Residuos

Prohibición de bolsas plásticas no es el fin del problema

Esta disposición no solucionará el problema de residuos en la Ciudad de México sino hasta que aprendamos a usar las cosas más de una vez y aprovechar otros objetos

Teorema Ambiental/Redacción

Ciudad de México, 24 de enero de 2020.— A finales de los años sesenta, las bolsas de plástico empezaron a circular en todo el mundo, como una solución revolucionaria y funcional para el transporte de mercancías en pequeña escala.

Su promesa para el comprador era que daban mayor resistencia que las bolsas de papel, fáciles de cargar y repelentes al agua. Pese a que su utilidad es real y sustantiva, la humanidad abusó de su uso indiscriminado y su bajísimo costo para inundar con ella los lugares más recónditos del planeta, como los casquetes polares, el fondo del océano y las cimas de las montañas.

Hay registros de bolsas y otros residuos plásticos en profundidades de hasta diez mil metros en los océanos. De hecho, se calcula que diez mil toneladas de plástico llegan a los mares cada año y son ingeridas por más de 250 especies.

El polietileno, es el plástico más utilizado para estos fines, luego que se aprovechó con fines militares durante la Segunda Guerra Mundial. Fue patentado por la empresa sueca Celloplast y diseñado por el ingeniero Sten Gustav Thulin. Entonces, comenzó a reemplazar las bolsas de papel y tela.

El primer país que sufrió problemas por el exceso de residuos de polietileno fue Bangladesh hace 18 años, cuando las autoridades encontraron que su mal manejo era la clave para la obstrucción de los sistemas de drenaje durante las inundaciones.

Hoy, el mayor generador de bolsas plásticas en el mundo es China, que anunció que prohibirá su uso en las principales ciudades para fines de año y en todo el país para 2022. Mientras Chile es el primer país en América en tomar esta medida, hace poco más de un año.

A partir de este 2020, la Ciudad de México modificó la Ley de Residuos Sólidos para prohibir la distribución, comercialización y entrega de bolsas de plástico de un solo uso al consumidor con excepciones para la entrega de productos que deben ser empacados por higiene.

Sin embargo, esta medida no es el fin del problema pues no basta con la satanización del plástico, que de hecho es un material revolucionario para entender a la sociedad actual, tal como la conocemos, con múltiples productos que nos facilitan la vida. El problema tiene que ver con el abuso y la cultura de consumo irracional.

Al respecto, Ornella Garelli de Greenpeace México, señala que la postura de esta organización es la reutilización en el sentido más amplio de la palabra. “Cuando inició la medida, algunos supermercados para ‘apoyar’, estuvieron regalando bolsas, pero la idea no es adquirir nuevos productos, sino utilizar cosas que ya tenemos”, explica.

Por ello pensó en reconsiderar el uso de otros objetos para transportar insumos cotidianos, como bolsas de otro material resistente, mochilas, redes, canastas, telas, etc.

“Esta es una verdadera forma de reducir el impacto ambiental, pues le estamos dando nueva vida a algo que ya está en nuestra casa. El problema es que si aceptamos más bolsas o compramos otras que están más bonitas, al final el impacto seguirá allí.”

En las cadenas comerciales más importantes se sustituyó la entrega de bolsas de plástico por papel, pero esto no es una solución ya que traslada el problema a la industria papelera, que genera contaminación por combustibles fósiles, gasto de agua y emisiones.

En el caso de las bolsas de plástico biodegradable orgánicas, la especialista señala que se tendría que hacer un análisis del material en particular para conocer cómo afecta e impactaría el aumento de su producción.

“El reto es no regresar a la idea de producir, consumir y desechar, sino reutilizar hasta donde la imaginación llegue”, agregó.

Estos esfuerzos locales también se están gestando en otros 25 estados del país que ya están legislando en la materia y buscan abrir nuevos caminos para una ley federal. Mientras tanto, la industria busca alternativas diferentes y sostenibles. Por ejemplo, en el Instituto de Biotecnología de la UNAM se trabaja con una bacteria llamada Azotobacter vinelandii, la cual se encuentra en la hojarasca y es capaz de producir un material similar al plástico, que se desintegra en un menor tiempo y sin contaminar.

Los bioplásticos se pueden producir en cantidades elevadas usando también residuos agroindustriales, principalmente a partir de celulosa y hemicelulosa. Los azúcares obtenidos de dichos residuos agroindustriales son usados para obtener ácidos orgánicos, que son precursores de biopolímeros.

En el mundo se calcula que la producción de bioplásticos tendrá alrededor de 2.44 millones de toneladas en 2022.

(Con información de El Universal)

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