Especies

El Nido: sueño de un hombre que aprendió a volar

Manuel Hernández

La pasión que tenía Jesús Estudillo López por las aves, siempre fue un tanto inusual. Cuentan que cuando era pequeño, los Reyes Magos le obsequiaron una bicicleta. A las pocas horas, la bicicleta no existía más, pues para sorpresa de sus padres, la había cambiado por la guacamaya de un vecino. Otro episodio de aquellos años de su infancia narra que al visitar la selva de los Chimalapas, la imagen de un árbol rodeado de aves multicolores lo marcó por siempre. Una revelación de lo que sería su futuro.

A partir de entonces, se juró a sí mismo hacer todo lo que estuviera a su alcance por garantizar el bienestar de aquellos pájaros milagrosos. Así lo hizo.

Con el paso del tiempo, el doctor Jesús Estudillo López se graduó como médico veterinario para luego convertirse en uno de los ornitólogos más prestigiosos del planeta. En 1975 descubrió una especie de crácido sumamente raro, hoy conocido como Crax estudilloi en su honor, durante un viaje al interior de la selva boliviana.

Sin embargo, de todos los descubrimientos y aportaciones que hizo a la ciencia, ninguno fue tan emblemático como la reproducción del quetzal. Un logro titánico, tomando en cuenta que antes de ese acontecimiento, ningún quetzal podía mantenerse con vida al estar en cautiverio. Nadie conocía la razón de tan enigmático caso, hasta que finalmente, Estudillo logró darse cuenta que el agua contenida dentro de una bromelia presente en el hábitat del quetzal contenía ácido tánico, una sustancia que podía neutralizar los efectos tóxicos de las altas cantidades de hierro presentes en la dieta del quetzal. Un descubrimiento que le tomó 30 años de observación minuciosa. De esta forma, Estudillo se convirtió en la primera persona capaz de reproducir quetzales en cautiverio, lo cual ha significado devolver la esperanza de que esta majestuosa ave, considerada como símbolo de divinidad entre los pueblos mesoamericanos, pueda sobrevivir a la amenaza continua que representa la mano del hombre. El 21 de marzo de 2010, “el hombre que aprendió a volar” falleció a la edad de 77 años.

Sin embargo, los desvaríos de la muerte no pudieron contener la labor de Estudillo. Su legado se mantiene vigente en El Nido, un lugar concebido originalmente como un centro de investigación científica y que desde hace pocos años ha abierto sus puertas al público. Ubicado en Ixtapaluca, Estado de México, el lugar reúne cerca de 320 especies y tres mil individuos, números que lo ubican como el aviario más grande de América Latina y el tercero del mundo. Recorrer el sitio es como seguir de cerca las huellas de Estudillo, caminar a través de los confines del mundo en busca de aves exóticas.

Actualmente El Nido cuenta con programas de reproducción de algunas especies prioritarias que hoy se encuentran gravemente amenazadas, además del quetzal. Así ocurre por ejemplo con el águila arpía, una especie prácticamente extinta en México. Según algunos datos, existen solamente cuatro ejemplares documentados actualmente en todo el territorio nacional. Los cuatro viven en El Nido, lugar donde los especialistas esperan poder estabilizar la reproducción en cautiverio para en un futuro quizá no muy lejano, poder reinsertar algunas aves en su ambiente natural. Algo similar ocurre con especies como el águila real, el pavón o las guacamayas jacintas.

“No es nada descabellado. Nuestro centro tiene la visión de tener una reproducción estable de las especies prioritarias dentro de cinco años. Al decir esto, nos referimos a la generación de protocolos que permitan establecer una reproducción metódica y continua de las especies. Sin embargo, para poder hacer la liberación necesitamos antes encontrar Áreas Naturales Protegidas viables y sostenibles que garanticen la preservación de las aves”, comenta Óscar Orlando Escobedo Correa, director científico de El Nido y experto en reproducción de aves, quien considera que la poca variabilidad genética que existe en determinadas especies puede ser un problema serio para lograr la estabilización de algunas aves. Sin embargo, la parte más compleja del proceso de reproducción es conseguir que dos ejemplares lleguen a compenetrarse de forma adecuada.

“Lo más difícil es establecer las parejas, es una situación complicada, pues al igual que ocurre con nosotros, nos tiene que gustar el de al lado para estar con él, compartir comida, compaginar sexualmente, etcétera. Si quiero reproducir a una pareja de águila real no puedo meter a la hembra y macho en el mismo lugar porque se van a matar, tienen que pasar antes por un periodo de acoplamiento”, considera el especialista, quien sin embargo señala que la falta de recursos es el principal obstáculo, ya que el mantenimiento y cuidado minucioso de todos los animales del parque generan gastos difíciles de sostener.

De ahí la importancia de que la gente asista al parque, ya que además de establecer un contacto directo con muchas aves, el dinero recaudado ofrece una pequeña esperanza para muchas especies al borde de la extinción. Alguna vez el explorador submarino Jacques Cousteau afirmó que “nadie protege aquello que no ama y nadie ama aquello que no conoce”, y por ello, es fundamental que la gente pueda acercarse a la problemática que enfrentan muchas aves amenazadas por los patrones de conducta de los seres humanos, mismos que tienen un impacto severo en la fragmentación de los ecosistemas.

Para Óscar, continuar con el legado del doctor Estudillo es todo un reto que apenas empieza, algo que le emociona enormemente. Por todo esto, El Nido pareciera ser el lugar indicado para un apasionado de las aves.

“Me siento como Darwin cuando llegó por primera vez a las Galápagos”, comenta.

* Más información: www.visitaelnido.com

Suscríbete al Boletín

PAÍSES QUE NOS ESTÁN VIENDO