Agua

“Agua virtual”, agronegocio y cuestiones económico ambientales futuras…

Producir alimentos implica consumir agua. “Todo pasto es agua” decía el padre de la agricultura conservacionista argentina (Molina, 1967). Para producir un kilogramo de granos, se necesitan entre mil a dos mil kilogramos de agua, lo que equivale a alrededor de uno a dos metros cúbicos de agua. Un kilo de queso necesita alrededor de cinco mil a 5,500 kilos de agua y uno de carne, demanda unos 16 mil kilogramos.

La agricultura es una de las principales producciones demandantes de agua (suma alrededor de 70 por ciento en el promedio mundial), siendo el riego una de las actividades que genera preocupación respecto a la disponibilidad e impactos sobre la demanda de agua potable que puede implicar el incremento de las extracciones a través de éste hacia las décadas venideras (Bruinsma, 2003).

En este sentido a pesar de la eficiencia que se ha buscado en la producción agrícola, el agua y la sequía han sido factores restrictivos para la producción en muchos países del mundo.

En el caso de la agricultura hay que distinguir dos componentes importantes en el agua que se mueve del suelo a la atmósfera, que son: la evaporación y la transpiración. La primera es la pérdida directa del agua del suelo hacia la atmósfera y la segunda es la cantidad de agua que se mueve a través de la planta al ser absorbida por la raíz, fluyendo por el xilema, evaporándose por el mesófilo y finalmente difundiendo como vapor de agua a la atmósfera a través de los estomas. Los dos componentes a los efectos de cálculos vinculados al consumo del recurso, se integran en el concepto de evapotranspiración.

No obstante esta importancia, la producción de granos ha considerado el uso del agua en sistemas de secano como un insumo de uso no restrictivo y que no ha sido imputado a las cuentas de costos y beneficios. Sin embargo, los alimentos contienen una porción relativamente importante de agua en su estructura y han demandado porcentajes muchísimo más altos de este insumo, durante el proceso de producción.

El comercio agrícola mundial puede también ser pensado como una gigantesca transferencia de agua, en forma de materias primas, desde regiones donde se la encuentra en forma relativamente abundante y a bajo costo, hacia otras donde escasea, es cara y su uso compite con otras prioridades (Pengue, 2006).

El análisis del uso del agua por el sector agrícola no puede menos que considerar el hecho que 98 por ciento de las tierras cultivadas en América Latina lo son en zonas de secano, pero que la agricultura industrial de exportación, demanda cada día más agua para sostener su sistema de producción e incrementar su productividad físico crematística (como por ejemplo comienza a suceder en la región pampeana argentina).

Ya muchas regiones latinoamericanas vienen sufriendo serios problemas. La disponibilidad de agua en México ha ido en descenso a raíz de la sobreexplotación de los mantos freáticos y de la creciente degradación de las partes superiores de las cuencas, lo que implica mayores costos. Como son los campesinos quienes han sido relegados a las partes superiores de las cuencas, y son ellos quienes han sufrido más de las políticas de apertura del comercio agropecuario y de contención de los precios básicos, tienen menos posibilidades de seguir sus labores tradicionales de manejo del agua y del suelo (Barkin, 1998).

El caso del uso del agua en Argentina, especialmente para la producción de cultivos de exportación y acompañada de la mano de un posible ciclo más seco en los periodos por venir, obliga a una reflexión, sobre el uso consuntivo del recurso, especialmente frente a las nuevas demandas productivistas tanto en las áreas pampeanas, como en las regiones extrapampeanas. Es posible que el mayor desafío de los próximos años consistirá en evitar que, por su excelente rentabilidad en ambientes que para otras especies resultan desfavorables, la soja mantenga un predominio que muchos consideran perjudicial en el largo plazo (Sierra, 2006).

Países ricos y pobres en agua

Al contrario que el caso mexicano, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay se asientan sobre uno de los tres acuíferos más grandes del mundo, que cuenta con un volumen de unos 37 mil kilómetros cúbicos y abarca alrededor de un millón 190 mil kilómetros cuadrados: El acuífero Guaraní. Otro acuífero más telúrico y por encima del cuál se asienta la Pampa Ondulada es el Puelches, que llega hasta el centro de Santa Fe, este de Córdoba y noreste de Buenos Aires (Arias, 1999). Este acuífero nutre a la ciudad de Buenos Aires y las zonas urbanas e industriales, junto a la creciente demanda de agua en la agricultura intensiva con riego.

En el caso del Guaraní, la extracción de agua subterránea en los cuatro países tiene como destino 69 por ciento para la agricultura, 21 por ciento para industrias y 10 por ciento para consumo doméstico. El acuífero representa 6 por ciento del territorio argentino pero se asienta sobre ricas áreas productivas como la mesopotámica y chaco pampeana.

La creciente demanda especialmente de la agricultura y la posibilidad de contaminación por la intensificación industrial de ésta, pone en atención la necesidad de identificar la posibilidad, por un lado, de los daños por contaminación del acuífero, y por el otro, en un futuro mediato, las presiones vía el alocado sistema mundial de precios de los granos, para hacer uso del recurso natural, como fuente barata de “agua virtual”.

Entre estos costos o externalidades, las futuras ganancias del sector agrícola deberían considerar en forma directa a la compensación por la reducción de las áreas de producción agrícola como resultado de la intrusión salina, la degradación del suelo y el agotamiento de la disponibilidad o acceso a los recursos hídricos (aguas subterráneas y acuíferos), el mayor acceso (o su restricción) al agua por parte de los grupos rurales de menores recursos y más vulnerables para su propia subsistencia, la generación de sistemas de producción agrícola más ricos o su pérdida derivada de las monoculturas exportadoras y las restricciones del agua para otros usos, incluyendo los usos ambientales.

Los equipos de riego están creciendo en Argentina, alcanzando la superficie regada en la actualidad un millón 290 mil hectáreas. El principal porcentaje de maquinaria y equipamiento para riego, no se ubican como podría pensarse en las áreas con mayores limitaciones hídricas (por ejemplo, el noreste o noroeste argentino) sino en la Región Pampeana, donde los cultivos de la agricultura industrial demandan de agua de manera más intensiva (Cuadro 1) (CNA, 2002). La dependencia de estos cultivos por agua se hace notable y cualquier riesgo de sequía puede implicar la pérdida completa de la producción, al primar la productividad por la estabilidad de los mismos.

Cuadro 1. Riego por aspersión, en cantidad de equipos por tipo y región.
Estacionario Pivote Central Avance Frontal Cañón Autopropulsado
Región Pampeana 1323 1061 101 422
Noroeste 392 279 59 77
Fuente: Censo Nacional Agropecuario, 2002.
Entonces, además de las evaluaciones de productividad en materia seca en grano por gota de agua, seria interesante comenzar a considerar la calidad de los nutrientes generados por “gota de agua” y su destino y utilización final en los países de destino.

En este sentido, se hace estratégico, para países productores como Argentina y las demás naciones de la región, “ricos en agua”, revisar mucho más que contemplativamente, los beneficios (no incluidos en las cuentas) generados por el proceso de exportación con sus granos de “agua virtual” (que muchos de los países importadores, no cuentan en sus territorios, pero que tampoco pagan en el comercio mundial).

El intercambio de agua virtual por medio del comercio de alimentos se hace crucial en las discusiones futuras, especialmente teniendo en cuenta que tanto las importaciones de los países desarrollados como de las naciones que no cuentan con agua o la han desaprovechado compulsivamente, tienen un considerable peso en el ahorro de agua.

Qué es el agua virtual

El valor del agua virtual de un producto alimenticio es el inverso de la productividad del agua. Podría entenderse como la cantidad de agua por unidad de alimento que es o que podría ser consumido durante su proceso de producción (FAO, 2003), es decir, utilizada o contenida en la creación de productos agropecuarios.

La circulación de agua virtual ha aumentado regularmente con las exportaciones de los países agrícolas durante los últimos 40 años. Se estima que aproximadamente 15 por ciento del agua utilizada en el mundo se destina a la exportación en forma de agua virtual (Hoekstra y Hung, 2002). El 67 por ciento de la circulación de agua virtual está relacionado con el comercio internacional de cultivos. En el último quinquenio del siglo XX el trigo y la soja representaron ambos 47 por ciento del total de estas salidas. Ni en los cultivos de alto o bajo valor en el comercio internacional, ni las comunidades finales que los consumen, reconocen en sus cuentas este importante uso de recursos (Chapagain y Hoekstra, 2003).

Es evidente que el comercio del agua virtual genera un importante ahorro de agua en los países importadores y un posible deterioro en los exportadores, que hacen un uso intensivo o a nivel de la sobreexplotación. Por ejemplo, el transporte de un kilo de maíz desde Francia (tomado como representativo de los países exportadores de maíz para la productividad de agua) a Egipto transforma una cantidad de agua de cerca 0.6 m3 en 1.12 m3, lo cual representa globalmente un ahorro de agua de 0.52 m3 por cada kilo comercializado, situación que como se ve, no contabiliza los costes o externalidades generados por el uso de esa agua en Francia.

Posiblemente, los ahorros aparentes en el uso del agua, esconden estos costos, que merced al movimiento mundial de alimentos se triplicaron. El comercio virtual de agua se incrementó en valor absoluto, desde 450 km3 en 1961 a 1,340 km3 en 2000, llegando a 26 por ciento del requerimiento total de agua para la producción de alimentos (FAO, 2003, op. cit.).

Las externalidades vinculadas a las exportaciones virtuales de agua, deberán considerar también los problemas derivados del incremento en los usos de este recurso: intrusión salina, salinización, pérdida de estructura del suelo, lavado de nutrientes, contaminación.

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Fuente: ecoportal

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