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Confinamiento por COVID-19 ahora aumenta casos de miedo y ansiedad

Este tipo de comportamiento se denomina síndrome o fiebre de la cabaña, que se caracteriza por un miedo profundo, angustia y rechazo a la idea de salir a la calle

Teorema Ambiental/Redacción

Ciudad de México, 29 de julio de 2020.— El confinamiento prolongado para detener el COVID-19, ahora ha provocado severos casos clínicos de depresión, derivado de observar la vida desde una pantalla. Lo cual, en casos extremos puede provocar severos daños a la salud emocional, al grado de provocar ideas suicidas.

A más de cuatro meses del inicio de la contingencia, ya se han relajado las medidas de distanciamiento social y es posible salir a las calles respetando las medidas de seguridad. Sin embargo, en la gente persisten estos pensamientos de angustia, por el miedo a salir a la calle y contagiarse, por lo que prefiere refugiarse en sus casas en espera de mayor seguridad para salir a la calle. Algunas personas solo salen a comprar víveres o pasear a sus mascotas, 15 minutos al día, y al salir usan cubrebocas, careta y gel antibacterial.

Las personas en ese grado de alerta, evitan cualquier acercamiento con la gente, incluso se cruzan la calle para alejarse o bien al regresar a casa lavan absolutamente toda su ropa inmediatamente, desinfectan su calzado y lo dejan fuera de casa, las mascotas reciben un baño de aerosol desinfectante, principalmente en las patas, e incluso se meten a bañar. Después de esto, vuelve la rutina en espera que siga pasando el tiempo.

Este tipo de comportamiento se denomina síndrome o fiebre de la cabaña, que se caracteriza por un miedo profundo, angustia y rechazo a la idea de salir a la calle tras un largo periodo de aislamiento.

La gente en estas condiciones ya no disfruta las actividades que anteriormente realizaba para entretenerse: ir al cine, a conciertos, ir a la biblioteca, dar clases presenciales, hacer ejercicio, ir a la oficina, porque están atormentadas por la idea de estar en alguno de estos espacios donde puedan hallar al virus.

Erika Villavicencio, académica de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), detalla que el síndrome de la cabaña se expresa de diversas maneras e impacta los ámbitos emocional, cognitivo e incluso fisiológico, como síntomas, se desarrolla taquicardia, ansiedad, sudoración, depresión o algún otro trastorno mental y hasta inmovilidad.

“Una de las sensaciones del ser humano es el miedo”, señala. “En el caso del COVID-19, el peligro es un virus imperceptible y muchos pueden sentirse expuestos ante un enemigo invisible, provocando angustia e incertidumbre. El encierro nos puede llevar a pensar que la casa es el espacio más seguro y que es ahí donde estamos a salvo”, afirma.

La fiebre de la cabaña no es considerada como una enfermedad mental por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Aparece cuando se conjugan síntomas relacionados con el espectro ansioso. Es muy común en gente que ha pasado confinada en un espacio por mucho tiempo, como trabajadores de plataformas petroleras o de alguna embarcación, pero todo el mundo está sometido a estas condiciones para reducir la propagación del virus.

De acuerdo con la OMS, se estima que una cuarta parte de la población que se quedó en casa durante la cuarentena (aunque la duración ha variado de acuerdo a cada país) ha desarrollado este síndrome.

Para millones de personas, al paso de las semanas, muchos se han acostumbrado a esa nueva circunstancia, pero la idea de estar fuera de casa genera gran ansiedad porque el virus sigue ahí, pero paradójicamente, ahora hay miedo a lo que se anhelaba antes: salir, socializar, juntarse con los amigos en algún bar, ir a correr o a dar una caminata.

Este síndrome, de acuerdo con la especialista, se debe a que las personas se han sometido a alguna experiencia traumática ligada al coronavirus o conocieron a alguien infectado o que murió a causa de la enfermedad. Entonces buscan impulsivamente noticias sobre la pandemia, los tratamientos y las vacunas o simplemente se dejan llevar por toda la información disponible, sea falsa o no.

“No hay una forma de generalizar y pueden caber muchos factores. Habría que saber si la persona tiene conocimiento adecuado de su propia personalidad y de su inteligencia emocional para detectar si eso que siente es miedo o no. Es muy importante el autoconocimiento y por ende el autocontrol, pues esto nos lleva a la aceptación y a partir de ahí se puede comenzar a tratar”, apunta la especialista de la UNAM.

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