Cambio climático

Combaten prácticas agropecuarias cambio climático

Diversas actividades del sector agrícola generan contaminantes que provocan el cambio climático, el cual es motivo de preocupación para varios gobiernos del mundo. Sin embargo, muchas prácticas comunes en el campo pueden ser modificadas y ayudar a reducir las emisiones de gases invernadero que generan el cambio climático.

Al seleccionar cultivos, prácticas de labranza, tratamientos con fertilizantes y otras opciones, los agricultores pueden ayudar a evitar el cambio climático y al mismo tiempo a modificar la cantidad de carbono almacenada en el sistema.

Por ejemplo, la mayoría de las granjas depende del uso de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) para hacer funcionar su maquinaria que calienta o seca los cultivos cosechados o para la transportación de los productos. La reducción en el uso de dichos combustibles no sólo mitiga emisiones, sino que además puede representar una mayor eficiencia y una mejor relación entre costos y beneficios.

Algunos cultivos proveen una fuente de energía alterna, que al quemarse producen etanol gracias a un proceso de fermentación, elemento que puede desplazar el uso de combustibles fósiles.

El aplicar fertilizantes de una manera más eficiente es muy importante, debido a que por cada kilogramo de este producto que se use se emite casi la misma cantidad de carbono a la atmósfera en forma de CO2. La colocación adecuada de los fertilizantes también es fundamental, y consiste en aplicar sólo el producto necesario y con base en un análisis previo de las características del suelo.

En cuanto al uso del abono, se recomienda que éste de preferencia sea animal, el cual contiene muchos nutrientes. No obstante, se recomienda no aplicarlo en forma excesiva, ya que en grandes cantidades genera pérdida de nutrientes. Por el contrario, su utilización adecuada evita el uso de fertilizantes.

El secado de los cultivos siempre debe ir acompañado de eficientes sistemas de riego y se deben aislar las construcciones en las granjas.

Alimentación animal

Estudios realizados en novillos han demostrado que si se incrementa la velocidad del paso del alimento por el rumen en un 63 por ciento, las emisiones de metano (CH4) se reducen en 29 por ciento.

Es decir, si se usan alimentos de fácil digestión, como granos y legumbres, y si se cosechan forrajes en una etapa de crecimiento más temprana, así como minimizar el uso de pastos fibrosos e incluir suplementos concentrados cuando sea necesario, se acelera el paso del alimento por el rumen del ganado con la consecuente reducción las emisiones de metano.

Asimismo, es importante añadir canola, coco u otros aceites a la dieta del ganado a fin de reducir la producción de metano, porque inhibe la actividad de las bacterias que lo producen. Es importante señalar que esta práctica no resulta muy económica.

Algunos aditivos alimenticios evitan la generación de metano por las bacterias del rumen, pero es necesario rotar diferentes aditivos si se quiere que el efecto sea de largo plazo, debido a que algunas evidencias sugieren que las bacterias pueden adaptarse a un aditivo determinado.

Alimentar el ganado con los cultivos produce un reciclaje efectivo del carbono si el estiércol se maneja adecuadamente. De esta manera, aunque grandes cantidades de carbono sean removidas del campo en forraje, gran parte del mismo puede ser regresado eventualmente por medio del estiércol. Además, el estiércol promueve el crecimiento de los cultivos y la fotosíntesis, y esto favorece una mayor captura.

Se puede decir que existe una máxima en agricultura que asegura: toda práctica que incremente la productividad por animal reducirá emisiones de metano, porque serán necesarios menos animales para obtener el mismo producto.

Dejar atrás procesos anticuados

La labranza, que por mucho tiempo se usó, y que tal vez en muchas regiones todavía se utilice, fue necesaria para controlar las hierbas y preparar la tierra para plantar. Sin embargo, hoy en día las hierbas pueden ser controladas con herbicidas y los modernos equipos para plantar pueden colocar semillas directamente en el suelo sin labrar.

Por lo tanto, la labranza intensiva ya no es necesaria y este procedimiento poco a poco es eliminado por los agricultores. Ahora se ha cambiado por el sembrado directo, que protege el carbono dentro de los cúmulos y mantiene residuos en la superficie, donde pueden descomponerse más lentamente y enfríar el suelo que cubren. Al eliminarse la labranza, también se previene la erosión y, por consecuencia lógica, se preserva la calidad del suelo y mantiene la fotosíntesis futura.

En los lugares donde la época de crecimiento es muy larga, se puede sembrar un cultivo de cobertura en invierno, después de que el cultivo principal ha sido cosechado, práctica que permite añadir más residuos al suelo y prevenir la erosión. Por otra parte, la manera en que un área se pastorea puede afectar el ciclo del carbono de muchas formas.

Por ejemplo, lo afecta la proporción de la planta «cortada» por el animal, la redistribución de carbono en el estiércol, la condición del suelo (por medio de la acción de las pezuñas o los cascos) y la composición de las especies. No obstante, a causa de esta gran cantidad de efectos, la relación entre el carbono en el suelo y el régimen de pastoreo aún no es del todo clara.

El sobrepastoreo, sin embargo, puede desembocar en grandes pérdidas de carbono vía erosión. En estos casos, el número de animales por hectárea probablemente incrementará la cantidad de carbono almacenada.

En conclusión, el sector agrícola mexicano puede sacar provecho de las prácticas mencionadas, mejorando el manejo de los suelos e incrementando su productividad. A su vez, se ponen en marcha planes experimentales de secuestro de carbono con financiamiento de otros países y, en un futuro, con la venta de este servicio ambiental global.

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