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editorial
La ola desarrollista
Los desarrollos turísticos costeros viven la etapa más acelerada
de su historia en México. Nunca antes en tan poco tiempo se
había transformado tan rápidamente la imagen de las playas,
bahías y ensenadas más bellas con las que cuenta nuestro país.
Las nuevas inversiones en destinos turísticos, principalmente
en las costas del Pacífico mexicano, han padecido de una mala
o nula planeación y no han sido orientadas hacia el desarrollo
sustentable. En vez de ello, una inmensa cantidad de terrenos
costeros se han vendido rápidamente al mejor postor para
desarrollar un tipo de turismo que en otros países está en franca
caída: el turismo de sol y playa.
Es el turismo de los hoteles con decenas de pisos montados
sobre la blanca arena de las playas mexicanas, el turismo de los
condominios de tiempos compartidos, el turismo del “todo incluido”, y el turismo que espera con
los brazos abiertos al turista extranjero que llega a regatear los precios, dejar una escuálida propina
después de emborracharse con margaritas en un bar frente a la playa.
Pero este modelo es insostenible, desde el punto de vista ambiental pero también desde el punto de
vista económico. El Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) es el promotor gubernamental
de estos nuevos desarrollos que están ocupando los mejores espacios de playa que quedan libres
en el país, con un costo que implica pérdida de biodiversidad, agotamiento de los recursos naturales
y contaminación de suelo, agua y aire.
Ojo, ahora no es la voz de alarma de los grupos ecologistas: un organismo del sector económico
como es el Instituto Mexicano de la Competitividad (Imco) sostiene que el modelo utilizado en
la mayoría de los destinos turísticos del Pacífico mexicano es insostenible e incluso ya se han
colapsado en el sector de agua potable, residuos y tratamiento de aguas residuales. Es decir,
destinos como Mazatlán, Los Cabos o La Paz, ya no tienen capacidad para crecer debido a la falta
de agua o la insuficiencia de servicios públicos.
Pero lo más preocupante es que los más exclusivos desarrollos como el de Litibú, en las costas del
sur de Nayarit, están causando un impacto a su entorno natural en el afán de instalar los más lujosos
hoteles en las zonas con mayor riqueza natural y en mejor estado de conservación.
La Riviera Nayarit es otro gran desarrollo que viene, precisamente en una región rica en biodiversidad
y que ha tenido hasta hoy una muy tímida modificación en su paisaje natural. Así las cosas, los
desarrollos turísticos costeros son sinónimo de destrucción del paisaje natural.
Pero hay alternativas, la Agenda 21 para el Desarrollo Turístico Sostenible es un instrumento que
premia las buenas prácticas y la protección ambiental de los desarrollos turísticos que ya está
empezando a aplicarse en varios estados costeros del país.
En opinión de estudiosos, empresarios y ambientalistas entrevistados por
Teorema Ambiental
,
México no puede darse el lujo de perder sus riquezas naturales costeras a causa de destinos mal
planeados, sin visión a largo plazo y que además aportan nimios beneficios a las comunidades
locales.
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