan que se cumplan los procesos de recuperación biológica
Teorema Ambiental/Redacción
Ciudad de México, 20 de mayo de 2020.— La falta de actividad física, el exceso en la ingesta de alimentos chatarra, el estrés medioambiental, emocional y celular, que se experimentan durante el confinamiento por el COVID-19 en México impactan directamente en la calidad y cantidad del descanso nocturno porque impiden que se cumpla correctamente la funcionalidad fisiológica, biológica y de desarrollo del ciclo del sueño, explicó Víctor Aguilera-Sosa, profesor e investigador del Instituto Politécnico Nacional (IPN).
El sueño es un fenómeno biológico, fisiológico y conductual en el que se regulan y metabolizan diversas hormonas que permiten estabilidad biológica, necesaria para la vida, el desarrollo y el aprendizaje.
“Dentro de los trastornos que se presentan durante la contingencia está la fase atrasada del sueño, que es el desfase que vive la población al tener que realizar tanto escuela como trabajo en casa. Antes tenía que dormir a cierta hora para llegar a tiempo a sus labores al siguiente día, ahora se duerme pasada la medianoche, pero necesita levantarse temprano para retomar las actividades virtuales. Esto acorta las fases del sueño”, explicó el científico, integrante de la Sección de Estudios de Posgrado e Investigación (SEPI), del Centro Interdisciplinario de Ciencias de la Salud (CICS), Unidad Santo Tomás.
El sueño se divide en cinco etapas: transición vigilia a sueño, sueño ligero hasta sueño Delta en las que se generan una serie de procesos vitales para el ser humano como la regeneración del tejido muscular o la secreción de la hormona del crecimiento, que en la fase V, conocida como REM (movimientos oculares rápidos), con sueños intensos, vívidos e inverosímiles, se tiene un alto gasto energético cerebral ya que aquí se consolida lo aprendido durante el día y se fortalecen los procesos de memoria.
El investigador señaló que durante el confinamiento la población desarrolla insomnio en sus diferentes tipos: el de inicio relacionado con estrés; el intermedio, vinculado con procesos ansiosos y de angustia o el insomnio final, que se presenta a las 4:00 o 5:00 de la mañana y lo provoca la depresión.
El sueño en mamíferos, homínidos y humanos es más evolucionado que en otras especies y está relacionado con los ciclos circadianos, ritmos biológicos que se sincronizan con la interacción social y del medio ambiente.
En el caso de los humanos, se presenta cuando oscurece, ya que es un fenómeno biológico relacionado con procesos metabólicos y con la secreción de la serotonina, precursora de la melatonina, que aumenta en sangre conforme disminuye la luz y se presenta la somnolencia, como preparativo para dormir.
Hay personas, principalmente adultos mayores, que duermen pequeñas siestas durante el día y en la noche presentan un sueño fragmentado, entonces se empieza a invertir el ciclo circadiano, mientras que niños y adolescentes, expuestos a pantallas y videojuegos, también afectan sus hábitos nocturnos y se altera la cantidad y calidad del sueño.
El investigador advirtió que además se eliminaron los ritmos sociales y hay una sobreexposición a información de la pandemia que genera emociones negativas como angustia, ansiedad, tristeza, incluso enojo, lo que conduce a un estado de estrés agudo en el corto plazo y estrés crónico a mediano plazo, lo que provoca alteraciones en la alimentación, como el ansia por comer, sobre todo alimentos azucarados o grasos, que también generan aumento de peso, que también impacta en los ciclos de sueño.
El investigador apuntó que la obesidad suele provocar el Síndrome de Apnea Obstructiva del Sueño (SAOS), que se manifiesta con una pausa en la respiración que puede ir de 30 segundos a un minuto o más de tiempo, lo que fragmenta la calidad y cantidad de sueño y en casos graves puede dañar las células y otras funciones de los procesos cardiorrespiratorios, que a la larga puede afectar el corazón o provocar un evento vascular cerebral (EVC) e incluso síndrome metabólico.
Como alternativa, el experto recomendó organizar una agenda con horarios para despertar, desayunar, realizar labores del hogar, actividad física y dormir, permitir el aburrimiento, dejar los fines de semana para actividades recreativas o lúdicas, respetar el tiempo para realizar el trabajo y la escuela en casa, enfocarse en actividades que tranquilicen o relajen, disminuir la ingesta de carbohidratos simples, refrescos y productos chatarra, así como las porciones en la comida, sobre todo porque la actividad se redujo un 70 por ciento.
“Algo muy importante es que se debe reducir el nivel aspiracional y aceptar que estamos viviendo una circunstancia mundial sin precedentes, por lo que es necesario atenuar la presión laboral, escolar o social, porque con eso solo se genera gran cantidad de estrés, que impacta directamente en los ciclos de sueño”, finalizó.