Contaminación

El reto de puertos y marinas del Caribe: infraestructura para recibir desechos

La región del Caribe genera cerca de dos mil millones de dólares al año a las diversas economías de la zona por concepto turístico y comercial, por ello es necesario darle mayor importancia al cuidado de las playas, evitar la contaminación de sus aguas y procurar que no se deterioren las pesquerías.

En la medida en que los países involucrados se comprometan con estos objetivos, la capacidad para atraer visitantes aumentará   y mejorará la calidad de vida en lo general.

Los esfuerzos de cuidado ambiental deben enfocarse hacia las actividades de los buques que transitan por estas aguas, pues generan desperdicios similares a los producidos en tierra. Entre esos desechos están comida, aceites y productos químicos, sin importar si la embarcación es grande, pequeña, comercial o de recreo. Todos los buques deben almacenar esta basura en su interior y eliminarla posteriormente; el problema radica en que muchos puertos y marinas (clubes náuticos) de la región no tienen contenedores adecuados para ese tipo de carga.

Cuando no existen facilidades para eliminar los residuos, muchas embarcaciones los descargan directamente en las aguas de la región caribeña, sin importar, la  mayoría de las veces, si son desechos oleosos, productos químicos o basura. No se toma en cuenta la gran vulnerabilidad de estas aguas, que están rodeadas de tierras continentales e islas y hay poco intercambio de agua con el océano abierto.

De esta manera, los contaminantes permanecen y repercuten negativamente en la naturaleza, así como en la salud humana y animal. Para atender esta problemática, surgió el Convenio Internacional para la Prevención de la Contaminación Generada por los Buques (Marpol), firmado por 91 países con el objetivo principal de proteger los océanos mediante la regulación del vertido de los desechos generados por los buques. Con este acuerdo se dará atención al manejo de hidrocarburos, sustancias nocivas líquidas transportadas en granel, sustancias perjudiciales empaquetadas, aguas residuales y basura.

La Organización Marítima Internacional (OMI), designada por las Naciones Unidas para  promover y controlar el desarrollo de Marpol, tiene la tarea de apoyar y facilitar la adopción global de las más importantes normas en materia de prevención y control de la contaminación marina producida por los buques.

En 1993, la OMI calificó a la región como “zona especial” y así se une a otras áreas marítimas únicas en el mundo que reciben una protección particular.

Las zonas especiales son consideradas como vulnerables a la contaminación por su geografía, sus sensibles ecosistemas marinos y por la naturaleza de los patrones de tráfico marítimo. A todos los buques de la región se les prohíbe verter al mar cualquier basura, excepto restos de comida triturados. La tarea a mediano plazo consiste en rehabilitar en esa área las instalaciones adecuadas para la recepción de los desechos generados por los barcos.

Entre los objetivos de los 29 países con costas en la región del Caribe, se debe mencionar la creación de una zona costera más saludable, con playas y arrecifes de coral más limpios, playas más limpias y mejores pesquerías para sostener las economías, perfeccionar los métodos de manejo de desechos en puertos y marinas, reducir el número de buques comerciales que no cumplen con las normas de seguridad y proteger toda la región.

Marpol también regula la construcción de buques y exige que se pongan en marcha planes de emergencia contra la contaminación y sistemas de aviso de derrames en los buques de mayor tamaño. Mediante un proyecto de asistencia técnica, el cual tendrá una duración de tres años, este acuerdo pretende hacer realidad la designación como zona especial. El proyecto se denomina Iniciativa del Gran Caribe para los Desechos Generados por los Buques y es financiado por el Banco Mundial.

Lo cierto es que, de acuerdo con estadísticas de la propia OMI, la cantidad de contaminación por hidrocarburos en los océanos del mundo procedente de la operación de los buques es pequeña, menor a 25 por ciento de la cantidad total de hidrocarburos que se vierte anualmente al mar por otra vía (2.4 millones de toneladas). Es decir, la mayor parte de la contaminación del mar procede de fuentes terrestres: producción y exploración de petróleo, combustión industrial y doméstica, así como usos en motores y vehículos.

Los desechos oleosos generados por los buques provienen de descargas de agua de sentinas y de aguas de lastre sucio, de la limpieza de los tanques de hidrocarburos, de los lodos semisólidos y de residuos de combustible. Si se considera que las aguas oleosas se derivan en sí del funcionamiento de los buques, su descarga está permitida bajo las regulaciones de Marpol, pero sólo después de haber pasado a través de un separador de agua y aceite debidamente aprobado. Incluso los desechos recogidos en el separador, que no pueden ser vertidos al mar, deben ser descargados en tierra en instalaciones de recepción de mezclas oleosas.

Cambios adicionales en la tecnología de tratamiento de desechos a bordo de los buques, han contribuido a la reducción de la cantidad de hidrocarburos depositados en el mar por los buques comerciales. A pesar de que la cantidad de hidrocarburos vertidos en el Caribe por la operación de los buques comerciales ha comenzado a disminuir, la contribución procedente de la industria del recreo va en aumento y actualmente pocas de las marinas ofrecen instalaciones de recepción de mezclas oleosas para transbordadores. El mismo problema se aplica a los puertos pesqueros.

Del total de desechos oleosos que entran a la región del Caribe procedentes de las actividades marítimas, la mitad está constituida por aguas de sentinas y lodos semisólidos, esto es resultado directo de la falta de instalaciones de recepción en tierra. Las naciones caribeñas deben aprovechar el hecho de que los residuos oleosos pueden ser reprocesados y, por lo tanto, reusados y empleados como combustible para actividades en tierra: calderas, hornos de producción de cemento y aceite para la lubricación de motores, entre otras.

Los países con capacidad para refinar hidrocarburos pueden utilizar los desechos oleosos para tal fin, aunque también pueden ser reprocesados para su uso como combustible en la industria.

En las naciones donde no se tiene capacidad para refinar ni para reciclar, la recolección y el tratamiento de los desechos dependerá de las opciones de eliminación existentes; una solución inmediata podría ser la de exhortar a la industria naviera a no efectuar ahí descargas de desechos oleosos que no sean necesarias y utilizar las instalaciones de países vecinos.

Para recibir los residuos de petróleo se necesita un espacio para almacenarlos a corto plazo, mientras que para transportarlos a los puertos vecinos se debe tener la tecnología apropiada para refinarlos y reprocesarlos.

La cooperación a escala regional entre gobierno, puertos y las instalaciones de manejo de desechos oleosos y la industria naviera es una posibilidad que puede solucionar la falta de infraestructura en muchos países.

Al ratificar Marpol, los países están en la disposición de recibir asistencia de todo tipo para poder atender el tratamiento de los desechos oleosos generados por los buques.

En cuanto a la descarga de las aguas de lavado de los tanques y de las aguas de lastre contaminadas con sustancias nocivas líquidas, los puertos deben contar con instalaciones adecuadas para recoger dichas sustancias.

Asimismo deben introducirse regulaciones a escala nacional para que los importadores de  productos químicos líquidos consideren una instalación de tratamiento en los puertos que reciban agua de lavado y residuos químicos procedentes de ese tipo de buques.

La descarga de aguas negras o residuales procedentes de barcos comerciales o de recreo contiene nutrientes que pueden estimular de forma anormal el crecimiento de las algas y disminuir la cantidad de oxígeno en el agua.

Además de ser un contaminante visual repulsivo, el principal problema con la descarga de aguas residuales en el mar es su potencial para llevar microorganismos patógenos causantes de enfermedades a bañistas y a la fauna marina en general.

Entre las enfermedades transmitidas por el agua atribuidas a la contaminación por aguas residuales se incluye hepatitis, tifus, cólera y diversos padecimientos intestinales. De tal manera que la contribución de aguas negras procedentes de barcos de pesca y de yates en el ambiente acuático es un tema de creciente preocupación, de manera especial en zonas de aguas poco profundas.

La problemática de las aguas negras y  la sobrecarga de nutrientes en las lagunas costeras, bahías y ensenadas proviene también de descargas terrestres. Esto incluye sistemas sépticos defectuosos residenciales, municipales y de marinas, prácticas equivocadas en el manejo de granjas animales y las descargas directas de instalaciones en la franja costera.

Todos los barcos, desde los buques comerciales hasta las embarcaciones de recreo más pequeñas, deben abstenerse de descargar aguas residuales sin tratar en áreas bajas que tienen poca mezcla con el océano abierto, como son ensenadas, bahías, puertos y lagunas. Además, las embarcaciones de recreo deben estar equipadas con tanques de retención y usar las instalaciones de bombeo de aguas negras.

Por último, la basura en el agua representa un serio peligro para los usuarios del mar, incluyendo embarcaciones, turistas y bañistas, así como para las aves y la vida marina en general.

Los cerca de 63 mil buques comerciales que arriban al Caribe cada año descargan más de 82 mil toneladas de basura y esta cantidad representa únicamente una pequeña parte del flujo de basura generado en cualquiera de las ciudades de la zona.

Para manejar con éxito los desechos generados, tanto por buques como por las ciudades, cada país de la región debe destinar recursos para establecer un sistema eficiente que pueda manejar y recibir de manera adecuada los residuos.

Una vez firmado el Marpol y cumplidos sus principios, los países de la región pueden recibir asistencia legal, técnica e institucional para mejorar los servicios de manejo de desechos sólidos a bordo de los buques y en los puertos, así como promover calidad y protección ambiental.

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