Desarrollo Urbano

Carbono incorporado, pieza clave de la construcción sostenible del futuro

  • Se trata de todo el CO2 que se emite durante la fabricación, el transporte, la instalación, el mantenimiento y la eliminación de los materiales de construcción

BBVA Sostenibilidad

Se calcula que más de la mitad de los edificios que estarán en pie en el año 2050 aún no ha sido construidos y, para ello, será necesario levantar una urbe del tamaño de Nueva York cada mes hasta entonces. Muchos de estos nuevos edificios contarán con sistemas que los harán más eficientes y que reducirán la huella de carbono de su uso pero, ¿qué sucede con el impacto ambiental de su construcción?

La huella de carbono de un edificio comienza mucho antes de que sus inquilinos empiecen a vivir en ellos. Comienza con la extracción de sus materiales e incluye las emisiones derivadas de su construcción, mantenimiento y su futuro desmantelamiento.

El carbono incorporado de un edificio se refiere a las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que surgen de la fabricación, el transporte, la instalación, el mantenimiento y la eliminación de los materiales de construcción. Se diferencia así del carbono operativo, que deriva del uso directo de energía, como cocinar o aclimatar las viviendas, por ejemplo.

“El carbono incorporado es esa parte que está más oculta, la mochila que lleva el edificio por el hecho de haberse construido. Es todo el carbono que se ha emitido en todos los procesos que han hecho posible construirlo, y también en todos los procesos que se necesitarán para desmantelarlo”, explica Raquel Díez, directora de Proyectos de Green Building Council España (GBC), asociación que promueve la transformación del sector de la edificación hacia un modelo más eficiente y sostenible.

La mayor parte del carbono incorporado total de un edificio se libera antes del comienzo de su vida útil, durante la producción y el transporte de sus materiales. Por ejemplo, el impacto en el uso del cemento carbono comienza con las actividades necesarias para extraer las materias primas de la naturaleza y transportarlas hasta la fábrica para dar paso a su transformación.

“El cemento se fabrica a través de procesos industriales que requieren un aporte energético muy alto y que, por lo tanto, conllevan un consumo importante. A esto deben sumarse las emisiones de proceso, es decir, las derivadas de la reacción química necesaria para producir este material”, explica Diez.

El impacto del carbono incorporado

De acuerdo con el “Informe sobre la situación mundial de los edificios y la construcción”, los edificios estuvieron detrás del 37 por ciento de las emisiones globales de dióxido de carbono (CO2).

En este porcentaje se incluyen 3.6 gigatoneladas de CO2 derivadas de la fabricación de materiales como hormigón, acero, aluminio, vidrio y ladrillos. Una cifra que contribuye a dar forma a unos números que alejan al sector de la construcción de sus objetivos de descarbonización.

De acuerdo con Díez, en torno al 11 por ciento de las emisiones generadas por los edificios en el ámbito mundial se consideran carbono incorporado, mientras que cerca del 29 por ciento son carbono operativo. Esta proporción ha ido cambiando en los últimos años.

“Las normativas orientadas a reducir el consumo de energía han contribuido a reducir las emisiones de carbono operativo, pero apenas han mitigado las de carbono incorporado. Esto hace que, hoy, el carbono incorporado tenga proporcionalmente cada vez más peso en la huella de los edificios”, explica Díez.

Pasos para reducir el carbono incorporado

De acuerdo con la especialista, a la hora de plantear vías para reducir el carbono incorporado de los edificios, lo ideal es partir de un principio que se aplica a prácticamente cualquier protocolo de sostenibilidad. “Lo primero es plantearnos una cuestión fundamental: ¿hasta qué punto es necesario construir todo lo que construimos?”, señala la directora de GBC.

Y agregó: “Tenemos muchos edificios que todavía son muy válidos y que merece la pena rehabilitar. Si rehabilitamos y fomentamos la economía circular, reducimos la necesidad de nuevos procesos y de nuevas materias primas”, señala.

Fotografía: BBVA Sostenibilidad

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