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Tara a la deriva en la banquisa polar

En julio de 2006, la expedición Tara abandonaba Lorient (Francia) para dirigirse al océano Glacial Ártico.    leer más

El objetivo de esta misión es estudiar y comprender los fenómenos del cambio climático en las regiones polares y sensibilizar a los ciudadanos de todo el mundo sobre la importancia del equilibrio ecológico del medio ambiente, en un viaje que llevará a este barco a recorrer unos 1,800 kilómetros por los hielos del Ártico

La deriva polar de Tara en la banquisa (capa de hielo flotante que se forma en las regiones oceánicas polares) es un elemento clave del Año Polar Internacional, una aventura llena de imprevistos de este navío mítico que se lanza en una expedición original para una misión científica del más alto nivel: estudiar el cambio climático y sus efectos en las corrientes marinas, los vientos, el hielo y la atmósfera de la banquisa.

Tara y sus 170 toneladas dejaron Lorient el 11 de julio de 2006, y llegaron al hielo el 4 de septiembre de 2006, una primera hazaña. La operación fue complicada y no hubiera sido posible sin la ayuda del rompehielos ruso Kapitan Dranytsin. “Los rusos nos ayudaron tanto que la expedición se hizo prácticamente franco-rusa”, explica sonriendo Romaní Troublé, director logístico de la expedición Tara Artic.

Desde entonces, el barco va a la deriva en la banquisa. Ya ha recorrido más de 500 kilómetros de los 1,800 previstos. A bordo, ocho miembros de la tripulación, franceses, un neozelandés y dos rusos, marinos experimentados, mecánicos, un médico, un ingeniero, un operador de radio y un cineasta.

En el barco todo es complicado. Sin agua líquida es necesario ir a buscar nieve y hielo y derretirlos. Además hay que vigilar las instalaciones científicas, cumplir con varias tareas mecánicas y mantener el nivel de temperatura de la calefacción: 18 grados en el interior, y a menudo hasta 40 grados bajo cero en el exterior. “Los hombres están muy sorprendidos por la velocidad del cambio de temperaturas. Tan pronto hace 12 grados y apenas unas horas después la temperatura ha bajado a 40 bajo cero”, explica Romaní Troublé. Además de la caldera térmica y de 14 radiadores, en marzo se utilizan paneles solares.

La dificultad de estas condiciones de vida extremas, que dan a la tripulación la impresión de encontrarse en una nave espacial, se acentúa por el aislamiento en la oscuridad del invierno. Tara es la única base habitada y desde septiembre de 2006 no se ve ni un pájaro, ni un ser humano a la vista, sólo cuatro osos. El equipo está solo con grandes lámparas y sus reservas de alimentos, entre las que ya falta el chocolate. Y todo en mitad del movimiento incesante y el crujido del hielo contra el casco.

El 3 de marzo, el sol volvió al horizonte. Tara emergió de la noche polar para comenzar un mes de agitada actividad. En abril, un total de 30 personas asociadas al equipo francés aportó provisiones y material, algunos para nuevas medidas, otros para reemplazar aquellos destruidos por el hielo. Además se lanzó un balón de aire a tres kilómetros de altitud para estudiar la atmósfera. Los miembros del equipo que lo deseen pueden ser reemplazados, dado que la aventura durará hasta julio de 2008.

Tara es un navío mítico, único en el mundo. Se trata del antiguo barco del explorador del polo Jean-Louis Etienne, entonces llamado Antarctica. Después perteneció a sir Meter Blake, que encontró la muerte a bordo en 2001, durante una misión en Amazonia. Precisamente, Agnès B. y Etienne Bourgois, director general de la célebre marca de ropa, compraron esta goleta para continuar la obra de este legendario navegante. Antarctica fue creado, imaginado y construido para la deriva polar. “Pero en aquella época aquello no interesaba a mucha gente. Hoy, el clima, el deshielo de la banquisa están a la orden del día, existe un programa europeo y entramos en el Año Polar Ártico”, explica Romaní Troublé.

El barco renueva 15 años después de su creación su vocación inicial, “provocar el debate sobre el cambio climático y estudiar los efectos en las corrientes marinas, los vientos, el hielo, la atmósfera”, precisa el director logístico. El equipo trabaja en la meteorología y en la dinámica de la baja atmósfera, los rayos solares, el hielo en el mar, la química atmosférica y oceánica, la evolución de los polos, la densidad de la nieve, la biología de la fauna marina y terrestre. Para sus medidas oceanográficas dispone de un cable de cuatro mil metros con sondas, dirigido a grabar las señales acústicas y a analizar la temperatura y la salinidad del mar.

Para la comunicación y la concienciación se han previsto varias exposiciones, la realización de documentales y un programa educativo que se iniciará en septiembre. Las investigaciones están coordinadas por el programa Damocles, el proyecto experimental de la Unión Europea para el Año Polar Internacional. En total, 11 países europeos y Rusia forman parte de la expedición, por medio de 53 laboratorios que también colaboran con organismos de investigación estadounidenses. La iniciativa tiene una dimensión política, ya que debe aportar a Europa elementos concretos para la renegociación del Protocolo de Kyoto, en 2012.

En 1985, el noruego Fridtjof Nansen logró la primera deriva polar a bordo de Fram, antecesor de Tara. Tara Arctic se inspira evidentemente en esta primera experiencia, pero las condiciones no son las mismas y las previsiones a veces quedan desbaratadas. Los movimientos de la banquisa siguen siendo en parte misteriosos. El barco se desplaza a veces muy lentamente, a veces a toda máquina, y siempre a una velocidad superior a la prevista. Tara debe pasar 100 kilómetros del polo norte y salir del Ártico por el estrecho de Fram. Entres estas coordenadas, los exploradores no saben exactamente cuál será su ruta.

Más información: http://www.taraexpeditions.org

Sylvie Thomas-Barbe

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