Colaboraciones

Sobre el clima

Por Jean Meyer
La conferencia mundial de Cancún sobre el clima es un buen pretexto para hablar de un asunto que enfrenta creencias y saber cuándo se trata del calentamiento global y de su existencia. Entre los que creen sin saber, hay científicos y políticos, tanto para creer en lo caliente más caliente como para creer en su contrario. Para complicar las cosas, hay división en cuanto al diagnóstico y a los remedios. Y me encuentro muy perplejo, sin «creencia» fija, ni «ciencia» tampoco.

El historiador mexicano Jean Meyer analiza desde una perspectiva histórica y científica al fenómeno del cambio climático.

Tengo tendencia, como historiador que prefiere una visión de larga duración que abraza siglos, milenios, multimilenios, a «creer» en el calentamiento global; tendencia también a no exagerar el papel del hombre en este fenómeno que ha ocurrido muchas veces desde que existe nuestro planeta, y ha afectado también a la humanidad. Hace poco, algunos miles de años, el desierto del actual Sahara tenía aguas, ríos y lagunas pobladas por hipopótamos. Y los glaciares cubrían gran parte de América cuando el hombre pudo entrar sin mojarse los pies en nuestro continente, viniendo de Asia: los mamuts y otros mastodontes pastaban en el valle de México.

Tampoco minimizo nuestra responsabilidad en el fenómeno climático actual: nuestro desarrollo a partir de la revolución industrial ha producido, sigue produciendo los gases que causan el famoso efecto «invernadero»; el crecimiento demográfico masivo ha sido el principal motivo de la deforestación, la apertura al cultivo de inmensas superficies y todo esto llena nuestro cielo de humos, gases y partículas en suspensión. Por lo tanto es de lamentar que la conferencia de Cancún no haya podido adoptar medidas serias para reducir las emisiones de dióxido de carbono. Tal reducción no resolverá el problema pero es indispensable para reducir los riesgos.

Les remito a dos libros, uno en francés, de Robert Dautray y Jacques Lesourne, L’ humanité face au changement climatique (Paris, 2009), el otro en inglés, de Roger Pielke Jr, The Climate Fix: What Scientists and Politicians Won’t Tell You About Global Warming (Basic Books, 2010).

Los autores son científicos que no afirman sin pruebas sino argumentan pacientemente con datos físico-químicos, biológicos, socioeconómicos y políticos. Recuerdan que, con todo y desigualdades, jamás la humanidad ha tenido tan larga esperanza de vida en tan buenas condiciones. No son profetas catastrofistas, tampoco moralistas que extrañan una supuesta edad de oro bucólica. Tratan de encontrar las evoluciones posibles de la humanidad en su medio ambiente.

Según ellos tendremos que enfrentar en los decenios que vienen un cambio notable que nos obligará a adaptar con muchas dificultades los sistemas técnicos de nuestra civilización. De manera modesta distinguen entre lo que se sabe y lo que se puede esperar de lo que es pura hipótesis.

En efecto, más allá de algunos pocos decenios, los modelos de evolución del clima se vuelven meras especulaciones. Lo que es seguro, lo que vemos ahora mismo, es que los problemas de energía, agua y uso de los suelos y del espacio serán tan importantes, más importantes que los ciclones, diluvios, huracanes y otras inundaciones y sequías, todos acontecimientos climáticos extremos ligados al calentamiento.
Por eso la responsabilidad de los dirigentes políticos (y de nosotros sus electores) es tan grande. R. Pielke lo resume en una frase a propósito de lo que llama «la ley de hierro» de las políticas del clima. «Cuando las políticas centradas en el crecimiento económico se topan con las que pretenden reducir las emisiones, son siempre las primeras que triunfan».

Así se entiende la complejidad del problema y la neblina, el «esmog» que rodea el debate o la ausencia de debate. Ambas partes contribuyen a la confusión y la exageración. Por ejemplo, hubo y hay científicos para exagerar las profecías catastróficas para que la opinión pública presione a los políticos. R. Pielke cuenta en detalles como algunos no aceptan que no hay ninguna evidencia de que el creciente daño causado por los ciclones se deba al cambio climático.

La dimensión política está ligada a los diferentes niveles de desarrollo, a la llegada de las enormes China e India al nivel de grandes potencias, al impacto regionalmente diferente del recalentamiento. Europa occidental ya terminó su desarrollo industrial y además no sufrirá de la sequía y desertificación que afectará el Mediterráneo y muchas zonas tropicales. ¿Cómo hacerle para encontrar compromisos entre sociedades con diferentes dinamismos demográficos, niveles de vida y estrategias de desarrollo? Ciencia y tecnología no podrán hacer nada sin la política.

*Profesor investigador del CIDE
Liga de interés
http://mx.globedia.com/sobre-el-clima

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