El fenómeno El Niño es un gran cambio en el sistema climático global, se encuentra asociado a un extenso calentamiento de la superficie en el trópico este del océano Pacífico, que dura de 3 a 4 meses.
Estos fenómenos de El Niño están asociados a precipitaciones y temperaturas extremas en ciertas regiones del mundo y son una causa importante de la variabilidad climática interanual. Por ejemplo, las sequías son más frecuentes durante y justo después de este evento en Australia, Brasil y África del Sur.
Por otra parte, las precipitaciones extremas asociadas con El Niño pueden afectar adversamente a la sociedad, provocando escasez de alimentos, inundaciones y corrimientos de tierra.
De hecho, el efecto activo de El Niño es tal que la carga global de los desastres naturales es mayor en el año posterior al comienzo del fenómeno que en el año anterior a este evento. Esta relación es particularmente intensa en las sequías con la consiguiente escasez de alimentos. Este incidente climático ha sido relacionado con las crisis mundiales de alimentos porque afecta a un gran número de países a la vez.
El efecto de El Niño, ya sea débil o fuerte, es muy relevante sobre la costa oeste de Sudamérica, y en particular en Perú. Después de las inundaciones de 1983 en Perú, relacionadas con este hecho, hubo muchas secuelas que afectaron a la salud, tales como incrementos en la incidencia de diarreas agudas y enfermedades respiratorias.
Durante el intenso fenómeno de El Niño de 1997-1998, se pudieron estudiar los efectos de la contaminación del aire resultante de los desastrosos incendios forestales de Indonesia (especialmente Kalimantan). Además, en la región vecina de Papúa, en Nueva Guinea, la sequía relacionada con este suceso trajo probablemente la mayor hambruna de este siglo en las regiones altas.
Los estudios sobre El Niño y el ciclo de la Oscilación del Sur en relación con las epidemias de malaria y, en menor grado, con la fiebre de dengue, han revelado importantes correlaciones en ciertas regiones del mundo: Paquistán, noroeste de la India, Sri Lanka, África oriental, Venezuela, Brasil y México. Estamos empezando a conocer y entender cuáles son los momentos más propensos para las epidemias de tales enfermedades en relación con los años de El Niño y La Niña, lo que, a su vez, abre la posibilidad de sistemas convencionales de control y aviso.
De forma similar, estamos comenzando a comprender cómo y por qué el cólera tiende a expandirse en ciertas poblaciones costeras, tales como Bangladesh, cuando la temperatura de la superficie del mar aumenta y se produce la floración de algas, lo que provoca que el ecosistema se sature, y se desencadene una mayor mortandad de las poblaciones acuáticas, con la consecuente descomposición de los organismos y la contaminación de las aguas.
Mientras tanto, se está dando una nueva consideración a otros procesos infecciosos procedentes del agua, incluyendo aquellos que ocurren en zonas templadas, tales como la critposporidiosis, la giardiasis y la enfermedad del legionario. De distintos modos, la transmisión de estas enfermedades se ve afectada por la calidad y los mecanismos de distribución del agua potable, los cuales, a su vez, se encuentran afectados por los patrones de las precipitaciones.
A través de los tiempos la humanidad ha agotado los recursos naturales y ha degradado su medio ambiente, modificando también el clima local con la tala de árboles y la construcción de presas. Como consecuencia, muchas poblaciones se han vuelto más vulnerables a las enfermedades y a las alteraciones de la salud.
En la actualidad el impacto humano ha alcanzado una escala global sin precedentes, que refleja los rápidos incrementos en el tamaño de la población y el intenso consumismo energético. El grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), en su segundo informe de evaluación (1995), concluyó que: las evidencias obtenidas sugieren que existe una perceptible influencia humana en el clima global. El consumo de combustibles fósiles y la deforestación pueden haber contribuido al incremento observado de casi 0.6oC en la temperatura global en los últimos 100 años.
Por otra parte, se estima un incremento entre 1 y 3oC para los próximos 100 años. Este ritmo de incremento es mayor que el que ha existido de forma natural desde el final de la última glaciación, antes de que comenzaran los asentamientos humanos, hace unos 10,000 años.
Mientras que la ciencia del cambio climático inducido por el hombre se esclarece, aumenta la importancia de establecer su impacto potencial. Inicialmente se tendió a centrarse sobre las infraestructuras y sistemas ecológicos importantes para la sociedad, asentamientos humanos, zonas costeras, terrenos agrícolas y bosques, pero hoy en día se reconoce que el cambio climático también afectará nuestra salud. Por tanto, aumentar nuestro conocimiento de la dependencia existente entre el clima, el tiempo y la salud, nos ayudará a prevenir los posibles impactos adversos.
Entre los efectos potenciales del cambio climático en la salud están las consecuencias, fácilmente previsibles, asociadas a los cambios en la intensidad y frecuencia de los fenómenos atmosféricos extremos. En muchas zonas templadas los efectos de los inviernos más calientes serán beneficiosos.
El grado hasta el cual el cambio climático está asociado a cambios en la frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos (por ejemplo, tormentas o inundaciones) se desconoce a escala local, pero los impactos regionales es probable que sean significativos, e incluso una ligera variación en el valor medio pude llevar a un incremento desproporcionado en la frecuencia de los valores extremos.
Procesos más complejos podrían afectar al estatus nutricional y provocar hambrunas, debido a las pérdidas inducidas en la productividad local de alimentos asociada a los cambios climáticos (especialmente de cereales), o también podrían afectar la salud pública por las consecuencias de las migraciones de la población, como las que sucederían con el incremento del nivel del mar o la desorganización económica.
La evaluación de los impactos potenciales del cambio climático en la salud constituye un ejercicio poco usual, en el que debe de tenerse en cuenta la valoración de los climatólogos acerca de cuándo, dónde y hasta qué grado, la continua acumulación de gases de efecto invernadero se traducirá en cambios climáticos, y también de otras disciplinas científicas acerca de cómo estos cambios climáticos podrían afectar a los sistemas biológicos y físicos mundiales.
Así pues, en conjunto, nuestra comprensión de las causas (y posibles prevenciones) de los impactos adversos sobre la salud debidos a las fluctuaciones en el tiempo y clima locales, está creciendo rápidamente. Un estímulo mayor para esto y una mayor aplicación de los resultados de estas investigaciones, están relacionados con las predicciones del cambio climático global, para lo cual, el segundo informe de la evaluación del grupo de trabajo de la IPCC (desde 1997 y hasta la fecha), desarrolla con detalle las diferentes formas en las que la salud humana podría verse afectada.
Gran parte de la investigación sobre el tiempo, el clima y la salud humana es nueva, aunque existen dificultades para recabar información sobre la salud desde fuentes dispares de todo el mundo. En consecuencia, hay mucho que aún resulta incierto e incompleto en esta investigación, no obstante, se está convirtiendo rápidamente en el asunto principal de la agenda de investigación sobre el medio ambiente y la salud.
Mediante estudios locales mejor dirigidos sobre los impactos en la salud de las variaciones a corto plazo del tiempo y del clima, se podrán completar las lagunas en la información. A los científicos dedicados a la salud se les anima a contactar con otras disciplinas científicas y organizaciones, para asegurar que nuestros diversos sistemas de control, desde los locales hasta los globales (especialmente los componentes climáticos, oceánicos y terrestres del Sistema Mundial de Observación), incluyan indicadores apropiados relacionados con la salud.
La Organización Meteorológica Mundial ha reconocido la necesidad de aplicar el conocimiento y la información climática del tiempo para mejorar la salud humana, alentando a la vez la cooperación entre los Sistemas Meteorológicos e Hidrológicos Nacionales, los profesionales de la salud y otras personas responsables de tomar decisiones que afectan a la salud humana y al bienestar. Las predicciones climáticas y meteorológicas no tienen ningún valor si no se actúa en función de ellas. La cooperación interdisciplinaria —que conducirá a la elaboración de información rutinaria y a predicciones para complementar el conocimiento local— y las percepciones asegurarán una utilización y beneficios óptimos.
Nuestra nueva forma de entender cómo las constantes variaciones cíclicas de los patrones atmosféricos afectan la salud de la población, y de cómo, además, el cambio climático futuro muy probablemente tenga efectos sobre la salud, ha incrementado el perfil de importantes áreas de la investigación y de las recomendaciones de los criterios que deben seguirse.
Los actuales problemas de salud relacionados con el ambiente, así como los que se esperan en el futuro, comparten muchas de las mismas causas subyacentes, relativas a la pobreza, la falta de equidad, así como a valores y a prácticas socioeconómicas equivocadas.
Los procesos a gran escala de los cambios y la degradación medioambiental tenderán a exacerbar varios problemas de salud en muchos países, ya sean hambrunas regionales, la propagación de enfermedades infecciosas, o las consecuencias de los fenómenos atmosféricos extremos. La información climática y atmosférica puede apoyar al desarrollo de posibles medidas de protección y fortalecer la capacidad de adaptación de las poblaciones.