Biodiversidad

La afable ballena gris, potencial recurso ecoturístico en México

Las cálidas y prolíficas aguas adyacentes a la península de Baja California, se erigen como un santuario para cientos de ballenas grises que arriban a estas costas cada año durante el invierno para aparearse y dar a luz a sus ballenatos; su conservación y aprovechamiento responsable del potencial ecoturístico de este recurso natural podría ser factor de desarrollo para una industria de considerable valor económico.

El ecoturismo es una actividad que consiste en la realización sistemática de viajes a áreas naturales poco perturbadas para observar la naturaleza y disfrutar de ella sin causar trastornos significativos al ambiente, toda vez que se promueve su conservación. Esta práctica se distingue de otras formas de turismo por su alto alcance social y su mínimo impacto al ambiente, además genera una industria que podría representar una fuente de producción de divisas, trabajo, desarrollo social y económico para las comunidades involucradas en estas labores.

Son pocos los países que cuentan con el número de especies de cetáceos que tiene México, se calcula que es mayor la diversidad de estos mamíferos marinos en la costa occidental de Baja California que la existente en ambas costas de la región continental de Estados Unidos, por ello nuestro país se constituye como uno de los lugares más atractivos para la observación de ballenas en el orbe.

Sobre todo si se trata de una especie como la ballena gris que muestra gran atracción por interactuar con el ser humano, al mantener un curioso y amistoso comportamiento que se refleja en las constantes y extremas aproximaciones que realiza de forma voluntaria hacia las embarcaciones.

Esta actividad, señala el estudio realizado por Erich Hoyt denominado Whale Watching 2000, dejó en 1998 una derrama económica para México por encima de los 40 millones de dólares, además afirma que es una industria que crece siete veces más rápido que el turismo convencional.

El documento asegura que 70 por ciento de los observadores de ballenas y delfines en México son extranjeros y que una de las razones por las cuales son atraídos a esta región es el hecho de que fue el primer país en decretar un santuario ballenero en la laguna Ojo de Liebre en 1972.

Las ballenas grises llegan puntuales a las costas mexicanas, en una de las migraciones más grandes y espectaculares de que se tenga conocimiento. Su odisea principia en el casquete polar, en las gélidas aguas del océano Ártico y el mar de Bering, para terminar después de tres meses de travesía en las lagunas mexicanas Ojo de Liebre y Guerrero Negro, entre otras, a 12 mil millas del punto de partida.

Desde principios del siglo pasado, todas las poblaciones de las grandes ballenas fueron severamente reducidas hasta casi su extinción por el comercio ballenero, pues era un recurso abundante, económico y fácil de obtener.

Del animal se aprovechaba prácticamente todo, sus barbas eran la materia prima utilizada para la elaboración de corsés y varillajes de abanicos, la carne se salaba o se consumía en fresco, incluyendo la lengua, catalogada como un platillo de gran exquisitez. La grasa, que se derretía y almacenaba en barriles, tenía múltiples aplicaciones, sobre todo, en los candiles de aceite que alumbraban las casas. Incluso los huesos se utilizaban en la construcción de edificaciones o mobiliario.

Y más recientemente el gobierno de Noruega anunció su decisión de reanudar la exportación de productos de ballena a Japón, pese a las determinaciones de los acuerdos internacionales que implantaron la moratoria sobre la cacería comercial de ballenas y la veda al comercio internacional de especies y productos derivados de este cetáceo.

Estas resoluciones fueron aprobadas el año pasado durante la reunión celebrada en Nairobi, Kenia, donde México votó en contra de las propuestas de Japón y Noruega que pugnan por la desprotección de las ballenas gris y minke.

Las ballenas constituyen un grupo de especial interés para México, que inició los esfuerzos de conservación mediante su adhesión a la Convención de Ginebra en 1933 y a la Convención Ballenera Internacional en 1949; en 1988 se emitió la declaratoria de la Reserva de la Biosfera El Vizcaíno, que incluye los complejos lagunares Ojo de Liebre y San Ignacio, mismos que en 1993 fueron reconocidos por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como patrimonio de la humanidad, además de ser considerados como idóneos para la conservación de los cetáceos.

Los balleneros estadounidenses, ingleses y rusos fueron los principales depredadores de estos míticos mamíferos, durante el siglo XIX, principalmente en la laguna Ojo de Liebre, San Ignacio y bahía Magdalena; de 1846 a 1874 se cazaron aproximadamente siete mil 200 ballenas grises en Baja California. Los noruegos capturaron en bahía Magdalena, entre 1925 y 1929, 179 ejemplares.

No obstante, durante los últimos 50 años la ballena gris ha logrado recuperar sus niveles de población y actualmente se cree que existen alrededor de 20 mil, lo cual permite considerar que ya restableció su población original.

Por ello en 1978 la Comisión Ballenera Internacional (CBI) la removió del grupo de especies protegidas a una categoría denominada población de manejo sostenido y estableció una captura de 178 ballenas anuales, pero únicamente por necesidades aborígenes y no por motivos comerciales directos.

A pesar de los esfuerzos realizados por la CBI para la protección de estas especies, la velocidad y extensión con que se recuperan es muy lenta y se ve vulnerada por numerosos factores relacionados directamente con la intervención del ser humano, como la contaminación del ambiente marino, derrames de petróleo, impacto con botes, perturbaciones por ruido, actividades militares, explotación del fondo marino o presencia de redes, entre otros.

La observación de ballenas con fines recreativos, es una actividad reconocida desde 1993 por la CBI como una industria turística en expansión, los factores que han obligado a regularla son los relativos a la operación de la flota, o bien, la conducta que muestran tanto los prestadores del servicio como los interesados.

Es de resaltar que todas las variedades de ballenas que se encuentran en México están protegidas por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Flora y Fauna Silvestre (Cites). También figuran en la Guía de identificación para las aves y mamíferos silvestres de mayor comercio en México protegidos por Cites, que son, además de la ballena gris, las especies azul, de aleta dorsal, bryde, jorobada, minke, sei y el cachalote.

Por su parte, la entonces Secretaría del Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca (Semarnap), por conducto del Instituto Nacional de Ecología (INE), elaboró en primera instancia en 1996 la Norma Oficial Mexicana de Emergencia NOM-EM-074-ECOL-1996, que reguló las prácticas de observación en torno a la ballena gris y su hábitat en Baja California Sur, asimismo estableció restricciones encaminadas a su protección y conservación.

La tendencia creciente de esta industria obligó a fortalecer este marco normativo, por lo que el 10 de enero de 2000, se publicó en el Diario Oficial de la Federación la Norma Oficial Mexicana NOM-131-ECOL-1998 que es de carácter permanente y de observancia obligatoria. En ella se establecen los lineamientos a los cuales deberán sujetarse los prestadores de servicios, con el objetivo de conservar y proteger el hábitat de las ballenas y ciclos biológicos. Adicionalmente, regula las actividades de observación de ballenas, las cuales tienen razones científicas, educativas y publicitarias.

Se encuentra estructurada de tal manera que se abordan aspectos tales como la conservación del recurso (especie-hábitat), seguridad a usuarios del servicio y a la calidad en la prestación del mismo.

Pero el potencial de este recurso no sólo radica en los aspectos ecoturísticos, la ballena gris también se caracteriza por presentar hábitos alimenticios que aportan grandes beneficios al ecosistema; su método consiste en colocar su cuerpo lateralmente con la boca paralela al fondo del mar, retraer la lengua para succionar y filtrar la arena del lado contrario de la boca para quedarse con el alimento.

Los beneficios del sistema alimenticio del cetáceo permiten, al capturar organismos adultos, estimular la regeneración de anfípodos (es como un terreno de cultivo en donde se ara la tierra y después se esparcen las semillas); la separación del fango de la arena para la oxigenación de la misma y el esparcimiento de la arena, a medida que sube a la superficie de la ballena, que facilita liberar en el agua nutrimentos que permanecían en el fondo y que favorecen el crecimiento del plancton, principal recurso de los anfípodos y de otros organismos, tales como los peces de valor pesquero.

Además la perspectiva educativa y de investigación es relevante y su enfoque podría centrarse a vincular los resultados de los estudios con los programas nacionales de desarrollo y educación. Por su hábito migratorio, es también una especie altamente predecible, por lo que la investigación con ella es una posibilidad viable de experimentar y comparar los resultados con otras especies de ballenas.

El destacado papel que ha mantenido México en la protección de las ballenas hace posible resaltar los esfuerzos encaminados a la protección del medio ambiente. La importancia simbólica de estos cetáceos y el alto interés de la sociedad en general, dan como resultado que cualquier proyecto de desarrollo en las áreas de migración y congregación tenga la capacidad de crear controversia y participación social, tanto nacional como internacional. En la actualidad, a escala mundial, ningún mamífero marino recibe tanta atención como la que se brinda a esta especie.

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