Para entender la problemática ambiental de esta microrregión, es necesario considerar la cuenca en su conjunto. El lago de Chapala debe de considerarse como un sistema que ha presentado un desarrollo histórico del sistema hidrológico. Es decir, como una demanda de agua para diferentes usos (agrícola, industrial y urbano), así como un conjunto de problemas asociados a su aprovechamiento.
Los principales problemas del lago son:
• Desecación o pérdida de la superficie lacustre, por insuficiencia de aportes respecto del volumen extraído.
• Azolve.
• Contaminación.
• Los efectos que estos procesos tienen sobre las poblaciones vivas que habitan en este ecosistema.
A partir de la década de 1950, se acelera el proceso de industrialización del Valle de México, así como un cambio de patrón en los asentamientos en la cuenca y un mayor crecimiento demográfico. Por ello, se empieza a consolidar un conjunto de centros urbanos que traen como consecuencia una mayor demanda de agua. La ciudad de México inició su abastecimiento de agua de los manantiales del río Lerma en 1950, con 3.5 metros cúbicos por segundo, cuando contaba con únicamente 3.5 millones de habitantes. En 1980, la capital tenía 13.921 millones de habitantes y captaba del Lerma 8.44 millones cúbicos por segundo.
Por otra parte, la densidad de población del río Lerma-Chapala-Santiago, se transformó a partir de 1921 y por décadas, el fenómeno se comportó de la siguiente manera: 38, 42, 47, 59, 75 y 98 habitantes por kilómetro cuadrado. Las tasas de crecimiento demográfico para las mismas décadas fueron de 1.35, 1.16, 2.55, 2.83 y 2.91.
En cuanto a la superficie regada en la cuenca, ésta fue para 1930, 50, 70 y 80 de 171 hectáreas, 238 mil, 533 mil y 693 mil hectáreas, respectivamente. Actualmente, se estima hay más de 160 habitantes por kilómetro cuadrado, es decir, alrededor de 9 por ciento de la población nacional y en esta cuenca se asientan una gran diversidad de industrias químicas, petroquímicas y agroindustriales, grandes superficies de riego agrícola y las aguas se destinan a usos urbanos de numerosas ciudades medianas y pequeñas.
Gran a parte del consumo corresponde a las dos grandes metrópolis del país, el Distrito Federal y Guadalajara. Cada año, más de 3,700 milímetros cúbicos de agua de la cuenca del río Lerma (78 por ciento del recurso), se destina a uso agrícola y pecuario. El resto del agua disponible, 1,300 milímetros cúbicos, se emplea para uso urbano o industrial.
Si se consideran localidades rurales con población menor a 2,500 habitantes, medias urbanas entre 2,500 y 50 mil habitantes y grandes ciudades con población mayor o igual a 50 mil y con dotaciones promedio de 300 litros por habitante por día para las grandes ciudades, de 250 para localidades media urbanas y de 125 para localidades rurales, se estima un volumen demandado de agua potable de 743 milímetros cúbicos.
Déficit de acuíferos
Si se toma en cuenta además los 323 milímetros cúbicos que se extraen de los acuíferos del Estado de México para suministrar agua a la ciudad de México y los 237 milímetros cúbicos que se extraen del lago de Chapala para el área metropolitana de Guadalajara, el volumen total de demanda en la cuenca Lerma-Chapala asciende a 1,303 milímetros cúbicos.
Se estima que del total de agua suministrada, un 67 por ciento retorna a los diferentes sistemas de drenaje, de lo que se puede obtener el volumen total de descargas que escurren o se almacenan en diferentes cuerpos de agua de la cuenca.
Existen cálculos de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), acerca del uso del líquido del río Lerma. El 47 por ciento se destina a riego agrícola y únicamente en el Bajío, las extracciones originan un déficit de los acuíferos mayor de 700 milímetros cúbicos por año. La actividad agrícola en la cuenca del Lerma es tan intensa que durante el estiaje, las aguas negras municipales son tomadas en sus descargas por derivación o por bombeo para regar parcelas, de tal suerte que en algunos casos esas aguas no llegan a los cauces de los arroyos o ríos.
Desde octubre de 1993, cuando Chapala alcanzó el nivel de almacenamiento de agua más alto en este decenio, el lago ha perdido 3,404 milímetros cúbicos (casi 61 por ciento del recurso), por efecto de cinco años de temporales erráticos que han reducido su superficie en casi 300 kilómetros cuadrados. De este modo, el mayor embalse de México sólo alberga en la actualidad 2,194 milímetros cúbicos, el volumen más bajo desde 1991, cuando la sequía en la cuenca del Lerma, iniciada en 1988, llegó a su punto más crítico (1,978 milímetros cúbicos). Esto es considerado como un problema cíclico que se presenta en esta región hidrográfica.
En este sentido, la evolución del vaso lacustre desde 1998, cuando presentó su punto inferior, se situó en la cota (nivel) de 92.25, es decir, alrededor de 2,034 milímetros cúbicos. Sus máximos almacenamientos correspondieron a 1927 y 1936, cuando el lago llegó a la cota 99 (alrededor de 9,170 milímetros cúbicos sobre 1,150 kilómetros cuadrados.
Pero la que se vive ahora no es la peor etapa de Chapala. En 1955, en la cota 90.8 albergaba menos de 850 milímetros cúbicos y su superficie se redujo en más de 500 kilómetros cuadrados. Una fecha más crítica fue en 1897, ya que en ese entonces, según los registros oficiales, el agua descendió a la cota 90.5, con alrededor de 600 milímetros cúbicos y la reducción del área original en más de 600 kilómetros cuadrados, que se convirtieron temporalmente en dunas. A poco más de un siglo, el ecosistema sigue vivo.
La Conagua estimó que en mayo de 1998, Chapala se encontraba con el nivel en la cota 92.66, con un almacenamiento de 2,418 milímetros cúbicos de agua y había bajado 90 centímetros el nivel, con relación a la cota máxima que se registró el 1 de septiembre de 1997. Es decir, el lago había perdido un volumen aproximado de 843 milímetros cúbicos de agua. Con relación a las perspectivas a futuro, la Conagua advierte que probablemente durante el periodo de sequías o hasta que inicien las lluvias, el volumen del lago puede llegar a la cota 92.20. Es decir, bajará alrededor de 40 centímetros, lo que representará una pérdida adicional de 400 milímetros cúbicos.
De crisis en crisis
Otro proceso que contribuye a la pérdida de superficie lacustre, es el índice de evaporación que presenta el lago, que va de los 1,800 a 2,200 milímetros y la disminución en algunos años de la precipitación pluvial y de los aportes del Lerma. Durante este siglo, el lago ha sufrido dos crisis graves: la primera se inició en 1948 y alcanzó su nivel más crítico en 1955.
Respecto del azolve, la situación del lago se documenta de la siguiente forma. Entre 1930 a 1977, han ingresado al lago 78 millones de metros cúbicos de sedimentos por el río Lerma, ocasionado entre otros factores por la deforestación a lo largo de la cuenca, el deslave y la erosión. Esto reduce progresivamente la capacidad de almacenamiento del lago en 2.5 milímetros cúbicos y aumenta el lecho del lago en siete milímetros. De no modificarse esta tendencia, en un milenio el lago llegaría a su azolve total. Se calcula que anualmente el lago recibe 930 mil toneladas de sólidos y éstos han aumentado en los últimos años de 300 mg/l que recibía en 1972, a 500 mg/l en 1984. Las causas de este aumento también se atribuyen a la reducción en el volumen almacenado de agua, así como a la disminución de salidas por el río Santiago, ocurridas desde 1981. Los cambios en el uso del suelo a lo largo del Lerma, es otra variable que contribuye a que este cuerpo de agua reciba un mayor volumen de sedimentos. Los procesos de deforestación propiciados por prácticas agrícolas tradicionales contribuyen también al azolve del lago.
Pero también existen posiciones encontradas. Algunas opiniones afirman que la tendencia natural de todos los lagos es a desaparecer y otros puntos de vista consideran necesario tomar acciones para evitar este azolve. Sin embargo, en el caso de Chapala el azolve que experimenta tiene un importante componente antropogénico, es decir, el proceso está potenciado por las actividades humanas. Asimismo, el agua del lago era cristalina, pero actualmente su transparencia rara vez excede los 30 centímetros.
El río presentaba en sus orígenes una calidad física aceptable, pero en el alto Lerma, al incorporarse las descargas urbanas e industriales, esta calidad se deterioró. Las descargas provenían de las aguas residuales de los parques industriales de Santiago Tianguistenco, Lerma-Toluca, así como las aguas residuales urbanas de las poblaciones de Toluca, Lerma, Atlacomulco y otras del Estado de México. Tan sólo en Toluca, existen más de 100 industrias de la rama química, textil, metalmecánica, cervecera, cementera y de ensamblaje.
El medio Lerma recibía las aguas residuales de los parques industriales de Querétaro, Celaya, Irapuato y Salamanca, además de las descargas municipales de Villa Corregidora, Cortázar, Villagrán y otras. Los afluentes que reciben esta agua contaminadas son los ríos La Laja, el Temascutío, y el Silao, por lo que la contaminación era muy pronunciada en el tramo comprendido entre la salida de la ciudad hasta la incorporación del río Turbio.
La mano industrial del hombre
En el bajo Lerma, entre Irapuato y la entrada al lago, se recibían a través del río Turbio, las aguas residuales de León, Abasolo y Pénjamo y se deterioraba aún mas al recibir las aguas residuales de La Piedad y La Barca. La calidad mejoraba un poco después de recibir los afluentes del río Duero y se mantenía con estas características hasta su incorporación al lago de Chapala.
El acelerado desarrollo industrial, apoyado en un intenso aprovechamiento del agua, genera un caudal de 44 metros cúbicos por segundo de aguas residuales municipales, con una carga contaminante medida como demanda bioquímica de oxígeno (dbo) del orden de 72,800 toneladas al año. Las 560 principales industrias identificadas, generan 2.4 metros cúbicos por segundo de aguas residuales que descargan directamente al río Lerma y a sus afluentes, lo que representa una carga adicional de 96,250 toneladas de materia orgánica en el mismo año.
Esta situación no se ha modificado de manera significativa, a pesar de que se han establecido algunas plantas de tratamiento para las descargas de aguas residuales de los estados involucrados en la cuenca. Los aportes que recibe el lago siguen presentando altos niveles de contaminación.
Los contaminantes más comunes son bacterias patógenas, materia orgánica, grasas, aceites y detergentes. Las mezcladas con aguas industriales contienen además metales pesados y sales orgánicas sintéticas.
Por ello, la contaminación del agua se puede clasificar en dos tipos diferentes:
• La bacteriológica, con alto contenido de microorganismos en el detritus de origen animal y humano, cuya procedencia son las descargas de aguas residuales que recibe el río Lerma de las ciudades del Bajío, de la propia ribera del lago y de los centros de producción porcícola.
• La química, configurada por grasas, aceites, metales pesados, detergentes fertilizantes y plaguicidas, cuyo origen se ubica también en las zonas urbanas y rurales, pero fundamentalmente en las áreas industriales que descargan a este sistema hidrológico.
Ambos tipos de contaminación provocan modificaciones físicas y químicas en el cuerpo de agua, como es el grado de acidez o alcalinidad, la temperatura, el potencial hidrógeno y la demanda bioquímica o química de oxígeno. Estos contaminantes pueden causar daños inmediatos o intoxicación gradual en los organismos que los fijan en sus tejidos.
La contaminación por metales pesados es particularmente preocupante. Se han calculado aportes muy altos en ciertas áreas de la cuenca del Lerma. Por ejemplo, el análisis de la aportación de las industrias petroquímica, textil, de alimentos para animales, metalúrgica y de ensamble de vehículos de los estados de Querétaro y Guanajuato, indica que se están virtiendo a la cuenca más de 12,400 gramos de cromo y más de 4,300 gramos de cinc diariamente.
Ello ha ocasionado un proceso de eutrofización por la presencia de nutrientes y sustancias contaminantes, lo que redunda en la pérdida de biodiversidad y el florecimiento de algas y malezas acuáticas.